Dentro del “revival” ochentero que vive la televisión actual y que inició “Stranger things”, nos llega ahora otro proyecto para alentar la nostalgia de los entonces adolescentes y hoy cuarentones o cincuentones. Pues eso es “Cobra Kai”, una continuación de una de las sagas más populares de esos años, como fue “Karate Kid”, con tres primeras partes dirigidas por John G. Avildsen (el de “Rocky”), con Ralph Macchio y Pat Morita, como los inmortales Daniel LaRusso y el Sr. Miyagi, un intento de reverdecer viejos laureles, con “El nuevo Karate Kid” con una nueva pupila encarnada, con la con posterioridad doble ganadora del Oscar, Hillary Swank y un último largometraje en el 2010, con Jackie Chan y el hijo de Will Smith, en el primero de los múltiples intentos de convertir en estrella a Jaden Smith. Resulta curioso, pero entre los productores ejecutivos de la serie aparece el propio Will Smith, junto a los protagonistas Ralph Macchio y William Zabka.

Las serie se convierte en una secuela de lo sucedido al inicio de la segunda parte, cuando Daniel ha vencido el torneo con la famosa “grulla” y el sensei Kreese golpea a Johnny Lawrence por perder el combate, rompiéndole el trofeo. Los años han pasado y la vida ha tratado de diferente forma a los muchachos, Daniel es un empresario de éxito, casado y con una hija y Johnny, un desastre que malvive con trabajos precarios, alcohólico y divorciado con un hijo con el que apenas tiene contacto. Gracias a su joven vecino, hijo de una madre soltera inmigrante, abre de nuevo el “dojo” Cobra Kai, despertando la antigua rivalidad con Daniel, quien también decide abrir el Miyagi-Do. A partir de ahí, las disputas de los dos adultos se ven reflejadas en sus manipulables alumnos, llevando hasta el límite las dos distintas formas de combatir: el ataque y la “mala leche” de Cobra Kai y la defensa y el “zen” de Miyagi-Do. Todo bien contado, a ritmo vertiginoso en diez capítulos de media hora perfectos para ver seguidos (como ejemplo, el que suscribe vio los veinte episodios de las dos temporadas en dos días consecutivos). Y visto el éxito, no es de extrañar que un gigante como Netflix, haya comprado la serie y anuncia que producirá la tercera entrega, pues hay que recordar que “Cobra Kai” es un producto gestado para la plataforma Youtube en 2018.

Su creador Robert Mark Kamen ha acertado de pleno, situándola treinta y cuatro años después de la acción de la primera película y basando todo en la confrontación de caracteres entre los dos protagonistas, ofreciendo dos versiones distintas de los mismos hechos, por lo que el espectador podrá tomar partido por cualquiera de los dos. Ambos están bien representados, con sus virtudes y defectos pero en esta ocasión, es más sencillo apoyar a Johnny Lawrence y su peculiar cosmovisión, anclado en la época donde fue feliz; sin móvil, motero, desayunando cerveza, apelando a la ley del más fuerte y vistiendo y escuchando el rock de aquellos años (la camiseta de Zebra es, sencillamente, antológica) frente al pop que oyen los “buenos”. Todo ese “caldo de cultivo” y los constantes guiños a la década de Poison o Foreigner hacen que no resulte complicado empatizar con lo que se nos cuenta, mucho mejor que como se cuenta, pues la dirección no es gran cosa. Digna y poco más, donde se nota la mano de un artesano como Avildsen.

Entre los actores, resulta curioso que la pantalla sea absorbida por William Zabka, un actor sin suerte, aunque hace unos años fue nominado como realizador al Oscar al mejor cortometraje. Su Johnny Lawrence tiene más matices, sin necesidad de perder sus “caras de tipo duro” frente a un Ralph Macchio más limitado, quien tuvo unos papeles que le lanzaron a la efímera fama (recordamos también su guitarrista en “Cruce de caminos” de Walter Hill) para perderse en el ostracismo que ahora, muchas décadas después para recordarnos, como nos contaba Anton Walbrook al inicio de la obra maestra de Max Öphuls “La ronda”, lo tranquilo y alegre que se vive en el pasado.

Cobra Kai (1ª y 2ª temporada)

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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