Martin Scorsese nos cuenta la vida del ex campeón del mundo de los pesos medios de boxeo, Jake La Motta, basándose en la biografía que él mismo había escrito. Ese inicio, con Robert De Niro (Jake) trotando sobre el ring, en blanco y negro, a cámara lenta, ya nos anuncia que estamos ante algo especial. Scorsese ya había demostrado con sus cintas anteriores (“Malas calles”, “Alicia ya no vive aquí”, “Taxi driver”…) que era un director especial, pero aquí se supera con una película que, estrenada en 1980, todavía huele a la década de los 70.
Jake La Motta (Robert De Niro) es un tipo complicado, violento, que quiere hacer las cosas por sí mismo, y con la ayuda de su hermano Joey (Joe Pesci) entrena para lograr el título mundial sin recurrir a la mafia, que todo lo maneja.
Se cruza en su camino una jovencita que acude a la piscina del barrio, Vickie (Cathy Moriarty), que le hace dejar a su mujer, pero también le vuelve más paranoico y celoso de lo que ya es. La violencia que debería circunscribirse al ring le acompaña también fuera de él, y su lucha por lograr su objetivo se amplía más allá de las cuerdas del cuadrilátero.
Su desmedido deseo por todo, chicas, comida, éxito…, le llevó al extremo, tanto arriba como debajo del ring, y la extraordinaria interpretación de De Niro muestra todas las caras de la figura poliédrica del ex campeón, tanto dentro como fuera del deporte.
Mención aparte para varios apartados. Por un lado, la extraordinaria química entre los hermanos. Tanto Robert De Niro como Joe Pesci están soberbios en sus papeles, improvisando en varias de las escenas rodadas, conjuntando sus personalidades hasta límites que nos llevan a pensar que su futuro juntos (rodarían hasta 7 películas juntos) no es casualidad. El fantástico guión adaptado por Paul Schrader (guionista de “Taxi driver” o “La última tentación de Cristo” para Scorsese) y Mardik Martin (autor del texto de “Malas calles” o “New York, New York” entre otras) de la biografía del propio La Motta, aunando el lenguaje callejero de la ciudad en la época y los soliloquios motivadores del protagonista. La fantástica banda sonora repleta de hits de las décadas de los 40 y 50 con Harry James, Bing Crosby, Benny Goodman o Gene Krupa como estrellas o ciertos pasajes de música clásica. Y por último, pero tan importante como el resto, el fantástico trabajo con la fotografía en b/n de Michael Chapman, y el montaje de Thelma Schoonmaker, aunque ambos siempre tiran flores a la ayuda constante recibida por la implicación decisiva del director en ambos aspectos.
Obtuvo 8 nominaciones a los premios de la Academia y, tanto Robert De Niro (Mejor actor) como Thelma Schoonmaker (Mejor montaje) lo lograron, pero tanto Pesci como actor de reparto, como Chapman en la fotografía o el propio Scorsese en la dirección debieron subir al estrado a recoger también su estatuilla. En su momento no recibió las críticas que merecía, y puede que eso le lastrara negativamente, pero 40 años después es innegable que, pese a los méritos de sus competidoras, pocas cintas rozan la altura de “Toro salvaje”, una de las mejores películas de la historia por méritos propios.
0 comentarios