Si todavía no te hemos convencido o si, por el contrario, ya estás totalmente enganchado, ahí van unas cuantas películas que no deberías dejar pasar para terminar de comprender la grandeza del cine del norte de los Pirineos. El abanico se abre y se funden géneros, aparecen directores, actores y actrices que habrás oído nombrar más de una vez. Quizás sea el momento de volver a visionarlas o darles una oportunidad. Aquí van las últimas veinte:
21.- Pierre Granier Deferre – El gato (Le chat, 1971): Un matrimonio adulto totalmente alejados el uno del otro por el aburrimiento de la cotidianeidad y la falta de conversación concentran su relación en torno a la mascota familiar, un gato callejero que el marido acogió hace tiempo. El marido, encarnado por Jean Gabin, centra todo su cariño y atención en el gato. Por su lado, la esposa, maravillosamente interpretada por Simone Signoret, centra todo su odio y culpa del distanciamiento de su marido precisamente al gato. Todo ello provoca una tensión continua entre la pareja cuya relación se va destruyendo al mismo paso que el resto del barrio en el que viven que, a golpes de maza y maquinaria pesada, van derruyendo todos los edificios del vecindario.
Tanto Gabin como Signoret ganaron el Oso de Plata de Berlín a la mejor interpretación (masculina y femenina). El primero dando vida a la indiferencia personificada, con esas manos metidas en los bolsillos durante gran parte del film y los ojos medio caídos. Simone, por su parte, representa la pérdida de la esperanza, el resentimiento, la ira, la frustración por su minusvalía que estima como parte de la culpa de ese menoscabo mutuo. Una película que pocas veces aparece nombrada entre las mejores de la filmografía francesa, pero que para mi merece un lugar en las enciclopedias fílmicas, aunque solo sea por ese duelo interpretativo entre dos de los iconos más grandes del séptimo arte galo.
22.- Claude Chabrol – Al anochecer (Juste avanti la Nuit, 1971): Un ejecutivo acomodado, casado, con hijos, una vida construida y sin problemas, pero Chabrol es fan absoluto de Alfred Hitchcock y, nada más comenzar la película, mata a su amante, que para más inri es la mujer de su mejor amigo, en uno de sus encuentros sadomasoquistas. Las cartas están sobre la mesa nada más empezar el metraje y aquí es dónde comienza lo que realmente le interesa a Claude Chabrol, la psicología de los personajes, en este caso concreto, la culpa, la traición, la infidelidad, la amistad, especialmente cuando su esposa parece no querer darle importancia al asunto, pese a la gravedad del mismo. Brillante el pulso firme con el que Chabrol lleva a sus protagonistas al límite durante todo el film.
23.- Jose Giovanni – Dos hombres en la ciudad (Deux hommes dans la ville, 1973): Una de esas obras que el gran público mundial no suele recordar, pero que debería estar en todas las cinematecas. Giovanni fue un tipo con un pasado muy oscuro que, incluso fue condenado a muerte, pero le conmutaron la pena por 20 años de prisión, y al salir plasmó su experiencia en varias novelas, luego se convirtió en guionista (del gran Melville entre otros) para acabar como director de thrillers negros, siempre relacionados con el crimen organizado. “Dos hombres en la ciudad” podría ser su trabajo más completo, con una dupla protagonista que suponen un puñetazo al sistema carcelario y un gancho al judicial. Alain Delon ha cumplido con su condena y trata de volver a llevar una vida normal con la ayuda de Jean Gabin, un educador que conoció en prisión, pero la continua presión que la policía y la justicia ejercen sobre él, así como las constantes visitas de sus antiguos compinches para volver al mal camino terminan por hacerle explotar. Un Gabin muy contenido y un Delon capaz de evolucionar con su personaje de forma perfecta, nos llevan de la mano hacia un alegato durísimo contra la pena de muerte y contra la justicia francesa.
24.- Francois Truffaut – El último metro (Le dernier métro, 1980): Tras La noche americana y su homenaje al cine, Truffaut nos presenta ahora su respetuoso obsequio al mundo teatral. Nos traslada a París, durante la ocupación alemana en la IIGM, cuando una actriz francesa se hace cargo de regentar un teatro que dirigía su esposo, pero que por su condición de judío hizo creer a todo el mundo que había huido cuando realmente se escondía en el sótano, desde donde repasaba los ensayos y daba las indicaciones oportunas para corregir la obra elegida. Aquí el director no pasa de mera comparsa, para dar una imagen de credibilidad ante los nazis y, especialmente ante los propios compatriotas colaboracionistas, ya que el verdadero director se esconde entre las sombras. Catherine Deneuve y Gérard Depardieu toman las riendas de triplicar su amor como pareja, su amor hacia el teatro y su amor hacia la libertad. Sin llegar a ser un film político sí podríamos considerarlo uno de los pocos puñetazos de Truffaut hacia el colaboracionismo francés ante la invasión nazi durante la IIGM, utilizando al teatro en particular y a la cultura en general como medio de búsqueda y defensa de la libertad que las guerras y los totalitarismos niegan.
25.- Jean Jacques Annaud – En busca del fuego (Guerre du feu, 1981): Ambientado en la Prehistoria, bien podríamos decir que estamos ante el resumen de la humanidad. Un grupo de “Homo sapiens” tienen fuego, conservado en una especie de cápsula de madera, para mantenerles calientes, cocinar, etc… hasta que son atacados por otro grupo de “Neandertales”, más grandes y brutos, que se lo arrebatan, dejándolos sin calor, sin sustento, sin comida. Envían a un trío de los más fuertes y jóvenes para buscar el fuego y volver a traerlo al resto de la tribu. Annaud aprovecha los parajes naturales para llevarnos de la mano sobre la historia del hombre, su lucha por el poder, sus alianzas, su necesidad de dominar los recursos naturales, mediante una aventura de 3 homínidos que ni siquiera sabían reír. Hermosa y preciosa cinta de un director en estado de gracia, con momentos casi documentales, nulo diálogo, más allá de algún que otro gruñido y unas pocas señas, pero una gran mimetización de los actores con sus personajes, aprovechando al 100% el poder de la fotografía y la música para ambientar la narración.
26.- Claude Miller – Arresto preventivo (Garde à vue, 1981): Basada en una novela de John Wainwright nos topamos con un doble duelo interpretativo, al servicio de una investigación por asesinato y violación de unas niñas, durante la noche del 31 de diciembre. Como si de una obra teatral se tratara, el 80 o 90% se desarrolla en el mismo escenario y con los mismos actores. La trama principal se centra entre Lino Ventura (comisario de policía) y Michel Serrault (respetado notario) donde disfrutamos de un cara a cara genial entre ambos. La inteligencia de Ventura va llevando a Serrault de la ironía y sarcasmo iniciales a la impotencia y desesperación. Entre medias aparece el personaje de Romy Schneider que inunda de tristeza la pantalla, dándole un contrapunto oscuro y angustioso al comportamiento evasivo de su marido. Crítica dura a la burguesía acomodada donde la pareja protagonista se come la pantalla. Hace unos cuantos años se hizo un remake con Gene Hackman y Morgan Freeman con resultados bastante más inciertos.
27.- Bertrand Tavernier – 1280 almas (Coup de torchon, 1981): Una de las menos consideradas obras de Tavernier que a mi, particularmente, me parece genial. Dotada de un humor negro como el carbón y ambientada en las colonias francesas en África justo antes del inicio de la 2ª Guerra Mundial, donde el jefe de policía pasa por ser un don nadie al que no se toman en serio hasta que un día decide cambiar la baraja sin que se entere nadie. Gran trabajo de todos los actores y un muy buen guión del propio Tavernier y Jean Aurenche sobre la famosa novela de Jim Thompson. Aprovechándose de una joven Isabelle Huppert y de una madura Stéphane Audran (quién no las recuerda en las obras del gran Claude Chabrol), y dándole el mando absoluto a un sobresaliente Phillipe Noiret, dirigiéndonos con una sempiterna sonrisa a través de una terrible drama. Infravaloradísima a mi entender.
28.- Andrew Wajda – Danton (Danton, 1982): Recreación de los últimos días de Danton y de la lucha que este tuvo contra el Comité de Salud Pública y, especialmente, contra su anterior compinche Robespierre, que había impuesto el imperio del terror, con juicios rápidos y ejecuciones sucesivas en honor de la supuesta libertad de la República Francesa que defendían. Pero las continuas dudas de Robespierre por la popularidad de Danton y su defensa de la justicia y la democracia popular le hacen enfermar y perder el favor de la cámara y el pueblo. Los discursos de Danton en el juicio pueden pecar de populistas, pero también hay que recordar que Wajda es polaco y las similitudes de la lucha del sindicato Solidaridad de Lech Walesa en su país de origen podrían servir de excusa para centrar la acción del film. La época, fotografía, ambientación, guión e interpretaciones están al nivel exigido, pero esa imagen de Robespierre enfermo, sudoroso y cetrino son difíciles de olvidar.
29.- Claude Berri – El manantial de las colinas (Jean de Florette, 1986): La avaricia hecha cine. 1ª parte de la adaptación que Claude Berri hizo de la obra de Marcel Pagnol, donde un terrateniente (Yves Montand) va socavando la poco cultivada mente de su sobrino Ugolin (Daniel Auteuil) para, a base de engaños y trampas, acabar por conseguir las tierras lindantes con su terreno, donde el nuevo heredero (Gerard Depardieu) ha llegado con su mujer e hija para intentar sacarla adelante sin saber que dispone de un manantial en sus tierras (el agua es imprescindible para lograrlo). Berri despliega sus dotes de gran director de actores, donde todos están a un nivel espectacular, destacando igualmente la gran adaptación del guión y la maravillosa fotografía de Bruno Nuytten, consiguiendo que los parajes de la Provenza sean un personaje más de la historia. La aparente sencillez esconde un gran drama rural de emociones y sentimientos que deviene en tragedia clásica apoyada en unos actores de primer nivel.
30.- Claude Berri – La venganza de Manon (Manon des sources, 1986): 2ª parte de “El manantial de las colinas” que continúa el relato unos años después, cuando Le Papet y Ugolin ya han explotado las nuevas tierras tras destapar el manantial y están ganando un buen dinero por ello. Pero Manon sabe lo que pasó y campa medio salvaje cuidando de un rebaño de cabras. Se cierra el círculo con la culminación de esta especie de tragedia griega en el medio rural francés, con una fotografía tan maravillosa como en la 1ª parte y la aparición de un preciosa y jovencísima Emmanuelle Bêart. Quizás no sea tan redonda como “El manantial de las colinas”, pero sí supone un perfecto binomio para adaptar una obra tan compleja y completa como “Jean de Florette”, donde la codicia y la avaricia del ser humano no tiene precio. Daniel Auteuil termina de componer un personaje complicado y perfectamente detallado.
31.- Bertrand Tavernier – Alrededor de la medianoche (‘Round midnight, 1986): Tavernier utiliza, cuando un gran músico americano de jazz en horas bajas emigra a París a finales de los años 50 para trabajar en el club Blue Note, para homenajear a la música y a los músicos basándose en la relación que establecieron en la vida real el pianista Bud Powell y el saxofonista Lester Young. El amor con que el director francés filma las escenas, tanto las brillantes piezas musicales en el club parisino como las relaciones personales que establece Dale Turner con los que le rodean, especialmente con Francis Borler y su familia, demuestran el respeto y la admiración que consigue transmitirnos. La narración de la historia pretende y consigue ser emotiva, y la banda sonora es absolutamente magistral, siendo el afamado Herbie Hancock el elegido para llevar a cabo la música que consiguió el óscar por dicho apartado. Le sumamos la gran interpretación de otro de los grandes del jazz como Dexter Gordon en el papel de Dale (por el que fue nominado al óscar) y la compañía del joven y brillante actor francés François Cluzet como Francis Borler y nos encontramos ante uno de los mejores y más conmovedores cumplidos a una de las músicas más libres y expresivamente artísticas del siglo XX.
32.- Louis Malle – Adiós muchachos (Au Renoir les enfants, 1987): Durante la ocupación nazi de Francia, un grupo de niños reflejan la amistad, el sufrimiento, la angustia, el congojo o la fidelidad que se va desarrollando entre ellos mientras el país se juega la vida. El centro educativo, católico, acoge subrepticiamente a niños judíos que son perseguidos por la policía colaboracionista y el ejército nazi. Louis Malle vuelve a demostrar que su talento y su credibilidad cinematográfica están por encima de cualquier duda y, tanto su dirección como su guión original (supuestamente basado en recuerdos biográficos) ponen sobre la mesa la magnífica puesta en escena y el excelente pulso narrativo de una historia tan dura como tierna, tan complicada como preciosa. Ganó muchos premios y tuvo un reconocimiento, tanto a nivel nacional como internacional, que deja a las claras la sincera sensibilidad de un maestro de su talla.
33.- Regis Wargnier – Indochina (Indochine, 1992): Dramón romántico que conjuga la pérdida del amor y de la familia por parte de Eliane (Catherine Deneuve) con la caída del imperialismo francés y el alzamiento del Partido Comunista que provoca la revuelta que deviene en el nacimiento de Vietnam. Su inicio es algo lento, con una sempiterna voz en off que va contando la historia de Eliane en su amada Indochina, donde es dueña de una plantación de caucho y madre adoptiva de una niña que perdió a sus padres de niña. Eliane es dura, fuerte, poderosa y bien relacionada, pero sin amor, hasta que un día se cruza con un oficial del ejército francés y se enamora perdidamente. Su hija, que ya ha crecido, también se enamora de él, hasta esos límites que un primer amor es capaz de conducir. Cuando se entera Eliane utiliza sus contactos para alejar al oficial e intentar que su hija cumpla el compromiso nupcial que sus padres verdaderos tenían pactado, pero todo se complica y, al igual que la historia de la colonia francesa, la vida de la joven dará mil vuelcos mientras estalla la revolución. Wargnier nos muestra aspectos de la crueldad de las colonias (la escena del tráfico de esclavos es escalofriante) a la vez que elige los enclaves perfectos para entender el amor de Eliane por su tierra. Los paisajes son maravillosos y la fotografía genial, apoyándose en la interpretación de Catherine Deneuve que sustenta el peso de todo la filmación sobre sus hombros.
34.- Luc Besson – León, el profesional (Léon, 1994): Esta película es una rara avis entre la filmografía de Luc Besson, un director al que no soporto, artificioso y efectista en la mayoría de las ocasiones, pero que aquí consiguió entrometer tantos recovecos elegantes y fascinantes que consiguen aplacar la desquiciante actuación de Gary Oldman o la casi imposible supervivencia de un ser humano como el que interpreta Jean Reno. La química entre los dos protagonistas es tan brutal, tan deliciosamente extravagante, tan exquisitamente amoral, tan interpretativamente contradictoria que te conquista. Para comprender la historia al 100% quizás debamos retroceder a 1990, cuando Besson estrenó “Nikita”, donde Jean Reno interpretó a un limpiador silencioso y puntilloso que podría ser el antecedente de León, este tipo solitario, pragmático, que no se relaciona con nadie y se limita a cumplir con su trabajo hasta que se cruza en su camino esa cría de 12 años llamada Mathilda que dio el primer paso para convertir a Natalie Portman en la estrella que es hoy en día.
35.- Claude Chabrol – La ceremonia (La cérémonie, 1995): Drama que centra la acción en la vida de 3 mujeres bien diferentes. Jacqueline Bisset es una mujer acomodada, que vive en una gran casa con su familia, en su problemática burguesa. Isabelle Huppert entra a trabajar en esa casa como sirvienta. Es callada y trabajadora, pero con un punto misterioso. Y Sandrine Bonnaire es la empleada de correos, cotilla e inconformista, escondiendo su culpa ante la falta de educación y oportunidades en el pasado. Sandrine e Isabelle se hacen amigas y el constante martilleo va creciendo en la cabeza de la protagonista. Una película que supone el culmen de la 3ª etapa cinematográfica de Chabrol, donde las mujeres y, especialmente Isabelle Huppert, toman el poder y el protagonismo de la acción.
36.- Jacques Doillon – Ponette (Ponette, 1996): Es irregular en su planteamiento y en el desarrollo de un guión presupuestamente escrito sobre la base del diálogo que establecen los niños sobre la muerte y la forma en que la encaran cuando les golpea directamente o a través de alguien conocido. Sin embargo, es todo irrelevante, nos trae absolutamente sin cuidado porque, a nivel general es bastante irreal que una niña de 4 años reaccione como lo hace Ponette en el film, pero la interpretación de Victoire Thivisol es tan real, directa, creíble y estremecedora que te mantiene pegado a la pantalla durante la hora y media que dura la proyección. Deberíamos preguntarnos si una niña tan pequeña es capaz de interpretar lo que el director le está mandando o simplemente lo asumimos como cierto y lo transmite al momento del rodaje. Sea lo que sea, su rol fue premiado con la Copa Volpi a la mejor actriz del Festival de Venecia de 1996 y su rostro y su desamparo e incomprensión nos acompañará durante mucho tiempo.
37.- Francis Veber – La cena de los idiotas (Le dîner de cons, 1998): Una película sencilla, sin pretensiones que, casi sin darnos cuenta, se convirtió en el gran éxito cómico del año. El boca a boca la convirtió en un triunfo rotundo y es que, cuando te topas con un actor como Jacques Villeret, bordando el personaje, sacando carcajadas sin parar de todos los presentes, es que ese arte tan dificultoso como es la comedia ha llegado a buen puerto. Un grupo de amigos se reúnen todos los miércoles llevando consigo a un idiota, pero esta semana es especial porque Pierre ha encontrado a un auténtico campeón del mundo. Cuando además de idiota eres gafe no tienes más que esperar porque los gags vienen solos. Descacharrante.
38.- Bertrand Tavernier – Hoy empieza todo (Ça commence aujourd’hui, 1999): Bertrand Tavernier coge las miserias de una pequeña ciudad minera del norte de Francia, invadida por el paro, la desesperación, la falta de recursos y la rendición, para mostrarnos crudamente, tal cual, sin maniqueísmos ni melodramas innecesarios, la realidad del sistema público de educación en un país que se supone que está en el primer nivel mundial. Daniel, director de una guardería pública lucha contra la falta de atención de los poderes públicos, contra la bajada de brazos de los padres ante la falta de recursos económicos básicos, contra los problemas sociales del barrio, contra todo lo que se le pone por delante para intentar darles una oportunidad a cada uno de los niños que asisten a sus clases. Las desdichas y tragedias diarias se suceden, pero sin hurgar en la herida, sin regodearse en el drama, tan solo nos muestra esa parte del mundo que tenemos al girar la esquina de nuestra propia casa que, pese a que las políticas generalistas tratan de esconder, existe y cada vez más. Sin censura y sin moralina, un puñetazo en la garganta que nos hace pensar, ese tipo de cine que no llena salas ni gana millones de dólares, pero que hace que el cine sea el Séptimo Arte.
39.- Jean Becker – La fortuna de vivir (Les enfants du Marais, 1999): A medio camino entre la comedia y el drama costumbrista, pero con el sentimiento a flor de piel y un elenco de actores en estado de gracia. Sin pretensiones, con una sencillez y una maestría en la dirección de actores que te mantiene con una medio sonrisa durante las casi dos horas que dura. Bastante agridulce en el fondo, pero gritando tan fuerte por la libertad que no tienes más remedio que unirte a ese canto por el mes de mayo de la pareja protagonista. La Francia de los años 30 antes de la IIGM, donde la “buena gente”, como dice Gamblin en la película, se ayudaban unos a otros para salir adelante. Gratísima e inesperada sorpresa con un póker de actores protagonistas absolutamente maravillosos: Jacques Gamblin, Jacques Villeret, André Dussolier y Michel Serrault.
Suena Louis Armstrong a orillas del pantano mientras cuatro amigos disfrutan de su amistad, nada tan sencillo y tan complicado como eso.
40.- Mathieu Kassovitz – Los ríos de color púrpura (Les rivières pourpres, 2000): Un thriller americano, al estilo “Seven”, pero hecho en Francia. Lo más destacable es que, pese a esa clara influencia de David Fincher y sus coetáneos, Kassovitz consigue que las tramas criminales sean realmente intrigantes e interesantes, juntando a dos grandes del cine galo como son Jean Reno y Vincent Cassel. Tuvo mucho éxito y se rodó una segunda parte, bastante inferior a esta. La crítica especializada no le tiene especial afecto por su descarada americanización, pero la crudeza y frialdad que es capaz de trasladar y su bien llevada trama bien merece que le des un vistazo.
0 comentarios