Continuamos lo que empezamos tiempo atrás con quince películas más.
11. Jules Dassin – Rififí (Du rififi chez les hommes, 1955): Cine negro de primer órden, pero hecho en Francia. Me vienen a la cabeza películas como “La jungla de asfalto” o “Atraco perfecto”, pero esta vez centramos la acción en París, cuando al salir de la cárcel no hay más remedio que volver a las andadas para poder salir adelante. Ya sé que Jules Dassin no es francés, pero tuvo que emigrar a tierras napoleónicas a causa de las purgas macartistas y, fruto de ello, emergió esta maravilla. Logró un gran éxito en Cannes y se benefició de un fantástico guión del propio Dassin junto a René Wheeler y Auguste Le Breton y de un reparto en estado de gracia encabezado por Jean Servais. Dassin tiene varias películas grandiosas, pero probablemente con Rififí rozó la perfección.
12. Henri Georges Clouzot – Las diabólicas (Les diaboliques, 1955): El director de un colegio convive en el mismo centro con su esposa, sumisa y débil, y con su amante, de carácter fuerte e independiente, hasta que deciden que esto no puede continuar. Fantásticas interpretaciones de Paul Meurisse, Véra Clouzot y, especialmente, Simone Signoret que se sale literalmente de la pantalla. El ritmo es altísimo y no para de acelerar casi desde el mismo inicio hasta el sorprendente final. Por favor, si ya la has visto, no se la cuentes a nadie. 40 años después se hizo un remake en Hollywood con Sharon Stone e Isabelle Adjani que no le llega a las suelas de los zapatos.
13. Robert Bresson – Un condenado a muerte se ha escapado (Un condamné à mort s’est échappé, 1956): Maravilloso drama carcelario rodado con una frialdad y una contención tan premeditada que congela al espectador. Un joven francés que pertenece a la resistencia es detenido por la Gestapo y llevado a la prisión donde es condenado a muerte. Allí Fontaine, que así se llama, vive encerrado por muchas cosas, no solo por las paredes de la cárcel. Un blanco y negro helador, una interpretación reprimida y una ampliación de los sentidos que da vida a todo lo que vemos en la pantalla, más allá de los diálogos y los protagonistas. Los ruidos, los tiros, el agua, todo el sonido toma parte de la escena carcelaria, y Bresson aprovecha todo ello como ningún otro director europeo.
14. Louis Malle – Ascensor para el cadalso (Ascenseur por l’échafaud, 1958): Debut en la dirección de Louis Malle, dándole un soplo de aire fresco al cine negro. La historia en sí no es muy original. Una mujer casada tiene un amante que trabaja para su esposo y deciden matarlo. El amante es el encargado de hacerlo. Hasta ahí es una típica historia de crímenes e investigación policial, pero Malle reparte la acción en 3 historias. Por un lado la del asesino que vuelve al lugar de los hechos al olvidar algo que le puede delatar y se queda encerrado en el ascensor. Por otro lado deja a Jeanne Moreau a solas, viendo como su amante no aparece, pero sí ve pasar su coche con otra mujer y vaga por un París gris y triste durante toda la noche sin saber realmente qué ha pasado. La tercera vía se centra en una joven pareja que ha robado el coche del asesino y se aleja de la ciudad relacionándose con un matrimonio adinerado alemán que no termina de creer su historia. La mezcla de las tres historias junto a la banda sonora ideada por Miles Davis para la ocasión va creando un ambiente de angustia y opresión constante que va en aumento hasta el final.
15. Francois Truffaut – Los cuatrocientos golpes (Les Quatre cents corps, 1959): Una de las grandes películas de Truffaut y que, para los que somos realmente críticos con la Nouvelle Vague como yo, mereció la pena que existiera dicho movimiento. Podemos hablar de la crítica descarnada hacia el sistema educativo francés, del desapego familiar, de los datos autobiográficos que impone el director en el guión, pero creo que lo que realmente la hace grande es la falta de amor que sufre el protagonista interpretado magistralmente por el niño Jean-Pierre Léaud. Un embrutecimiento vital que viene de la mano de sus padres, especialmente de la madre (que lamentable la escena en que la madre le baña adorablemente haciéndose la buena), los profesores, las autoridades, etc… No los he contado, pero algún amigo me ha comentado que el título no es al azar.
16. Jacques Becquer – La evasión (Le trou, 1960): Estamos ante la mejor película carcelaria de todos los tiempos. Siempre que se habla de este género me vienen a la cabeza títulos como “La leyenda del indomable”, “Fuga de Alcatraz”, “Brubaker” o “Cadena perpetua”, por nombrar las más conocidas, pero ninguna me ha llegado tanto como esta maravilla de Jacques Becquer. El reflejo del sistema penitenciario francés, la camaradería de los compañeros presos, la planificación de la fuga, el papel que juega cada uno de ellos, la programación minuciosa del rodaje por parte de Becquer, todo es soberbio. Prescindiendo de actores profesionales y con medios muy limitados nos topamos con una obra maestra desde el principio hasta el final. Una auténtica maravilla.
17. René Clément – A pleno sol (Plein soleil, 1960): Adaptando la famosa novela de Patricia Highsmith, René Clément nos muestra a un jovencísimo Alain Delon en el papel de Tom Ripley, un tipo sin ningún tipo de moral que plantea un juego de falsos espejos y trucos engañosos a Philip Greenleaf para devolverlo a Estados Unidos y que su padre le pague 5.000 dólares. Pero Philip acepta el reto y sube la apuesta sin medida sin saber que Ripley es un arribista totalmente exento de moralidad e integridad. El pulso constante entre Delon y Ronet es soberbio y el paseo por la vieja Italia acompañados por la fantástica música de Nino Rota y la no menos genial fotografía de Henri Decae convirtió a este thriller a medio camino entre el policíaco y el psicológico en un éxito total de la época. Hace 15 años Anthony Minghella hizo una nueva adaptación de la misma novela donde, a mi entender, destacan los recursos de que dispone, pero no llega al nivel del original de Clément en ningún momento.
18. Jean Pierre Melville – El silencio de un hombre (Le samuraï, 1967): Podría elegir varias de las películas de Melville, pero quizás esta y el personaje encarnado por Alain Delon sean la más representativa y el más icónico del denominado cine polar francés. El descarnado estilo de Melville, crudo, duro, totalmente despojado de artificios, y la interpretación seca, incluso hierática de un asesino a sueldo que no comete fallos ni deja cabos sueltos de Delon (tan imitada posteriormente) nos meten de lleno en un París muy alejado del visitado por los turistas. En su último trabajo cometió un error y dejó que le vieran la cara y, poco a poco, el círculo se va cerrando en torno a él. La soledad del asesino inquebrantable llevada al extremo mientras todas las salidas que busca al único error cometido en su carrera le van acorralando en las poco menos de 40 horas que dura la acción. La noche, la oscuridad y los ambientes nocturnos son constantemente explotados por la magnífica dirección de Melville, convirtiendo a Le Samuraï en referente principal de todo un género, y al personaje maravillosamente interpretado por Alain Delon en el icono definitivo del mismo.
19. Claude Chabrol – La mujer infiel (La femme infidèle, 1969): Palo crítico a la burguesía acomodaticia francesa de finales de los 60. En este caso, Chabrol juega con las dudas sobre la fidelidad de la esposa para deconstruir minuciosamente el matrimonio burgués, acomodado y normativizado. La pareja protagonista, interpretada una vez más por Stéphane Audran y Michel Bouquet dan vida a la infidelidad, a los celos, a la venganza, a la traición. Chabrol juega una y otra vez con las mismas armas y, una y otra vez, vuelve a dar en el clavo.
20. Jean Pierre Melville – El ejército de las sombras (L’armée des ombres, 1969): 30 años después de lo que nos está contando, Melville narra con la crudeza y frialdad habitual en su cine el día a día de uno de los principales peones de la resistencia francesa durante la IIGM. Con un reparto fantástico, destacando por encima del resto el enorme trabajo de Lino Ventura, vamos viendo los esfuerzos y tretas que deben afrontar diariamente para intentar sobreponerse a la invasión nazi, a la par que tienen que evitar ser arrestados o delatados por sus propios compatriotas colaboracionistas. Magistral film con el inconfundible puño de hierro de Melville al mando, repartiendo a diestro y siniestro entre sus compatriotas. En el 2006 se reestrenó en los cines una versión restaurada y más de un crítico la propuso como mejor película del año.
21. Claude Chabrol – Accidente sin huella (Que la bète meure, 1969): Al comienzo de la cinta un niño es atropellado y el coche se da a la fuga. Resulta que era el hijo único de Charles y la policía no investiga mucho el asunto, así que decide ponerse manos a la obra y una frase del guión resume esta historia de venganza a la perfección: “Voy a matar a un hombre, no conozco ni su nombre, ni su dirección, ni su apariencia, pero lo encontraré y lo mataré”. En manos de cualquier otro director devendría en persecuciones, tiros, peleas, sangre y demás, pero Chabrol tira de talento y se centra en la psicología de los personajes, en la venganza, en la desconfianza, en la depresión, en la culpa, en el remolino inevitable de sentimientos hacia el ineludible final. Como curiosidad os diré que la novela en que se basa fue escrita por el padre del actor Daniel Day Lewis.
22. Francois Truffaut – La noche americana – (La nuit américaine, 1973): Truffaut, reconocidísimo cinéfilo nos presenta su particular homenaje al mundo del cine con esta maravillosa película que logró el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1973. Para ello nos traslada directamente a un rodaje en la ciudad de Niza, donde un director tiene que apañárselas con todos los problemas que conlleva ser el responsable máximo. Debe lidiar con su trabajo diario, salvando los problemas que se van ocasionando inesperadamente cada día, además de pelearse con el guión, la música, el productor, los problemas personales de cada actor que afectan a su labor en la filmación, etc… Todo ello desde un prisma de enamoramiento permanente hacia la profesión elegida y hacia el trabajo de todos los profesionales que hacen posible que el rodaje de una película se lleve a cabo. Además, como gran mitómano, no puede evitar pequeños homenajes a sus héroes como cuando le llegan al director las revistas sobre Alfred Hitchcock o Ernst Lubitsch entre muchos otros, o la calle que la ciudad de Niza le dedicó al gran director galo Jean Vigo, o el pequeño mural firmado por Jean Cocteau o el robo de las fotos promocionales de “Ciudadano Kane” de Orson Welles. Una demostración de amor incondicional hacia tu profesión.
23. Jean Paul Rappeneau – Cyrano de Bergerac (Cyrano de Bergerac, 1990): Varias adaptaciones e incluso plagios descarados ha merecido la famosa obra de Edmond Rostand, pero ninguna comparada con la filmada por Jean Paul Rappeneau. El cuidado con el que preparó todos los detalles de vestuario, decorados, fotografía, etc…, pero sobre todo la genial adaptación del guión y la extraordinaria interpretación de Gérard Depardieu como Cyrano hacen ensombrecer todo lo demás. Con todo el respeto a Jeremy Irons, pero aquel año solo hubo un candidato merecedor del Óscar y esa interpretación debe guardarse en las cinematecas de todos los países del mundo para explicar lo que es la interpretación. El amor convertido en arte, la poesía hecha sentimiento, el ingenio saliendo a borbotones por esa boca insolente y abigarrada y una nariz que destruyó para siempre en mi memoria infantil la de Pinocho.
24. Marc Caro y Jean Pierre Jeunet – Delicatessen (Delicatessen, 1991): La desbordante imaginación surrealista de Jeunet y Caro explotó definitivamente con esta comedia fantástica, tan negra como el petróleo, tan deslumbrante como tu primera noche viendo fuegos artificiales en las fallas de Valencia, tan sorprendente y alucinante como la primera vez que escuchas a Pink Floyd. Un edificio perdido, cochambroso y medio derruido, con un único bajo abierto, el carnicero, que es quien se encarga de suministrar la comida a toda la comunidad vecinal. En esas que llega un nuevo residente y todo se vuelve patas arriba. Con una premisa argumental tan sencilla y una fuerza visual desgarradora, la película adquiere un ritmo trepidante, apoyándose en la prodigiosa mente visual de los directores y en la interpretación coral de los protagonistas, aderezado con un sentido del humor tan macabro y oscuro como apocalíptico es el mundo que nos presentan.
25. Mathieu Kassovitz – El odio (La haine, 1995): Un blanco judío, un negro y un moro del extrarradio de París justo después de una noche de disturbios nos dan un sopapo en la cara. Vinz, Hubert y Saïd van dando forma a la desilusión, a la falta de futuro, al miedo, al sobrevivir día a día sin pensar en nada más, al infierno. Enorme dirección de Kassovitz y geniales diálogos entre los tres protagonistas, con unos primeros planos que asustan ante tamaño despliegue de sentimientos a flor de piel. La necesidad de Hubert de largarse del barrio, la verborrea incansable de Saïd para ocultar sus miedos, el odio incontenible de Vinz contra el sistema establecido que le impide abrir los ojos, y una fotografía en blanco y negro que retrata de manera brillante ese otro lado de la ciudad de las luces y sus alrededores. Muchos de vosotros entablareis una relación directa entre esta película y “Barrio” de Fernando León de Aranoa. Yo también, pero sirva como ejemplo para que una gran peli sirva de base para otra muy buena, porque también tenemos ejemplos en que una gran peli ha dado pie a una aclamada y galardonada, aunque bastante tramposa e increíble. ¡Arde París!
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