Mi infancia son recuerdos de días felices jugando a la pelota, a la rayuela, al escondite. Tardes cambiando cromos de futbolistas legendarios que hicieron del fútbol una pasión: Ochotorena, Chechu Rojo, Del Sol, Rubén Cano,…Recuerdos de calles todavía sin asfaltar, de domingos de cine y botellón. De máquinas expendedoras de chicles, de merienda en el MacDonalds, de inocentes besos a la chica más guapa del barrio, esa que acabó en Proyecto Hombre porque la droga y los barrios (todos los barrios) siempre se han llevado muy bien. Bastante bien.
Faltaban diez minutos para las diez de la noche cuando el cuarteto madrileño Calibre Zero se presentaba ante los fieles entregados al disfrute del rocanrol de una sala We Rock que registró una muy aceptable entrada. En sus cuarenta y cinco minutos de actuación el grupo demostró que su actitud es la idónea para el rocanrol: contundentes, y sobre todo convincentes, dejaron muy claro que estaban allí para trasmitir…y transmitieron.
Canciones que abrieron las puertas de la delicatessen sonora de su último trabajo – “Si no es ahora ¿cuándo?”, “Con las botas puestas”, la inmaculada “Previa de un nuevo amanecer”, “Tu sola presencia”, que Ricardo maquilla de desgobernada sensualidad -, amén de otras igual de ímprobas rescatadas de sus anteriores entregas discográficas, -“Sin actitud (No hay rocanrol)”, “Nada que perder” o “Rock hasta morir”, con la que pusieron punto y final a una actuación propia de un cabeza de cartel -. Sin querer resultar reiterativo, la intensidad musical del cuarteto – y sobre todo la base rítmica en la que se que apoya su apuesta musical -, recuerdan la precisión de una máquina perfectamente engrasada en la que cada pieza – Ricardo, Miguel, Pedro y Antonio -, se sabe al dedillo su papel. “Chapeau”.
Era la segunda vez que el quinteto sueco Thundermother incluía España en su gira, esta vez para presentarnos su último trabajo titulado “Road Fever”. Su propuesta, nada novedosa ya que abraza la seguridad sonora que despliegan los riffs cocinados a la manera de AC/DC, – pegadizos y bailables quiero decir -, deja muy buen sabor de oídos. Clare Cunningham, Filippa Nässil, Giorgia Carteri, Linda Ström y Tilda Stenqvist, que así es como se llaman estas cinco chicas, se subieron al escenario conocedoras de que su repertorio es un atajo seguro hacia el éxito. Con temas como “Man with blues”, “The dangerous kind”, “FFWF”, en la que invitaron a los componentes de Calibre Zero a subirse al escenario para compartir la canción con ellos, “Thunderous”, “Enemy”, “Deal with the devil”, o la potente “Shoot to kill”, sus sesenta minutos de actuación fueron intensos y memorables adornados, incluso, con coreografías milimétricas y una cercanía de agradecer – Filippa bajó del escenario para mezclarse con el público en un trepidante solo de guitarra -. Porque el verdadero carisma del quinteto reside en su trato agradable y en su necesaria cercanía. Y ellas lo saben. Y más después de ser testigos de que el concierto tuvo una amenaza de suspensión debido al ataque de vértigos que sufrió Clare horas antes de su celebración. “Congratulations“.
¿Qué ingrediente adereza la salsa de la música para que “un grupo” se convierta en “el grupo”? ¿Unas buenas canciones? Cierto. ¿Una buena actuación? Se da por hecho. «Un grupo» se convierte en “el grupo” cuando su actitud en el escenario, cuando su sentir la música se transmite con naturalidad a todos los presentes. Cuando sus gestos, y sus poses, y sus letras, y sus interpretaciones, emocionan porque con ellos evocan todos y cada uno de esos recuerdos de los que hablaba al principio. Juzguen ustedes mismos.
AMADO STORNI para Rockthebestmusic
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