Zaragoza volvió a ser testigo de un vendaval llamado Bunbury. Este Huracán Ambulante Tour 2025 aterrizó en el Príncipe Felipe con la precisión de un reloj suizo y la fuerza arrolladora de un desastre natural.

Antes de que empezara el show, una voz recordó a los asistentes lo importante de vivir la experiencia y olvidarse del móvil. No todos los asistentes le hicieron caso. En la primera fila me encuentro con una pareja de jóvenes mexicanos que me piden una foto, se la hago y me cuentan que estuvieron en el show de Ciudad de México y que han venido de propio a Zaragoza para este concierto. No todos los artistas son capaces de crear tal pasión entre sus seguidores.

Bunbury salió al escenario con la seguridad de quien se sabe un animal escénico en su hábitat natural y enfundado en un traje que de esos que sólo a él le sientan bien. Sus gestos y sus poses son ya su señal de identidad tanto o más que esa voz por la que no pasan los años ni los tragos. Apenas habían sonado los primeros compases de Otto e mezzo (de Nino Rota) y ya estaba claro: el público no había venido a escuchar, había venido a comulgar. La infalible liturgia del zaragozano consiste en mezclar lo mejor de la música en castellano a ambos lados del atlántico y aderezarlo con su apabullante personalidad. El telón rojo que hacia de fondo del escenario y todo el montaje audiovisual fueron un impagable complemento a la música: cine, ambiente porteño, cabaret… todo muy teatral.

Este Huracán Ambulante Tour 2025 marca la reunión de la banda que acompañaba a Bunbury en sus inicios solistas, 20 años después de su disolución (2005). A saber: Jordi Mena (guitarra), Del Morán (bajo), Copi Corellano (teclados), Ramón Gacías (batería), Ana Belén Estaje (violín y coros), Luis Miguel Romero (percusión), Javier Íñigo (trompeta) y Javier García-Vega (trombón y guitarra española). La banda cumplió con nota siendo el contrapunto perfecto al dramatismo vocal de Bunbury. Por cierto, Enrique estuvo menos parlanchín que en ocasiones anteriores. No hubo discursos grandilocuentes entre canciones excepto para presentar su fantástica versión del Apuesta por el Rock & Roll de Más birras.

¿El repertorio? Se presentaron temas de Cuentas pendientes (2025) como Te puedes a todo acostumbrar, Para llegar hasta aquí, Serpiente y reconozco que me costó aguantarme Las chingadas ganas de llorar (soy un sentimental pero lo disimulo). El nuevo material se ha adaptado perfectamente a la banda con unos arreglos que (creo) incluso mejoran a los originales. Lógicamente, el grueso y lo más celebrado del show fueron los himnos de Pequeño (1999), Flamingos (2002) y El Viaje a Ninguna Parte (2004). Así, El club de los imposibles, De mayor, El extranjero, Que tengas suertecita, El viento a favor, Sácame de aquí, Infinito o Lady Blue convirtieron el Príncipe Felipe en un karaoke multitudinario. Zaragoza rugía. Zaragoza sudaba. Zaragoza se rendía a la nostalgia de un repertorio todavía capaz de levantar pasiones.

El cierre con El jinete, …Y al final fue, como siempre, apoteósico. Tras dos horas de concierto, la sensación era la de haber estado dentro de un torbellino: estruendo, lágrimas, nostalgia y esa emoción entre el respetable que sólo unos pocos artistas pueden permitirse. En definitiva: Bunbury y su Huracán Ambulante siguen siendo eso, un fenómeno natural.





















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