Es cierto que a una película de ficción no se le debe pedir rigor histórico pues no es su principal punto de partida como es el caso del documental. De hecho, la primera “Gladiator” pecaba de ese mismo defecto pero a cambio ofrecía un producto bien elaborado con una historia que ha trascendido con el paso de los años convirtiéndose en un clásico moderno.
Esta continuación no llega ni de lejos al resultado de su antecesora pero hay que reconocer que Ridley Scott le aporta ritmo pues sus casi dos horas y media no aburren, con una narración lineal con algunos apuntes y “flashbacks” de la primera, al descubrir la sorpresa de la identidad del protagonista. Eso sí, lo que se nos cuenta es un disparate máximo con secuencias inenarrables como un combate contra monos que parecen sacados de la película “Alien, el octavo pasajero” (obra del propio Scott), otro en el coliseo ante un gladiador montado en un rinoceronte, una naumaquia donde el que cae al agua es devorado por tiburones blancos o dos malvados, los emperadores Geta y Caracalla, caracterizados como villanos de opereta. Imaginamos que sustituir a tres guionistas por uno David Scarpa (habitual de Scott con “libretos” para las fallidas “Todo el dinero del mundo” y “Napoleón”) no ha sido la mejor de las opciones.
Al irregular Ridley Scott no se le puede negar oficio, casi todos sus filmes son visualmente correctos, y su puesta en escena posee pulso en la realización pero le falta emoción que trasmitir al espectador pues los dos emperadores interpretados por Joseph Quinn y Fred Hechinger no se pueden comparar al Cómodo de Joaquin Phoenix y, peor aun, Lucio de Paul Mescal tampoco resiste el envite con el máximo de Russell Crowe. Ni siquiera la banda sonora de Harry Gregson-Williams está a la altura de la de Hans Zimmer y Lisa Gerrard. Frente a ellos tenemos una estupenda fotografía de John Mathieson, a un voluntarioso Denzel Washington en un rol cada vez más excesivo con el paso de las secuencias, un hierático Pedro Pascal, Lior Raz lejos de su héroe de “Fauda” aunque con la misma cara de enfado permanente, un rostro como el de Derek Jacobi que nos retrotrae a “Yo, Claudio” y Connie Nielsen como hilo conductor con el anterior largometraje.
Un entretenido dislate que bebe no solo de “Gladiator” sino de otros títulos como “Espartaco”, “300” o, incluso como broma, “Las doce pruebas de Asterix” junto a algunas de las constantes en el cine de Ridley Scott como su crítica al cristianismo o a occidente frente al islam al que parece tener como modelo de sabiduría en esa época como reflejó también en otras películas como “El reino de los cielos”. En “Gladiator II” lo podemos observar en la primera secuencia cuando el General Acacio toma Numidia (en el norte de África) podemos comprobar la violencia empleada contra una población musulmana que lloran las pérdidas de sus familiares.
Un pastiche que puede gustar si no se pide más que espectáculo pirotécnico. Si se bucea un poco la superficie encontramos un resultado final decepcionante por lo irregular. Tanto como sus efectos especiales, llenos de CGI.
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