David Lowery sorprendió a propios y extraños con la sensacional «A ghost story», uno de los mejores estudios sobre el duelo jamás filmado y con la que la productora A24 conseguía ese rédito de cine artístico que le ha llevado a ganar dos veces el Oscar a mejor película en los últimos diez años. Tras esto el director estadounidense ha seguido una carrera jalonada de títulos bien considerados como «The old man and the gun», despedida de Robert Redford como actor y la interesante pero irregular «El caballero verde». Largometrajes de buena factura pero que no han llegado a la perfección de su cinta de fantasmas, con Casey Afleck.
Parece claro que merced a esos anteriores trabajos Lowery ha conseguido un estatus de prestigio en Hollywood, algo que está utilizando Disney para sus versiones de acción real basadas en sus clásicos animados. Sólo hay que ver la lista de grandes directores que han sido reclutados: Jon Favreau que abrió la franquicia con “El libro de la selva” y, con posterioridad, «El rey león», Guy Ritchie en «Aladdin», Tim Burton en «Dumbo», Kenneth Branagh en “Cenicienta” o Bill Condon en «La Bella y la Bestia». Todos han aportado sus obsesiones y talento para refrescar los antiguos clásicos de dibujos animados.
Lowery tampoco iba a ser menos y a este “Peter & Wendy” le ha dado una visión personal que más que en lo técnico se basa en la ambientación. El problema es que, por desgracia, no creemos que esto funcione en un filme infantil. Y el ejemplo más claro lo podemos ver en como esta fotografiado “Nunca Jamás”, con un color natural, casi otoñal con un verde oscuro y tierra amarillenta, lejos del colorido de la animación de los cincuenta o de la divertida versión de los noventa de Spielberg titulada “Hook”, con la que guarda algunos paralelismos. De hecho, lo mejor de esta nueva versión es cuando se sigue la línea marcada por esos títulos y se dejan de tonos oscuros en el rojo del “Capitán Garfio” o el verde del niño que se negaba a crecer.
Eso lamina un tanto las posibilidades de una película pensada para todos los públicos, no un sombrío ejercicio basado en relativizar todo e incluso los malos pueden llegar a ser buenos y el protagonista tener tantas sombras como luces. Los referentes morales y de recta conducta se lo dejan a Wendy, Trigilla y Campanilla, a la que le han eliminado los celos que hacen traicionar a los suyos. El guion deja claro desde la primera secuencia en Londres, explicando qué es un beso, que el sentimiento amoroso está fuera de la idea de “Peter & Wendy”, que su “libreto” quiere narrar otras ideas como la fortaleza y sororidad de las mujeres que suelen ser quien resuelven los momentos claves mientras que Peter Pan y Garfio se dedican a una guerra sin sentido, a la altura de los pensamientos de los hermanos menores de Wendy. De hecho se apunta que uno de esos combates Peter Pan cercenó la mano del pirata, en vez de ser devorada por el cocodrilo que avanza con el “tic tac” de un reloj, lo que consigue que pierda la gracia la rotura del reloj de bolsillo que lleva John.
Entre el reparto, tenemos a un Jude Law histriónico, con menor entidad que el Hook de Dustin Hoffman y un Alexander Molony que cumple como Peter Pan, mejor que Ever Andersson aunque su papel de Wendy resabiada con diálogos impostados no ayuda. Entre los secundarios haciendo de madre aparece la siempre agradable presencia de Molly Parker.
No es un descalabro total pero no parece “Peter Pan” aunque entendemos que Lowery ha intentado dotar a su largometraje de un tono diferente que separe el camino de lo hecho con anterioridad para evitar ser otra innecesaria nueva versión aunque nos tememos que no lo ha conseguido.
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