La filmografía de David Lowery no había sido nada destacada hasta el estreno de la excepcional «A ghost story», sin duda su obra maestra y que le colocada en lugar destacado entre los nuevos realizadores. Tras ello, filmó la interesante pero inferior «The old man and the gun» que significó la despedida de la interpretación de todo un mito del cine como Robert Redford.

Tres años después de su último estreno nos llega vía televisión su última producción “El caballero verde” que como en sus dos anteriores películas lleva el sello de calidad que imprime la productora estadounidense A24, que bajo su premisa de largometrajes modestos en presupuesto y arriesgados en cuanto temáticas y formas de realización han conseguido labrarse un nombre en el complicado mundo cinematográfico y lanzar nombres al firmamento cinéfilo como los del propio Lowery, Ari Aster  o Robert Eggers. Directores que juegan entre el fantástico y el terror aportando su toque personal, su “marca de la casa”.

En esta ocasión la historia nos lleva a los tiempos medievales, con el Rey Arturo y sus gestas imperecederas. Una temática que ha dado múltiples filmes a lo largo de los años; desde el “Lancelot Du Lac” de Bresson al “Excalibur” de Boorman, con delirios entre medias como “Los caballeros de la mesa cuadrada” de los Monty Python. Una filmografía extensa que de vez en cuando resulta recurrente, como sucedió en la versión precedente de 1984, una de esas inenarrables producciones de Cannon Group, con un imposible Miles O’ Keefe de protagonista y Sean Connery como el caballero verde que llega una navidad a Camelot lanzando un reto: quien le consiga derrotar de un solo golpe ganará el honor pero él devolverá el mismo golpe un año después. El joven Sir Galwain le decapitá pero el arbóreo (en este caso) caballero verde volverá a la vida y se irá explicando que le esperará en su lejana capilla para terminar la apuesta. Ahí comienza el viaje en solitario del héroe para alcanzar su destino, encontrándose en el camino espíritus y extraños personajes a los que ayudará o le estafarán, Desde ladrones de caminos a un noble que le alojará pasando por una joven fantasma que ha perdido su cabeza. Un trayecto que recuerda a los de los grandes mitos de la antigüedad como el Ulises de “La odisea” o el mismo Quijote.

Eso sí, la puesta en escena de Lowery nada tiene que ver con un entretenimiento menor como era la cinta producida por los primos Golam y Globus pues se dedica a un alambicada manejo del espacio y el tiempo, con planos trabajados y unas secuencias unidas por un montaje que aumenta la sensación de irrealidad de este “El caballero verde”, no apto para todos los públicos y menos para quien espere una historia de fantasía al uso. Cosa que se observa hasta en la fotografía Andrew Doz Palermo o en la extraña pero hipnótica banda sonora de Daniel Hart que recuerda algo a la de su obra maestra “A ghost story”. Dos colaboradores imprescindibles para conseguir el despliegue de imaginación, con toques de lo que antes se denominaba “arte y ensayo” que Lowery propone.

En el reparto la estrella indiscutible es Dev Pattel quien a pesar de su origen hindú compone un personaje mágico, totalmente creíble, más cuando sabemos que el argumento está ambientado en la Inglaterra del Medievo. Puede que ese detalle se conjugue a la perfección en esa sensación de irrealidad que hemos comentado antes y que tiñe toda la película, como sucede con el doble personaje de Alicia Vikander, tanto de prostituta como de noble.

“El caballero verde” es otra muestra más de lo que son capaces los de A24, una productora a contracorriente y a la que hay que prestar la atención que merece con cada título que produzcan o distribuyan. Quizás “El caballero verde” no sea tan buena como “A ghost story” y el guion y la realización vayan de menos a más llegando a su punto culminante en el acertado final pero es cine del que el espectador no puede despegar los ojos de la pantalla… aunque en este caso no sea la grande y sí la pequeña.

El Caballero Verde

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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