Entre las candidatas al Oscar a la mejor película siempre hay sorpresas, con cintas menores que acaban nominadas pero sin ninguna posibilidad, ya que el premio para ellas es ese. En esta ocasión le ha tocado a “Los chicos de la Nickel” y su logro de acabar en la terna finalista como mejor film y guion adaptado aunque con poca repercusión a nivel internacional pues en España ni siquiera se ha estrenado en salas comerciales pudiendo verse directamente en “streaming”, algo similar a lo que sucedió el pasado 2024 con «American fiction» que tampoco pudo verse en cines, cosa todavía más grave pues el largometraje de Cord Jefferson partía con cinco posibilidades, alzándose con el de guion adaptado.
“Los chicos de la Nickel” es la “opera prima” de RaMell Ross que para su debut se ha basado en el libro de Colson Whitehead, autor del que ya se llevó a la televisión su novela “El ferrocarril subterráneo” para Amazon. Misma compañía, bajo el histórico sello de Metro Goldwyn Mayer (propiedad de Amazon) y la otrora imprescindible productora Orion Pictures (misma que “American Fiction”), son las responsables de esta historia en cntra del racismo sobre dos jóvenes negros en un reformatorio de Florida en los sesenta.
Y para su primera experiencia Ross ha optado por una puesta en escena complejísima pues todo el metraje está rodado en cámara subjetiva, con el punto de vista de los dos personajes principales, con el añadido de secuencias de archivo para apuntar algunos momentos. Una forma de dirigir, con esos apuntes externos y un cierto lirismo que recuerdan al Terrence Malick de “El árbol de la vida”, con el que comparte cierta visión y al igual que las propuestas más experimentales de Malick la experiencia de Ross es complicada de seguir pues la cámara subjetiva no ayuda en demasía, al igual que los ciento cuarenta minutos de metraje que se hacen eternos en más de un momento. Una opción (la de la cámara subjetiva) que ha funcionado bien en el clásico “La dama del lago” de Robert Montgomery y que en los últimos tiempos hemos podido ver en las estimables “El hijo de Saúl”´ de Lazlo Nemes o en “El arca rusa” de Alexander Sokurov, con el añadido de que la producción rusa era además en plano secuencia.
Así que la realización lastra un tanto el resultado final, el guion (del propio Ross con Joslyn Barnes) y al reparto sin estrellas donde destacan sus dos protagonistas Ethan Herisse y Brandon Wilson.
Una innovación técnica que resulta fallida y es una lástima pues el “libreto” narrado a modo de capítulos casi independientes funciona pero su resultado final nos deja un filme demasiado largo y con el que es sencillo desconectar.
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