Hay ocasiones en las que uno tiene que desactivar el cerebro. No sé al resto del mundo, pero a mí me pasa cuando me ataca el síndrome del impostor. Tengo todo el tiempo la sensación de ser un bocachancla, de hablar por hablar dándome ínfulas, y cuanto más lejos estoy de mi zona de confort, más impostor me siento. Aquí el amigo Fabio, al que conocí con su último trabajo en Dubinci Sound, acaba de dejar la frontera de la zona de confort como una fina línea casi desdibujada en el retrovisor, así que me adentro en lo desconocido con paso firme y sin tener muy claro qué estoy haciendo. Un, dos, tres… ¡Falefou!

Intro. Es una pequeña muestra, una especie de teaser del disco entero. Es una electrónica oscura… dicho oscuro no en el sentido de siniestro, sino de profundo. Una electrónica espacial, heredera de los primeros grupos que abrieron camino, al menos a mis ojos, en el estilo.

Founkyflexion. Me flipan estas baterías. A ver, no es lo mismo que ver a Igor Cavalera haciendo el animal, pero tiene rollo. Estás oyendo un sonido parecido a los vientos en una filarmónica, al pitido del sónar de un submarino, pero muchísimo más grave. Ese sonido es lo que andas tarareando mientras pasas la escoba o, como en mi caso, subes corriendo una rampa terrible en La Grajera. Pero por otra parte, por debajo, como si fuera un mensaje subliminal, tienes una batería 100% replicante, casi imposible de reproducir por humanos, al borde del ataque epiléptico, que es la que manda una onda a tu cerebro reptiliano ordenando que se te erice el vello del brazo, que se te acelere el pulso, que la respiración se torne más superficial y que los músculos reciban más sangre. Es ese tipo de música que no se explica, se siente.

Freaky people. Colabora Lei Di Dai, con la que me voy a pegar una columpiada. Muy al principio, antes de que se dispare la sala de máquinas, cuando nos está presentando la canción, me recuerda a los mejores tiempos de Pride. Pride era una empresa de MMA, artes marciales mixtas, de la que apenas vi nada, pero sí que he visto a exluchadores de la promoción buscándose la vida en otras empresas. La clave es que tenían una anunciadora —la tipa que presenta a los peleadores, nombre, procedencia, peso y récord, justo antes de empezar la contienda— llamada Lenne Hardt, capaz de generar expectación en tres frases. Mientras la sala de máquinas va lanzada, con esas baterías frenéticas y la melodía principal petardeando, una voz colosal se abre paso. Si empieza a cantar tu nombre con esa fuerza, sales a enfrentar a Tyson Fury… por lo menos hasta que lo veas frente por frente.

Pleasure seeking. Hedonismo hecho sintetizador. O microgilismi electrónica. Es cierto que el primer pensamiento va hacia el rap, hacia el Freestyler de Bomfunk MC’s, pero tiene algo sinfónico. Olvida los arreglos, y la batería, que es lo que le imprime ese ritmo endiablado. Deja sólo las primeras notas. Ahora ponlas con la sinfónica de San Francisco. Podrías tener a MetallicA berreando encima, o a los Cypress Hill, como en The Simpsons… y sonaría de cagarse.

Back to the robots. Si no digo esto, me quitan el carnet. Si dices la palabra «robot» y te enmarcas dentro de la electrónica y el amplio paraguas que alberga, tienes que hablar de Die Mensch Machine… Wir sind die Roboten. Kraftwerk. Digamos que Kraftwerk es a Fats Domino lo que Falefou sería a Black Sabbath. Y me quedo tan ancho.

Simplicity. Como le decía el Dr. Lecter a Clarice Sterling en El silencio de los corderos. Hoy estoy ecléctico. Le cuesta un poquito entrar a la batería, pero cuando lo hace, todo acelera. Es difícil destripar el sonido. No tengo un bajo, una guitarra, que desmontar del tronco de la canción, hay una especie de riff principal, una batería y luego arreglos y voces que lo «decoran», por así decirlo. Estoy pensando en Delta Heavy, a los que descubrí de casualidad porque pusieron la canción de entrada en un evento de UFC —hoy estamos peleones— y cuya discografía me estoy repasando a marchas forzadas mientras escucho esto.

Moongate. Esto sugiere otra cosa, entre el Space Lab de Kraftwerk y la banda sonora alternativa de Horizonte Final. Es muy cañera para ser 2001: Una odisea en el espacio, pero, por mucho que corra la zona de percusión —una pasada los platos, acertadísimos—, no puede quitarse esa aura de música del espacio.

Hasta que salga el sol. Hemos echado más ingredientes en la marmita drum&bass, lo que me lleva al triple salto mortal sin red: tiene un rollo orquestal, como el principio de Ohne dich, de Rammstein. Vale que anda algo pillado por los pelillos, pero los alemanes fueron pioneros, sobre todo al principio, en mezclar electrónica —sobre todo en los arreglos de los teclados—, con el metal industrial más pesado. Tenemos esas baterías galopantes, ese ritmo frenético en vez de la cavernosa voz de Lindemann, pero si cierras los ojos y te concentras, escuchas ese esqueleto común. Es como oír Siechtum, con las mezclas que derivaba de trozos de diálogo de películas famosas.

Fight against the virus. Esto tiene un aire a Depeche Mode, un poco más calmado el tempo, lo que no quiere decir que menos potente. Un toro, o un rinoceronte, mirándote a los ojos mientras bufa no necesita correr para mostrarte que es potente. Tiene un aire de mantra, de maestro bonzo respirando hondo mientras medita profundamente.

En resumen, antes de que el síndrome del impostor me lleve a la tecla de suprimir, enlaces de Falefou:

Spotify https://open.spotify.com/intl-es/album/4muaY7C0PgcLAe8i9vjFvw?si=BQBItD0xQueZ3hf4l8bwLg&context=spotify%3Aalbum%3A4muaY7C0PgcLAe8i9vjFvw&nd=1&dlsi=58d3988ba83c4057

Bandcamp https://falefou.bandcamp.com/album/founkyflexion

Instagram https://www.instagram.com/falefou_music_/?hl=es

Falefou – FOUNKYFLEXION

by: Teodoro Balmaseda

by: Teodoro Balmaseda

Escritor de ficción y crítico desde la admiración. Si te gustan mis reseñas, prueba 'Buscando oro' en tu librería o ebook.

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