La filmografía del griego Yorgos Lanthimos se está convirtiendo por méritos propios en una de las más interesantes del panorama actual. Su cintas pueden resultar más o menos entretenidas, mejores o peores pero no dejan indiferente al espectador. Además está ganando el favor de la crítica y de cierto tipo de público que elevan sus nuevas obras casi a la categoría de culto. “Pobres criaturas” tiene visos de seguir la línea trazada por anteriores filmes y, prueba de ello, sus diez candidaturas al Oscar le avalan.
Un inclasificable trabajo tanto por lo que cuenta por como lo cuenta. Su realización es discutible, con aciertos y errores, y su guion es trabajado aunque algo excesivo. Eso sí, sus dos horas y veinte minutos de metraje pasan es un suspiro (buena parte de culpa la tiene su editor de confianza Yorgos Mavropsaridis).
Guion de Tony Mc Namara (que repite con Lanthimos tras «La favorita») sobre una joven rescatada por un desfigurado doctor que le coloca un cerebro de bebé en su cuerpo de adulto. La joven va creciendo, descubriendo su sexualidad y las ganas de salir a descubrir mundo. Unas andanzas que serán en su mayoría provechosas, le harán madurar y tener ideas propias. Un “libreto” dividido por secuencias que nos recuerda a la estructura de “Los infortunios de la virtud” del Marqués de Sade donde se gira el concepto occidental de moral, si bien la Juliette del relato pagaba su concepto religioso con aberraciones de todo tipo y Bella Baxter dinamitará la sociedad masculina con su cosmovisión del mundo.
Para ello se nutre de una prodigiosa Emma Stone, en un papel complejísimo donde crece desde la infancia a la edad adulta, pasando por la adolescencia, sin fisuras y resultando no solo creíble sino perfecta en un papel que parece diseñado para ella. Pocas actrices lo hubiesen bordado de esta manera. Le acompañan un histriónico Mark Ruffalo aunque ese exceso es el adecuado en su rol en contraposición a la frialdad y serenidad de Ramy Youssef yun inenarrable Willem Dafoe como revisión del Doctor Frankenstein, otra novela que nutre el relato de “Poor things”, cosa que queda clara en la ambientación victoriana y gótica de Inglaterra.
En su puesta en escena encontramos muchos de los tics anteriores del cine de Lanthimos como esos ambientes opresivos de los que es complicado salir como el de “Canino” pero también el de “Langosta” y «El sacrificio de un ciervo sagrado», la falsa educación que engaña cual “mito de la caverna” de Platón para proteger junto a movimientos de cámara como el irritante “ojo de pez” que empezó a utilizar en “La favorita” y que aquí lleva al paroxismo, figura que entendemos para distorsionar la realidad como en los espejos valleinclanescos pero que visualmente es horrible, o los largos planos secuencia con steady de clara inspiración del Kubrick de “El resplandor”. A eso se suma que técnicamente es preciosa, con una gran fotografía de Robbie Ryan, con un cambio brutal en la paleta cromática que comienza en blanco y negro para pasar a una brutal saturación de color, acrecentada por unos decorados de estudio y telones teatrales que reflejan unos imaginados y casi expresionistas Londres, Lisboa, Alejandría o París.
“Pobres criaturas” es una buena muestra del cine radical de Yorgos Lanthimos que además está consiguiendo una millonaria taquilla. Un director que arriesga en cada proyecto y aunque no logre la perfección, sus largometrajes suscitan curiosidad y aunque no gusten no crean ni indiferencia ni una vez vistos se olvidan. En esta ocasión hay más cosas positivas que negativas y vista su repercusión sabemos que tenemos Yorgos Lanthimos para rato.
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