Hay que salir de la zona de confort. Llevo más de cien reseñas repartidas en cinco años largos y, quieras que no, acabas sacando patrones, no solamente puntos en común sónicos entre las bandas que también —joder, son la piedra angular de mis reseñas—, si no una especie de procedimiento estándar. No es que aburra, al final hay mucha variedad y muchísimos matices dentro de cada disquito, pero este tipo de cosas resultan refrescantes. Experimento Milgram debe su nombre a unas pruebas psicológicas hechas por el doctor Milgram —increíble pero cierto— donde analizaba hasta qué punto nuestra voluntad se disuelve cuando estamos en jerarquía. Venía a razón de las argumentaciones de criminales de guerra nazis, escudándose en cumplir órdenes como si eso desactivase su brújula moral. Ha habido ramificaciones en aquel simulacro de cárcel, o en la peli, también basada en un experimento real La ola (Die Welle). El caso es que esta banda es un fantasma. No es que sus componentes sean primos de Loquillo, que, a lo mejor también, sino que son seudónimos, es una banda que no pone la jeta, como Slipknot, o Gorillaz. Aún me acuerdo de aquel concierto de Gorillaz con una sábana enorme delante del escenario, haciendo que el público sólo viera las sombras de los músicos moverse mientras tocaban. Ya tengo ganas de darles cera, y aún no ha sonado el primer guitarrazo. Un, dos, tres… ¡Milgram!
Rumbo al sol. Al situarse en pop rock, me imaginaba algo menos contundente. Un bombo poderoso que marca el tempo a un bajo que ruge y una guitarra que puntea a lo Muse. Trallazos a los timbales por debajo de las estrofas. Veo el lado pop en los arreglos, en los estribillos, pero el alma es rock. Es como si Muse hubiera llamado a mi amigo Amón Ra, el voceras de Las Madres, para hacer un disco homenaje al Major Tom, el de Space Oddity. Estaba pensando también en Allein allein, de Polarkreis 18, otra de esas canciones que no deberían molarme, porque igual me quitan el carnet de heavy, pero me flipan.
Restos. Esto lo encajaría en el pop rock, pero literalmente. Pop como los donostiarras Correos en Incendiario, pero mezclado con Emigrate, la banda paralela de Richard Z. Kruspe, el guitarra de Rammstein, en Blood. Tiene algo adictivo. No es doble bombo y destrucción, ni guturales terribles, pero es áspero, es duro, y a la vez melódico. El estribillo imprime velocidad, como Deprisa, de mis amigos EspectroLobo (Eddie Owete siempre presente). Es una cosa curiosa, la guitarra y el bajo no van quemando púa, ni la batería es una ametralladora, pero da la sensación de tralla. Me pasa con los Atasko, de Basauri.
Nadie. Joder, ¿tiene algo de electrónica? Es la versión moderneta-alternativa del momento acústico/cantautor de cualquier banda rockera o heavy que se precie. Están oscilando hacia Kings of Leon en Sex on fire, con un poco de Coldplay. Al final va a ser verdad que son pop-rock. Ahora están en un punto más melódico y no tan contundente, aunque los estribillos, y sobre todo los coros, se te quedan a la primera. Es imposible escucharla y no bajar las escaleras silbándola.
Se suicidó el reloj. Staind en It’s a been awhile. De esas canciones y esas bandas que no son metal, ni pop, ni rock, ni grunge. Son un poco de todo y nada en demasía, como rezaban las puertas de los templos de Apolo. Nada más entrar la batería, ese teclado, que suena a theremín, es un pasote. Le han cogido el esquema a Rammstein: mínima incidencia instrumental en las estrofas y contundencia en los estribillos.
Quiero bailar. Ahora vuelven a un sonido Correos, por ejemplo en Animal Salvaje. Bajo poderoso emergiendo en sala de máquinas, una batería, que por cierto parece eléctrica, reducida a bombo y caja de golpeo sencillo, sin casi eco, replicante, para dejar la guitarra a cargo de acordes sueltos y punteos austeros, receta de U2, pero reinterpretado de una forma alternativa —como si existiera un rock ortodoxo con mandamientos escritos en piedra.
Cuando murieron los besos. Joder, ¡un poco de western! Late el espíritu de Ennio Morricone, del Ecstasy of gold que me quita todos los males, por debajo de esas guitarras y de la voz apagada del vocalista. También puede ser que me he fumado The last of us (la serie) del tirón, y me recuerda un poco a la banda sonora. Cuando entran los estribillos, con un poco de violines, vuelven a su sonido original, como en Nadie. Que la vida sin color no pinta nada / y las deudas parapetan la razón / las excusas nos condenan al fracaso / tengo miedo de ser yo, miedo de ser yo. Angustia existencial en pleno capitalismo post mortem plasmado en cuatro frases.
Tonto el último. Me había quedado jodido comparándolos con U2 porque no veía un paralelismo claro con Bullet The Blue Sky en el inmortal The Joshua Tree. Si no te mola, fuera de mi iglesia. Vale que cuando entra la sala de máquinas en funcionamiento, divergen, pero tienen un nexo en común. En cuanto a las letras, a la temática, es una continuación de Cuando murieron los besos. Una crítica al individualismo —que no es exactamente individualismo, sino anticolectivismo— que nos preside a martillazos. Y si somos del barco las ratas y el capitán saltó / y el Levante nos lleva en volandas, habrá que hacer un dios / un culpable de nuestra suerte, lo matamos si no convence / el naufragio es inminente y tonto el último. Identificarse con un partido político como con un equipo de fútbol, un equipo de fútbol como una religión y empezar cualquier argumentación con un «¿y los tuyos?». Y el refrán del cura: haz lo que yo digo, no lo que yo hago: los dos grandes mandamientos para ser un triunfador.
Queriendo a nadie. Tiene un poco de Fortune Faded, de Red Hot Chilli Peppers, aunque el bajo no hace tanta filigrana como Flea y la voz es completamente diferente. El caso es que Emigrate en Revolution, también tiene un aire, para dar paso a una guitarra más leñera, una distorsión más rockera, casi stoner. De las más contundentes, sin llevar un ritmo desbocado.
Hazme una señal. Volvemos al espacio a ver al Major Tom. Tiene un poso Kraftwerk en Space Lab. Cuando entran las guitarras, la voz se desgarra un poco, canta con mala leche, como se lamenta uno de un gol encajado en el descuento. Por otro lado, los estribillos tienen una capa de luz que oculta el tema de las letras. Esta es de esas canciones que hay que escuchar varias veces, porque el continente y contenido discrepan.
No soy como tú. Última parada. Sigo pensando en una mezcla de Emigrate con Muse y Kings of Leon. Como si Help me, de los primeros, tuviera una colaboración masiva en el último concierto de una larga gira.
En resumidas cuentas, no puedo ponerlos a parir porque, como no tienen jeta, igual unos mendas con bolsas en la cabeza me dan un palizón en una campa, así todo muy bien. Nah, ya hablando en serio, esto es un rock alternativo, que oscila en torno a varias fuentes y no se ahoga en ninguna y termina por ser inclasificable, pero tiene esa pose melódica que hace que se silbe fácil y rápido.
Para los que se pirran por misterios, enlaces de la banda:
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