Es bastante complejo trasladar un videojuego a la pequeña, o gran pantalla. De hecho, a pesar de algunos éxitos de taquilla como buena parte de la saga de “Resident Evil”, lo normal es que no funcione su paso desde las videoconsolas al celuloide a nivel artístico con “batacazos” del nivel de “Uncharted”, “Tomb raider”, “Prince of Persia”, “Doom”, “House of the dead” o “Need for speed”. Quizás la mejor sea la traslación a imágenes del “Silent Hill” de Christopher Gans, juego de terror que se convertía en un producto más que digno.
También de terror era el juego de “The last of us” que ahora HBO Max acomete en formato serie con los creadores Craig Mazin y Neil Druckmann como principales responsables. Nueve episodios de los que consta esta primera temporada que a pesar de los altibajos mantiene un tono medio notable. Se mantiene la historia donde un superviviente de un holocausto “zombie” debe llevar con la resistencia a una niña inmune a la pandemia para que puedan estudiar una cura para la humanidad mientras que el mundo se ha venido abajo, los militares asesinan sin control y los pocos supervivientes luchan por su vida de cualquier manera, sea uniéndose en grupos o creando escuadrones de la muerte para saquear y matar a sus congéneres vivos y no sólo a los no muertos.
Como sucedía en la excelente “La maldición de Hill House” de Mike Flanagan o en las buenas temporadas de “The walking dead”, el espectador espera un espectáculo terrorífico pero se queda por el drama y los conflictos generados en los personajes, ya que los muertos vivientes son una excusa para narrarnos la caída en la maldad del ser humano cuando tiene que solventar una tragedia global, siguiendo la máxima de Hobbes que explica que “el hombre es un lobo para el hombre”. Ningún personaje de la serie, comenzando por los protagonistas, tiene una bondad absoluta. De hecho, se acercan más a la maldad en su lucha por sobrevivir. El amor los convierte en asesinos. Y escribo amor pues el componente romántico lo podemos ver en varios episodios. En la relación casi platónica heterosexual que acaba de forma abrupta en el segundo episodio, la de dos maduros hombres en el tercero que acaba con un alegato a favor de la eutanasia, la de las dos jóvenes lesbianas en el séptimo y el desenlace casi paterno- filial del último. Relaciones que suelen acabar mal, con la muerte o el sacrificio de uno de los miembros y que a pesar de algún toque “sentimentaloide” están bastante bien tratados.
Y ese guion que funciona razonablemente bien se ve potenciado por una puesta en escena apocalíptica, no original pero sí efectiva y unos actores con entidad en los que destaca un Pedro Pascal, cada vez más asentado en esto de las series, y la joven Bella Ramsey quien hasta ahora era conocida en otro personaje de carácter como era la niña reina en “Juego de Tronos”, junto con secundarios de entidad como Anna Torv o Diego Luna.
Lo que sí parece claro es que “The last of us” es lo mejor que se ha hecho para televisión procedente del mundo del videojuego (sí hablamos de acción real porque en animación (sobre todo japonesa) sí se han filmado cosas interesantes) como “Silent Hill” tiene ese honor en la gran pantalla. Lo cual, sorprende pues recordemos que la cinta de Christopher Gans es del 2006, por lo que han pasado más de quince años para poder ver un producto de esta calidad y donde los defectos de los personajes son su principal virtud pues así podemos imaginar un mundo desolado donde haya sido aniquilada la civilización moderna. Joel y Ellie no son malos pero cometen actos de maldad para intentar mantener la vida. Y entre sus víctimas podemos ver terribles conflictos pues no sólo se dedican a mostrarnos sus crímenes sino, en muchos casos, la tristeza por la muerte de un padre, de un amigo o una pareja. Y eso engrandece a “The last of us”.
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