En un final de 2022 marcado por el estreno de la segunda parte de «Avatar» que ha casi monopolizado la taquilla y la mayor parte de la emisión en salas han existido otros títulos que han llegado a nuestras pantallas y que casi han pasado ocultos por nuestra cartelera, asolados por el “tsunami” del largometraje de James Cameron.
Una de estas películas que han llegado en estas fechas es “Reza por el diablo”. Y no es extraño que este modesto filme haya convivido con otros de mayor presupuesto y expectativas mayores pues el cine de terror tiene un público fiel, en su mayoría joven que no necesita de grandes estrellas ni directores consagrados sino lo que buscan es pasar miedo durante una hora y media, tanto con sustos de guion como con efectos especiales. “Prey for the devil” pertenece más a la segunda categoría que a la primera pues los golpes de efecto se basan en trucos de maquillaje y efectos visuales en la línea de los que inventó William Petter Blatty con el guion y William Friedkin en la dirección de “El exorcista”.
Aquí el responsable es Daniel Stamm, un especialista en cine de horror y que debutó con otra cinta de temática similar como fue “El último exorcismo” que gozó de cierto éxito en su momento. Stamm toma los clichés de este subgénero y lo pasa por el tamiz de los nuevos tiempos quedando un producto algo ridículo en más de un momento y que apenas ofrece ninguna sorpresa en un “libreto” de Robert Zappia que no brilla por su originalidad y del que Stamm tampoco saca demasiado partido con su rutinaria puesta en escena basada en los movimientos espasmódicos de los poseídos, una fotografía oscura y una banda sonora que sirve como efecto sonoro para asustar al pobre espectador subiendo el volumen.
Lo que tenemos aquí es una joven monja traumatizada por la muerte de su madre esquizofrénica que trabaja en una escuela de exorcismos en Boston. Ella quiere ser exorcista pero los superiores no lo toleran pues es una labor destinada sólo a sacerdotes. Pero como querer es poder, la religiosa se empodera y empieza a asistir a clases para luchar contra el demonio. El cura profesor ve que tiene talento y empieza a batallar contra el mal aunque en el camino tenga algún importante error, castigado por el cardenal, que podrá enmendar con un delirante final con la monja vestida con sotana y alzacuellos en búsqueda de vencer contra el diablo supremo. Entre medias hay niñas violentadas por los espíritus, mujeres embarazadas con monstruo en el interior y tedio…mucho tedio.
El problema no es la falta de ideas nuevas sino su plana realización y la poca capacidad para generar verdadero terror, además de un delirante guion que no queda claro si lo que intenta es una mejora de la iglesia católica o una crítica a esta. Por un lado parece que propone al clero como única forma de luchar contra el diablo pero por otro lado se critica el machismo operante. Lo que sí es divertido sucede en una de las clases para las monjas donde vuelve la “leyenda negra” al hablar de la quema de mujeres por parte de la inquisición española. Está demostrado que la mayor quema de brujas sucedió en la Europa luterana y calvinista pero es de estas cosas que han llegado a nuestros días sin que nadie diga nada. Por cierto, de forma bastante pueril también parece que se intenta ofrecer un debate sobre ciencia (psiquiatría) y religión. Pero sus responsables no son Lou Reed cuando escribe “Magician”, la mejor dicotomía escrita sobre el tema.
Cine de género, con algunas pretensiones que terminan por naufragar y con un reparto encabezado por la poco conocida Jacqueline Byers pero que entre sus secundarios aparecen rostros más famosos como los de Virginia Madsen y el mítico Harold Abrahams de “Carros de fuego” Ben Cross.
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