Antes de empezar, fe de erratas. Malabrava eran cinco horsewomen cuando grabaron este disco, hecho a dos guitarras, y ahora han pasado a cuarteto, con una sola sicaria de las seis cuerdas. Si hay desajustes en la nomenclatura, si digo «guitarra» y no «guitarras», o menciono a cuatro cuando son cinco… no se me ofenda nadie. Al fin y al cabo, soy el que menos sabe de música de los presentes.
Hay gente que te saca una sonrisa en cuanto los mencionas. Sólo pensar en alguien, y te ríes. Con Malabrava me pasa eso. Tengo trato con todas, con Raquel de cuando eran un quinteto, y en esta nueva etapa de four horsewomen en especial con Andrea, la voceras. Su música mola, y ellas molan también. Es un rock con muy buen rollo, divertido, bailable (aunque yo bailo como los de Snoopy), que me hace ver la razón de tirar estas líneas: el día que no me divierta, lo mando todo al carajo. Un, dos, tres: ¡Malabrava!
Enredadera. Los diez primeros segundos son la clave de todo este EP. Una guitarra que es una enredadera, un bucle, sobre el que se va desenrollando la canción, como si rodase colina abajo. Seguro que lo digo más veces, pero es Margui, la batera, la que lleva el peso de la banda. No la lleva a cuestas, la empuja como la pala de un vertedero. A base de platos grandes y un mini redoble de caja enlazado con el bombo como si fuera por encaje de bolillos, crea un ritmo magnético que se acopla perfectamente a la guitarra de Rocío y el bajo de Sofía, creando una especie de napalm a lo Chuck Berry en la que la voz de Andrea juega. No tiene otra palabra. Es como si nos cantara el Aserrín, aserrán, campanitas de San Juan, pero muy rockero todo. He visto el videoclip, y algún directo de estas cuatro y Andrea no para de moverse, de bailar, como Uma Thurman en Pulp Fiction. Si en las estrofas quitas la voz, con ese bajo monolítico y la batería que es como la muesca de una broca, ves a The 5 6 7 8s en Woo Hoo. Si no has visto Kill Bill, fuera de mi iglesia.
Qué rabia. Otra vez el mismo comentario, Margui se lo come todo. Es ese tiro de timbal y ese bajo cabroncete, con esa voz que parece que va a anunciar un crecepelo en una peli del oeste, o la presencia de la mujer barbuda o el forzudo, lo que nos pone sobreaviso. ¡Atención! Barrera idiomática. Me sacas de questa squadra é molto forte y del Una mattina mi son svegliato, y adiós mi italiano, así que el análisis va a ser más visceral que racional. En el momento que han arrancado, la batería vuelve a ese rollo magnético que se lleva, con un bajo que salta de una cuerda a otra mientras el guitarreo puntea y despegan a un estribillo que trae a la mente a los Gorillaz de 19-2000, a un ritmo más acelerado, pasado por un filtro garajero, tosco, que no guarro, y, sobre todo, lleno de energía.
Fotografía de Iván Muñiz
Matahari surf. ¡A los indios, que vienen los caballos! Después del riff inicial, aportación de una Raquel lanzada en el estudio, con Andrea llamando a los comanches a la batalla, se ha creado una especie de volcán instrumental. Es una locura lo que hacen bajo y batería, es como ver una tuneladora agujereando el suelo bajo nuestros pies. Mis cascos están a punto de echar a hervir, como una olla bajo el fuego a todo trapo. Prácticamente instrumental, consigue ser a la vez muy tarantiniana, muy cachonda, muy americana y muy árabe. Dick Dale en Misirlou —es posible que el título no te suene, la de los créditos de Pulp Fiction— es un buen paralelismo a estos tres minutitos de jugar al medievo con nuestro culo que se han sacado de la manga estas forajidas.
Gánster. Este es el ejemplo de por qué mi ego, de 1 a 10, nunca pasa del 3. Escucho la canción, y entiendo Ella es cáncer… que si mutila, que si mata… y pienso: joder, ¿hablan de la enfermedad? ¿Hablarán de una fría asesina, como las novelas de Nikita? Y empiezo a hacerme mil pajas mentales pensando en qué tipo de analogía han creado, que lección de historia me estoy perdiendo… hasta que llega la navaja de Okham: estoy gordo, como una tapia. ¡Abuelo, que he dicho Gánster! ¡Gánster, so merluzo! Me berrea Andrea. Hala, ahora vete a presumir de escritor chuleta multipremiado cuando me tienen que llamar a grito pelado, como a la abuela de la fabada. Más allá de mis pajareos acústicos —que, por supuesto, es culpa de Malabrava, que no hablan clarito—, la banda nos trae una sirena vocal (me las estoy imaginando con la cabeza asomada por la ventanilla mientras van a toda hostia por una avenida) que precede a ese ritmo marca de la casa. Esta sí que nos cuenta una historia. Una versión femenina de James Bond, que se dedica a seducir, que juega con la dominación, dominar o hacerse ver dominada, para, cuando menos te lo esperas, darte matarile. Me estaba acordando de Nikita, la serie noventera, por la forma de exponer el personaje. Ahora, que cuando oyes el RATATATATATA, no me digas que no vas a gritar echemos abajo la estación del tren.
Jinetas. Para los amigos, horsewomen. Instrumental trallera, con ese poso a lo Ennio Morricone en The Good, the bad and the ugly. Malabrava va más rápido, pero tiene ese poso del poncho de Clint Eastwood lleno de mierda y aquella frase: hay 2 clases de personas en la vida, los que tienen la pistola y los que cavan. ¡tú cavas!
Fotografía de Pablo Medrano (Surfmusicphotography)
Desastre natural. Se nos escapó el disquito como agua entre los dedos, ahora que le estaba cogiendo el hilo. Bajo a toda hostia, al que se acoplan las guitarras, y la batería, que pierde el redoble de caja en el riff principal, lanzan un pepinazo que recuerda a Las perras del infierno en Somos las perras (qué banda más cojonudísima), pero que en las estrofas pasa a un rollo Apuesta por el rock´n´roll, la de MásBirras. Qué sí, que Bunbury no sé qué, pero, si hay que elegir una versión, la de mi colegui Javi Faraón. Llevo aquí un tsunami en la entrepierna. Esa frase sería ideal para una pegatina en el maletero de tu coche. Cuando entra el estribillo estoy pensando en Agua Bendita, la banda y la canción. Semos agua bendita y queremos que el Papa dimita. También tiene un rollo al soy un macarra, soy un hortera, voy a toda hostia por la carretera.
Y hasta aquí hemos llegado. Seis relámpagos en menos de un cuarto de hora que demuestran la creatividad, ese motor invisible que hace a esta banda seguir rulando como el motor de mi afeitadora. Tengo ganas de verlas en directo, a ver qué pueden hacer.
Fotografía de Pablo Medrano (Surfmusicphotography)
Para los garajeros rocanroleros, enlaces de la banda.
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