Como ha sucedido con la cuarta temporada de «Stranger things», los responsables de esta sexta (y, en principio, última) de “Better call Saul” se divida en dos partes aunque con poca diferencia cronológica pues para julio está anunciada la conclusión.
Y es verdad que los primeros episodios tardan algo en arrancar, más si comparamos con la extraordinaria recta final de la quinta, dividiendo la trama en dos nudos principales: por un lado Jimmy y Kim intentando acabar con la reputación de Howard mediante todo tipo de triquiñuelas y trampas y por otro lado Lalo Salamanca en busca de la verdad sobre quien le traicionó en su casa y aprovechando que le consideran muerto, viaja a Alemania para comprender que negocio tenía Gustavo Fring (el laboratorio subterráneo construido en la cuarta temporada y que tan importante resultó en “Breaking bad»). Quizás echemos de menos el importante eje que marcan el propio Fring y Mike Ehrmantraut que, en esta primera etapa, han perdido buena parte de su protagonismo aunque a buen seguro que en la finalización vuelven a contar con una de las subtramas claves en la resolución.
En estos siete capítulos se nota que sus creadores Vince Gilligan y Peter Gould han decidido proponer un “crescendo” narrativo que vaya de menos a más aunque rodado con el fantástico ritmo de siempre. Es cierto, que Lalo Salamanca gana muchos puntos como villano, convertido en una amenaza constante y contra el que a buen seguro llegará el duelo final que unirá los destinos de la dupla Mike y Gustavo con Saul (Jimmy) y Kim contra el clan Salamanca. Gilligan y Gould nos van preparando para lo que promete ser una tragedia (marcada por el destino) que conforme la personalidad de todos los roles que vimos en “Breaking bad”. Para ello, nos ofrece dos muertes de entidad, en personajes secundarios de altura que nos prepara para un final a la altura del extraordinario tono que ha tenido la serie en el pasado y que podemos ver desde el prólogo del primer capítulo donde se cambia al Saul Goodman del presente trabajando en un modesto comercio en un centro comercial, con el miedo constante a ser descubierto, por una mansión tomada por las fuerzas del orden mientras se llevan como pruebas todos los lujosos trajes y mobiliario.
En cuanto a los intérpretes todos siguen rayando a gran nivel, comenzando por la pareja conformada por el cada vez mejor Bob Odenkirk y Rhea Seehorn que se guarda otro comodín pues también dirige un episodio. No es la única persona en el reparto que se pasa detrás de las cámaras pues Giancarlo Esposito también es responsable en otro capítulo, alternándolo con su ambiguo Gustavo Fring. Ganan peso dramático el Howard Hamlin de Patrick Fabian en un lento pero inexorable “descenso a los infiernos” y el Lalo Salamanca de Tony Dalton, perdiendo peso un casi co-protagonista como el Mike Ehrmantraut de Jonathan Banks y el Nacho Varga de Michael Mando. Aun así, sin llegar a los límites de excelencia que ha mantenido la serie, sí parece una antesala que prepare para la explosión final donde se desate la muerte y destrucción que convirtió a los protagonistas en los despiadados y amorales seres que conocimos en la serie matriz, todavía con la duda de si aparecerán Jesse o Walter White. Y a pesar de esa sensación de transición al desenlace esta primera parte de la temporada sigue manteniendo un tono medio notable y en algunos momentos absolutamente genial. Sólo por eso merece la pena.
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