Hay que reconocer la capacidad de Loquillo de reinventarse sin perder la esencia de ese rock& roll que le ha acompañado desde sus inicios. A estas alturas nadie le puede negar una trayectoria musical mayúscula, llena de discos que son parte de la “educación sentimental” de un buen número de personas a ambos lados del Atlántico. Un nombre fundamental para entender la historia del rock en español y como mantener actitud, y aptitud, ante públicos de todo pelaje, condición y poder adquisitivo. Y lo mejor del tema es que en estas idas y venidas, inviernos que van pasando sigue haciendo discos más que decentes como “Viento del este” o el anterior «El último clásico».
Ahora, con la estupenda banda que le acompaña desde hace lustros, con la base rítmica estratosférica que componen Alfonso Alcalá en el bajo y Laurent Castagnet en la batería, el teclado de Lucas Albadalejo, la guitarra de Mario Cobo y las otras seis cuerdas de dos ejes fundamentales como son Josu García (pues produce los Lp´s con mimo y cuidado) e Igor Paskual (mano derecha y compositor imprescindible de unos cuantos temas de su ya larga época en solitario, ofrecen el, quizás, mejor álbum desde hace décadas. Una joya que une pasado y presente y que lleva por título “Diario de una tregua”.
Buena parte de culpa la tienen sus tres compositores pues se unen el clasicismo y las letras de envergadura de Sabino Méndez representando los inicios, el poeta Gabriel Sopeña parte fundamental en la fase intermedia, cuando Loquillo parió joyas como “La vida por delante” e Igor Paskual como presente y una de las personas que mejor conoce a José maría Sanz en la actualidad, cosa que hemos visto cuando hemos visto actuar al músico asturiano tanto en solitario como con el «Loco». De hecho, la apertura de “Diario de una tregua” es toda una declaración de intenciones de Paskual con “El rey”, una maravilla reconocible donde reclama el cetro musical que, sin falta modestia, cree corresponderle (a él, a su formación y a sus múltiples seguidores): “Como es posible ser el rey y escribir mi propio ley…sin apellidos compuestos, sólo estribillos perfectos…sin llevar sangre azul”. Tras ello guiño ochentero con una nueva versión de “La mafia del baile” (en esta ocasión “la mafia del baile, la ley del compás”), una joya de Sabino Méndez con paralelismos con “Morir en primavera”. Grandísimas canciones que daban título a grandes álbumes pero que nunca tuvieron la repercusión merecida por no aparecer en el “A por ellos…que son pocos y cobardes”. “Sonríe” tiene ese toque Sabino de siempre en un medio tiempo fronterizo, casi tex-mex con una producción genial de Josu García. Y si el inicio es magnífico aparece “Velas a San Antón”, casi tres minutos y medio de perfección sonora uniendo rock, funk e, incluso, jazz manteniendo la actitud “chulesca” y cierto poso pesimismo que se acrecienta con el poso nostálgico y melancólico de “Somos la furia”, un medio tiempo que nos lleva a otro tiempos pretéritos (puede que no mejores pero sí más sencillos). Continuamos con “La lluvia dice”, otra de esas letras de Sabino para el recuerdo mezclando lo culto y lo popular, con un ritmo del Loquillo de los últimos tiempos y un acertadísimo estribillo que nos conduce a uno de esos cortes con vocación de himno como es “La libertad” que parece un híbrido entre el “Libertad, libertad, libertad” de Jarcha y la canción francesa pero siempre bajo el eje rockero.
“Diario de una tregua” afronta su recta final con “Todo tiene su sabor” reconocible para todo el que haya seguido a Loquillo, con metales integrados, coros rockabilly y letra en verso libre en una canción más positiva que el resto (como sucedía con “Días mejores” en el “Mientras respiremos”), a la que sigue la monumental “Historia de dos ciudades” que a ritmo a lo Bruce Spingsteen nos sintetiza Gabriel Sopeña el espíritu de la novela de Charles Dickens. Y es que por cosas como esta hay que descubrirse ante Loquillo antes de cerrar con “Voluntad de bien” con compases de requiem militar que nos recuerda en intenciones a “La mala reputación” y ese cancionero francés que va desde George Brassens a Jacques Brel que casa a la perfección con “Historia de dos ciudades” se ambientaba en la Revolución de 1789.
“Diario de una tregua” se debe convertir en uno de los discos del año, uno de los mejores trabajos del genial vocalista barcelonés en muchos años donde se unen, como en la obra maestra de Max Öphuls “La ronda”, la nostalgia, la chulería y la arrogancia del pasado pero sabiendo lo que ha conseguido en el presente. Loquillo es historia y con discos como este su leyenda se engrandece.
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