Hasta ahora la trayectoria del norteamericano Robert Eggers había transitado por el cine de autor, de la mano de la productora A24 con dos importantes obras como su estupendo debut con “La bruja” y la interesante «El faro». Con “El hombre del norte” deja el cine independiente para dar un paso más allá y enfrentarse a una película de gran presupuesto.
Y a pesar del aparatoso nivel de producción, Eggers no ha cedido un ápice en su forma de narrar, envolviendo a su historia de venganza vikinga de un halo de realismo mágico, de pensamientos que se funden con la realidad a un nivel psicológico profundo como ocurría en sus dos primeros largometrajes, contando una epopeya cuyo nexo conductor en la venganza en un guion co-escrito por el propio Eggers y donde se puede observar esa fuerza del destino que mueve al protagonista como suele suceder en todas las tragedias, con unos personajes sin posibilidad de elección.
El joven protagonista está marcado por la muerte de un ser querido que al crecer y convertirse en una auténtica mole tiene la ocasión de vengar su afrenta de niño, lo que le emparenta si hablamos de cultura popular con Conan, sobre todo en la versión cinematográfica de John Milius. De hecho, podemos sustituir a Schwarzenegger por las primeras secuencias de Alexander Skarsgard sin problema. Lo que sucede es que dentro del “libreto” también hay lugar para el “Edipo Rey” de Sófocles y el “Hamlet” de Shakespeare. Y según avanza las más de dos horas y cuarto de metraje todo conduce a un encuentro final en las puertas del infierno, en un escenario imaginado a los pies de un volcán en erupción.
Pero si lo que se cuenta es notable, mejor es como se cuenta y en eso Eggers demuestra toda su pericia y talento. Bien es cierto que su ritmo cadencioso y pausado, con una banda sonora que parece sacada de un disco de Wardruna, puede distanciar en algunos pasajos pero el tono medio es notable y en algunos momentos sobresaliente, con un uso de la luz y la sombra que acrecienta esa sensación de sueño o pesadilla, sumado a momentos cercanos al expresionismo alemán en la fotografía de Jarin Blaschke o el cine de terror, con un enemigo invisible que masacra sin piedad a las tropas del caído rey en desgracia.
Eggers maneja los tiempos y el ritmo narrativo de forma admirable, apoyado de unos efectos visuales y de sonido integrados en la narración y una dirección artística convincente y resultona. En el aspecto técnico nadie puede ofrecer una crítica razonada, salvo sus arriesgadas maneras en el montaje y en las anteriormente citadas ensoñaciones de los personajes que cambian escenarios de lo que ven a lo que imaginan.
Además la pareja protagonista funciona con un eficaz Alexander Skarsgard y una sobresaliente Anya Taylor-Joy que no en vano fue descubrimiento de Eggers en “La bruja”. Entre los secundarios funcionan los antagonistas Claes Bang y Nicole Kidman y con menor papel vemos a Willem Dafoe, Ethan Hawke y a una aterradora Björk, cuya bruja es toda una representación del destino y de la parca.
“El hombre del norte” gustará a los seguidores de Robert Eggers pues no ha dejado atrás la constantes de su cine pero tampoco creo que decepcione al público más convencional que es sencillo que encuentre referencias en series de gran calado popular como “Vikingos” o “Juego de tronos”. Una maniobra inteligente que viendo el rédito de taquilla hace suponer que la carrera del brillante cineasta puede seguir aumentando su recorrido en Hollywood, manteniendo el riesgo de su forma de entender el cine.
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