A sus 82 años y más de 50 años de carrera, Paul Verhoeven sigue al pie del cañón. El particular director holandés ha hecho prácticamente de todo, siendo más conocido por sus trabajos en Hollywood dentro de la ciencia ficción (Robocop, Desafío Total, Starship Troopers) o el thriller erótico (Instinto Básico). A estas alturas, ya poco o nada tiene que demostrar. Con una carrera como la suya podría perfectamente tumbarse a la bartola y vivir de las rentas pero Verhoeven prefiere seguir levantando ampollas a diestro y siniestro. Con Benedetta Verhoeven viaja al Renacimiento italiano para demostrarnos que en 500 años la sociedad no ha avanzado tanto como nos gusta creer. Vamos, que siempre ha habido charlatanes dispuestos a sacar provecho de la ignorancia y la buena fe del pueblo llano. Hablando en plata, las fake news no son cosa de este siglo.
Muchos dirán que Benedetta es un film blasfemo o sacrílego. Puede que tengan razón, es innegable que hay escenas de sexo entre dos monjas y que incluso se hace un uso impropio de una talla de madera. Vamos, que a Verhoeven no le es ajeno el escándalo ni el erotismo, no olvidemos que son suyas Delicias turcas (1973) y ese desastre llamado Show girls (1995). Pero este Verhoeven no se centra únicamente en la epidermis de sus protagonistas (que también) sino que profundiza mucho más allá. Con esta historia Verhoeven bucea en las motivaciones humanas y sus más bajas pasiones. En ese sentido me recordó a su excelente película El libro negro (2006).
En Benedetta tenemos al mejor Verhoeven, ese que no cree en el ser humano. Su guión es un muestrario de comportamientos egoístas en el marco de un monasterio mientras la peste asolaba Europa. Una época convulsa llena de incertidumbres y miedo que no está de exenta de paralelismos con la pandemia actual. Queda claro que Verhoeven no cree tampoco en instituciones como la iglesia católica, no es que no crea en Dios, sino que no cree en las personas que dicen creer en él. Para los poderosos de Verhoeven la mentira no es un problema siempre y cuando les beneficie. Esta premisa en manos de otro director podría haber generado un ladrillo infumable (estoy pensando en Michael Haneke) o un film erótico (estoy pensando en Tinto Brass), pero Verhoeven sabe a lo que ha venido y se dedica a contar su historia evitando caer nunca en el aburrimiento. La historia tiene su miga y sus múltiples interpretaciones. Estamos ante un guión que hace pensar y debatir a los espectadores. Realmente, las escenas menos interesantes son las de sexo, quizás debido a que no aportan esa ambigüedad tan propia de su director.
Lo peor de Benedetta es quizás su presupuesto demasiado ajustado, algunos efectos especiales o escenarios hubieran necesitado un presupuesto mayor. Es lo que pasa por huir de los presupuestos holgados de Hollywood y no venderte a sus ridículas historia para niños.
¿El reparto? Pues más que correcto, debo destacar a Virginie Efira como Benedetta y a la veterana Charlotte Rampling (que parece últimamente encasillada en papeles de monja) .
Más directores como Verhoeven nos hacen falta. Que nos dure muchos años.
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