Segunda película que comento en poco tiempo de Edgar Wright. Y sí, la música es un elemento clave de la misma. Esta vez estamos ante un documental sobre ese dúo inclasificable llamado Sparks. Para quien no los conozca, tiene un trabajo por delante realmente arduo: 50 años de carrera, 25 discos y más de 300 canciones. Realmente no hace falta empaparse de toda su discografía, ya sabemos que ahora hay listas en todas la plataformas digitales con lo más destacable de cada artista. El problema es que con Sparks esta tarea se me antoja bastante simplista ya que no hay unos únicos Sparks, hay muchos.
En su larga carrera Sparks han sido una banda que ha cambiado constantemente de estilo, del rock de sus inicios fueron evolucionando incesantemente de un lado hacia otro. Depende de cuando los hayas conocido será para ti un grupo de glam rock con Hitler de teclista, un grupo dance, un chiste demasiado elaborado o simplemente unos tipos con ganas de romper tabúes. Lo cierto es que Sparks es todo eso y más. Rusell Mael y Ron Mael son dos hermanos que nunca han dejado de explorar su propio camino en la música sin importarles la repercusión comercial de sus discos.
Wright se sirve de los testimonios de los propios hermanos Mael para desentrañar el misterio que rodea al grupo. Sin embargo sus testimonios son tan herméticos y surrealistas que de poco sirven. Una de las reglas que parecen imperar en toda su carrera parece ser: no te tomes a ti mismo demasiado en serio. Por cierto, me sorprendió que nacieran en California, siempre pensé que serían alemanes o austríacos, su música y su humor no me parecían norteamericanos. Wright ha buscado testimonios de gente que adora a Sparks como Flea, Beck, Giorgo Moroder, Neil Gailman, Erasure o miembros de Duran Duran y New order. La influencia de Sparks no puede ser más evidente en los últimos 40 años, aunque ellos no son demasiado conocidos. Han tenido éxito, sí, pero siempre han huido de él, convirtiéndose en un grupo de culto. Para dar forma a la historia del singular dúo Wright ha usado animaciones y miles (no exagero) de imágenes de archivo así como decenas de vídeos de actuaciones de lo mas jugoso. Todo ello para realizar un completo recorrido por la trayectoria del dúo, nada se dice de su vida personal. Los excéntricos Sparks prefieren seguir siendo un misterio, cosa que agradezco.
El problema de The Sparks Brothers reside en su intención casi académica. Dado el incesante torrente creativo de los hermanos Mael, su discografía es casi inabarcable. Desde su primer trabajo hasta la banda sonora del film Annette de Leos Carax, cada disco es analizado, cada portada desentrañada y cada giro de timón registrado. Con lo que el documental se va a unos 141 vertiginosos minutos. Lo cual puede resultar agotador y le hace perder enteros al documental. Sinceramente, recomendaría haberlo dividido en 2 partes o haber reducido su metraje unos 20 minutos. Incluso resultándome muy interesante, acabé exhausto.
Ahora adoro todavía más a este dúo de extraterrestres, pero casi me dejo los ojos y el cerebro en el intento.
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