Ahora que está en boca de todos la Dune de Dennis Villeneuve, creo que es el momento ideal para analizar el primer intento de adaptación cinematográfica del libro de Frank Herbert. La historia detrás de este fracasado proyecto es una fascinante odisea.
Publicada en 1965, Dune nos sitúa en un universo gobernado por un decadente imperio galáctico dividido en múltiples casas que luchan entre ellas por el poder. El imperio basa su economía en una especia que se extrae del planeta desértico Arrakis, también llamado Dune. Dicha especia (o melange) es necesaria para los viajes de las aeronaves y quien controle la especia controlará la galaxia. La especia también es usada por la orden religiosa de las Bene Gesserit como potenciador de poderes mentales, por lo que su valor crece exponencialmente. Los habitantes de Arrakis, los fremen, viven en armonía con su desértico mundo. En medio de una gran inestabilidad política, la casa Atreides se instala en Arrakis para garantizar el suministro de especia para la cofradía o CHOAM, la compañía que tiene el derecho en exclusiva de explotación de la especia. Tanto los Fremen como las Bene Gesserit buscan la llegada de un mesías (Muad’Dib para los fremen y Kwisatz Haderach para las Bene Gesserit). Quizás Paul Atreides sea el mesías esperado por unos y temido por otros.
A pesar de estar situada en el lejano planeta de Arrakis, en Dune no es difícil encontrar analogías con la realidad. Obviamente, el melange se asemeja sospechosamente al petróleo, el imperio se parece a Estados Unidos y la Cofradía podría ser la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Herbert se toma su tiempo en presentar a los personajes y el inestable equilibrio de poderes de la galaxia. Pero pasado el primer tercio del libro, éste atrapa al lector como si de un agujero negro se tratara. Dune ganó los premios Hugo y Nébula en 1966 convirtiéndose en una obra clave de la ciencia ficción de la segunda mitad del siglo XX, pero adaptarla a la gran pantalla a principios de los 70 fue una verdadera epopeya de trágico final.
El primer intento fue del productor Arthur P. Jacobs (productor de la saga de El planeta de los simios) quien compró los derechos del libro pero murió en 1973 a causa de un infarto. Los derechos fueron comprados por el multimillonario francés Michel Seydoux que ya había distribuido otros films de Alejandro Jodorowsky como La montaña sagrada o El topo. Dice Jodorowsky que una noche soñó que debía rodar una versión de Dune incluso antes de leer el libro, Seydoux tampoco lo había leído pero accedió a comprar los derechos ante el entusiasmo de Jodorowsky. Éste quería hacer un film alucinógeno que hiciera sentir al público como si hubiera tomado LSD y abriera su mente a nuevos niveles de consciencia, casi nada. Lo cierto es que Dune contiene no pocos elementos (religión, profecías, ritos iniciáticos, mesías, drogas, éxodos, toneladas de ambición e imperios decadentes) que casaban bastante con el transgresor surrealismo propio de Jodorowsky, tan aficionado a provocar el pánico en el espectador.
Aunque parezca increíble, Jodorowsky llegó a tener muy avanzado el proyecto. Incluso tenía contratado a Salvador Dalí para interpretar al emperador. Dalí hizo honor a su sobrenombre de ávida dollars y pidió 100.000 dólares por hora, convirtiéndose en el actor mejor pagado del mundo. Jodorowsky modificó el guión haciendo que el emperador usara un robot como señuelo, así la presencia del emperador en pantalla se veía bastante reducida y contrató a Dalí sólo por una hora. Las excéntricas exigencias de Dalí incluían rodar en su casa de Cadaqués y que su personaje se sentara en un trono/inodoro de su propio diseño formado por dos delfines. Una locura surrealista.
También Jodorowsky logró contratar a Orson Welles para interpretar al pérfido barón Harkonnen. Welles estaba muy descontento con el cine de la época. Ya no era un arte, lo consideraba un negocio sin alma en manos de banqueros. La época actual le hubiera horrorizado. Jodorowsky convenció a Welles asegurándole durante todo el rodaje los servicios del cocinero favorito del orondo autor de Ciudadano Kane. No se vayan todavía: Pink Floyd iban a realizar la banda sonora, las naves serían diseñadas por Chris Foss, los decorados correrían por cuenta de H.R. Giger (por recomendación de Dalí), los efectos especiales los desarrollaría Dan O’Bannon mientras el dibujante Moebius diseñó cientos de personajes y se encargó del story board. El elenco artístico no podía ser mejor ni más ecléctico. Hasta Mick Jagger y David Carradine aceptaron participar. La que no quiso saber nada del proyecto fue Charlotte Rampling, quien rechazó ser Lady Jessica tras leer una escena del guión en la que 2.000 extras defecaban como ofensa ante el duque Leto (Carradine). Así de visceral y escatológico era el cine de Jodorowsky. Charlotte Rampling acabó participando en Dune en la versión de 2021, casi 50 años después. Además, Jodorowsky obligó a entrenarse en artes marciales a su propio hijo durante 2 años para encarnar al personaje de Paul Atreides.
Finalmente, el productor Michel Seydoux perdió la paciencia, la financiación acabó esfumándose y el proyecto se canceló. Seydoux se había gastado varios millones de dólares y aún no habían empezado a rodar ni un solo plano. Por cierto, la nieta de Seydoux (Léa Seydoux) también participa en la Dune de Villeneuve. Parece ser que el proyecto era tan grande que necesitaban la financiación de algún gran estudio y ninguno confiaba en un director tan transgresor. Quizás el empeño de Jodorowsky de hacer un film de 12 horas (!!!) tuvo algo que ver. Lamentablemente, las sagas galácticas todavía no estaban de moda. Jodorowsky se adelantó demasiado a su época. Es evidente que George Lucas y su Star Wars (1977) le deben bastante, igualmente Dan O’Bannon acabó escribiendo el Alien (1979) de Ridley Scott con diseños de Giger. Quizás Jodorowsky fue demasiado pretencioso o demasiado ingenuo, probablemente ambas cosas. Así pues, la Dune de Jodorowsky nunca se materializó pero sirvió de germen para futuras películas que cambiaron la historia del cine.
Cuando años después David Lynch se hizo cargo de la adaptación de Dune, se desecharon todas las ideas y bocetos de Jodorowsky. Por suerte, no todo se perdió, Jodorowsky plasmó muchas ideas de su Dune en excelentes cómics como El Incal o La casta de los Metabarones. Por cierto, no os perdáis el apasionante documental sobre este mítico proyecto fallido: Jodorowsky’s Dune.
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