¿Existe el arte de la copia y de la repetición?. ¿De la adaptación evidente y descarada más allá de la debida pleitesía rendida?. Sin duda. Ejemplos claros sumamos bastantes en los últimos tiempos, algunos incluso llegando a ser vanagloriados por crítica y público. Diferente espectro es la versión. Escuela básica de la música en los tiempos. Desconozco si es la casualidad, la causalidad o la más rabiosa actualidad, que de unos meses – bastantes – a esta parte me topo con muchos discos de versiones. Los disfruto mucho, siempre me han gustado, no voy a negar la mayor. Diversión asegurada en la gran mayoría de los casos. Cuando son más extraños o alejados de lo habitual, al menos en teoría, pues también. Es el caso de este «Grungetown Hooligans II» de Mantar. Para aquellos que desconozcáis a la banda, deciros que son un duo, guitarra y batería del norte de Alemania, que llevan desde 2014 satisfaciendo paladares oscuros y deseosos de distorsiones varias. Hanno y Enriç. tanto monta, monta tanto, adoradores del espíritu punk en su concepción más visceral, salen al paso con un disco de versiones en el que se adentran en el para mi siempre pantanoso terreno del rock de los noventa, con el que no siempre termine de comulgar. Y eso llama mucho mi atención, porque sé de antemano que se lo voy a poner complicado por no tratarse de una mano ganadora. Por eso, cuando el dúo de Bremen, fogueado en Hamburgo y ahora instalado en Florida, decidió presentar en sociedad esta revisión de canciones de los noventa que les gustan, puse ojo avizor en ello.
Evidentemente, si no tenéis el gusto de conocer a Mantar, os digo que corráis a haceros con su disco debut, una de esas obras que si amas lo haces para siempre. Pero vamos a este «Grungetown Hooligans II», que para eso hemos venido. Hablar de arriesgar en un disco de versiones me parece un poco exagerado, pero me tiro a la piscina, porque seguramente hubiese sido más sencillo para ellos liarse la manta a la cabeza y marcarse un tributo a viejas bandas hardcore. Pero no, y para comenzar, de manera salvaje y sucia, nos plantan frente a la cara una potente «The Bomb» de L7, a toda pastilla. Turno para «Puss» de The Jesus Lizard al que dan una vuelta de tuerca para adaptarlo a su terreno, sobre todo porque hilando fino, igual es de las que más se puede alejar del concepto que asociamos con estos villanos de St. Pauli. No hay Nirvana en este disco, pero no os arañéis de abajo a arriba, que hacen sitio para Sonic Youth y su «100%», introduciendo a ratos voces limpias para el caso que nos toca, algo no muy habitual en Mantar. Mi favorita del disco, quizás también por atípica, aunque sea un adjetivo difícil de colocar en una banda como Mantar, es «Ghost Highway» de Mazzy Star, con esos riffs que ellos recalcan, industrializando la melancolía original del tema.
Las huestes de Donita Sparks parecen haber dejado huella en ellos, ya que de nuevo suena otra cover de L7, esta vez «Can I run», de fondo pesado y distorsionado. Mantar rinden pleitesía al Riot Grrrl, ahora con un «Bruse Violet» de Babes in Toyland, de violencia inusitada y sonoridades metálicas. «Who you drivin’ nos» de Mudhoney y su archiconocido riff se abren paso, sin perder la esencia de ese grunge que tardó dos minutos en convertirse en mainstream pero con un tratamiento de voces más apocalíptico. Cierra este disco, «Knot» de 7 year bitch, como si los Venom se reencarnasen en el dúo para atacar el misil punk de las de Seattle. Un disco, como casi todos los de versiones, para disfrutar y quizás este «Grungetown Hooligans II», para descubrir matices y capas en canciones que seguro que algunos os conocéis de memoria. Ojalá el próximo disco de versiones de estos tipos sea de bandas de Black metal, a las que dicen adorar.
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