Llevo encadenando estas últimas semanas unos discos jodidamente sobresalientes en ‘Oleadas Stoner’, así como con las punkarradas que me traigo de Australia y los últimos tres discos nacionales (Star Mafia Boy, Hammercross y Leather Boys) así que vamos a seguir esta tónica en la que poner 80%, 90% o 100% en ‘NOTA’ practicamente obedece a una orientación algo injusta con la calidad de bandas y discos que se están pasando por aquí.
Hoy es el turno de los suecos de Arboga, THE HAWKINS, que ya causaron una brutal sensación por esta casa con su LP debut Ain’t Rock’N’Roll (2017) y que ahora vuelven obligatoriamente para demostrar con su segundo disco que aquella Opera Prima y que aquellas sensaciones no eran infundadas. A principios de septiembre publicaron Silence Is A Bomb (2020) y ya puedes espabilar en dar el salto por vas a disfrutar de lo lindo…
El ‘Inquilino’ de hoy viene con ganas de gustar, aguanta el minuto de la acústica ‘Intro’…
Como os decía antes del salto, The Hawkins me volaron la tapa de los sesos con unos EP’s y, sobre todo, un LP debut que era pura electricidad y energía desenfrenada, un cruce endemoniadamente perfecto entre los Deadheads y Grande Royale con detallitos hard rock y un palpable trabajo de melodía y armonías vocales. Pues bien, precisamente esto último es lo que han explotado más que nunca, por lo que más han apostado y lo que más han querido experimentar. ¿Ha desaparecido el high energy?…¡Pues practicamente!, tan sólo quedan «Stones», «Minuetto» y «Libertine». A los The Hawkins les ha dado por explotar su lado más excesivo y pomposo ‘a la Queen’, no han perdido ni un ápice de energía, ¡eso nunca!, pero la han vertido en composiciones alocadas e histriónicas y muy pegadizas, vamos, que ahora tienen ese puntito a lo que sería un cocktail de plumas y chispazos entre Foxy Shazam y The Darkness y esto, esto te lo dejan bien claro con sus dos primeros singles, «Roomer» y Hillow», dos composiciones rebosantes de buen rollo, guitarrazos hard por doquier y un Johannes Carlsson pletórico en sus vocales, tanto en los más glammys y agudos como en los más contenidos. Disfruto tanto de temazos como el funkoide «Cut Moon Bloods», «Stranger In The Next Room» muy Rival Sons él, de los aires campestres y la ‘alta energía’ de «Black Gold» y del epílogo con la locura glammy de «All My Birds Are Dead» como si Eric Nally y Justin Hawkins (¿vendrá su nombre de aquí?) estuviesen detrás de este desenfreno de canción, disfruto tanto, como os decía, que en tiempo record he consumido el disco casi diez veces seguidas. Estoy enganchado. ¿Disco del año?… bueno, todavía es pronto…
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