Producción típica de la BBC, aunque Netflix sea co-partícipe en la producción y la distribución. Cinta de época, inspirada en una novela basada en un hecho real; el descubrimiento, poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, de un importante yacimiento arqueológico en un perdido campo en el interior de la campiña británica. Tema, de por sí, interesante pero al que se le unen dos tramas, una principal sobre la relación entre la dueña del terreno, una joven viuda con un hijo menor, aquejada de una grave enfermedad y el excavador del título, un hombre de mediana edad, obsesionado con su trabajo pero sin la necesaria titulación universitaria, y otra secundaria sobre un amor imposible entre una insatisfecha joven, casada con un arqueólogo vocacional y el primo de la protagonista, fotógrafo aficionado y aspirante a piloto de la R.A.F.. Una es interesante y bien desarrollada, sin duda lo mejor del guion de Moira Buffini, mientras que la otra, además de empezar con el metraje avanzado, no deja de ser un cuento algo naif y rosa.
Aun así, la hora y cincuenta minutos de duración, a pesar de su ritmo pausado, es agradable, con más virtudes que defectos, gracias en buena medida a su solvente reparto y a una dirección inspirada del semi desconocido Simon Stone que crea una realización con buenos momentos y aciertos en su puesta en escena. El mayor es como crea la sensación de reflexión en los personajes, con una técnica que ha elevado a los altares a Terrence Malick, consistente en que los personajes sigan con sus diálogos y parlamentos pero la imagen corresponda a otro momento, donde la persona esté sola y callada. Stone, recurre a esta fórmula con asiduidad, intercalando entre secuencias esta metafórica fórmula. Y hay que reconocer que funciona, por lo que la paralela historia del juvenil romance “chirría” un tanto. Esa pretensión de trascendencia se puede observar en la minimalista banda sonora (con predominancia de la cuerda y el piano) del desconocido Stefan Gregory y la fotografía de Mike Eley, en la línea de la del clásico de John Schlesinger “Lejos del mundanal ruido”, del que, curiosamente, Thomas Vintenberg hizo una nueva adaptación en 2015, protagonizada por Carey Mulligan, que en “La excavación” tiene un rol en las antípodas de “Lejos del mundanal ruido”, como envejecida y enferma viuda, lo cual sorprende pues Carey Mulligan siempre ha destacado por su aniñado rostro y sus frágiles personajes (lo segundo sí se cumple aquí). Le acompaña el siempre eficaz Ralph Fiennes, uno de esos actores que funcionan en cualquier género pero que no ha tenido el reconocimiento que merece, pues en su notable trayectoria, solo ha tenido dos nominaciones al Oscar (por “El paciente inglés” y como secundario por “La lista de Schindler”). Como secundarios, los cada vez más al alza Lily James y Johnny Flynn o Ben Chaplin.
“La excavación” es un producto digno, una cuidada producción en la mejor tradición del cine británico. La pena es que da la sensación que el argumento daba para un mejor resultado, tal vez si se hubiese eliminado o dado menos protagonismo a la historia amorosa. Pero lo que cuenta es interesante y refleja ese elitismo que rige el mundo y donde parece que uno es intruso si realiza un oficio sin la cualificación debida. La moraleja final nos deja algo confundidos, pues por un lado parece que quiere criticar a las clases pudientes que evitan que “obreros” puedan acceder a puestos de encargados por la falta de licenciatura universitaria pero por otro lado, comprobamos cuando esas clases trabajadoras consiguen el título exigen, enarbolando la misma bandera, los mismos requisitos que poseen ellos. Lo cual, por otro lado, parece lo más lógico, aunque en esa crítica a la educación superior podemos observar filmes tan admirables como el “Mumford” , la última gran película como director de Lawrence Kasdan.
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