Hasta la fecha la filmografía como director del actor George Clooney había sido más o menos interesante, centrada en problemas sociales y políticos, realizadas con correcta factura y mejores intenciones que resultados, siendo la producción más destacada “Buenas noches y buena suerte”, con la que, hasta, consiguió una nominación al Oscar en el apartado de realización.
“Cielo de medianoche” mantiene el tono del resto de su filmografía, partiendo de una historia de ciencia ficción para contarnos un mensaje ecologista y apocalíptico, en línea con su pensamiento , basado en la corriente mayoritaria de opinión en los Estados Unidos y, por ende, en el resto de la civilización occidental. En el guion de un nombre al alza como Mark L. Smith, tenemos a un científico que decide no abandonar la Tierra, por una enfermedad incurable, y viajar a una luna de Júpiter para empezar de nuevo, ya que entre todos hemos convertido a nuestro planeta en un lugar donde ha sucedido una catástrofe global que volverá el aire irrespirable y, por lo tanto, incompatible para la vida. Él se queda en su base en el Ártico y esperando su muerte, contacta con una nave espacial, que ha perdido las comunicaciones, por lo tanto no sabe nada del destino terrestre, e intenta regresar de su misión. El problema de toda la producción es que no resulta para nada original, pues resulta un “refrito” de otras películas superiores como “Interstellar” de Christopher Nolan o “Gravity” de Alfonso Cuarón, donde Clooney aparecía como actor, junto a una ambientación que recuerda a “La cosa” de John Carpenter. No hay nada malo en homenajear otros títulos (sin ir más el espíritu de “La cosa” también lo podíamos ver en “Los odiosos ocho” de Quentin Tarantino) pero “Cielo de medianoche” se acaba perdiendo en una caótica concepción, con una puesta en escena aburrida y con pocos momentos salvables, ya que la sorpresa con la aparición de la niña no es tal porque resulta previsible quién es y lo que está sucediendo, lo mismo sucede con las reacciones d todos los personajes.
Técnicamente es irreprochable, con una banda sonora triste de Alexandre Desplat, en tono y forma con el argumento y la fotografía de Martin Ruhe que desemboca en la edición, que pretende ser intensa aunque acabe resultando “plomiza”, de Stephen Mirrione, todo un especialista en este tipo de montajes, pues además de ser el “hombre de confianza” en este apartado del George Clooney cineasta, también lo es del sobrevalorado Alejandro González Iñárritu, alguien con una reputación extraordinaria pero del que todavía no ha habido nada que nos interese, salvo momentos contados de “Amores perros” y “El renacido”.
Entre el reparto destaca el propio Clooney, quién se reserva el papel principal, y que demuestra que jamás fue un gran intérprete , una Felicity Jones, cuya carrera parece haberse estancado un tanto, entre una pléyade de secundarios donde aparece la presentación de la niña Caoilinn Springall, en un papel hierático y con mínimo diálogo, en consonancia con el resto del metraje. Dos horas que acaban resultando interminables, donde ni siquiera las escenas de acción consiguen evitar que el sopor aparezca. En esta ocasión el gigante Netflix ha errado, en esa búsqueda de la calidad que lleva buscando desde hace tiempo. Una correcta factura formal para un resultado antipático pero políticamente correcto.
0 comentarios