Uno de los “pesos pesados” para la temporada de premios nos llega de la mano de Netflix. Y es que “Mank” es el regreso de David Fincher, quien no firmaba un trabajo en pantalla grande desde “Perdida”, aunque su mano estaba presente en dos grandes producciones televisivas como «House of cards» y «Mindhunter». Con su nuevo largometraje le auguramos su tercera nominación al Oscar, tras las conseguidas por “El curioso caso de Benjamin Button” y “La red social” (parece mentira que el artesano Tom Hooper ganase el galardón por encima de Fincher o Aronofski). El caso es que “Mank”, por lo que se cuenta y por cómo se cuenta tiene muchas papeletas para conseguir un sinfín de trofeos en la temporada que empieza ya.
El guion está basado en una antigua historia escrita por su padre Jack Fincher y nos narra el proceso creativo de Herman Mankiewicz, mientras escribía el guion de “Ciudadano Kane” y mediante “flashbacks” se nos cuenta de donde le viene el odio a William Randolph Hearts, blanco de los ataques de la obra maestra de Orson Welles. Una película de cine dentro del cine que a los amantes del séptimo arte encantará, pues uno de los puntos fuertes del filme es el retrato de esa época dorada de los estudios de Hollywood, de los treinta y principios de los cuarenta, donde pasan ante nuestros ojos Louis B. Mayer, Irving Thalberg, David O´Selnick, su hermano Joseph L. Mankiewicz o el propio Orson Welles. Todo desde el punto d vista de un alcoholizado Herman J. Mankiewicz, postrado en una cama, tras un accidente de trafica con rotura de una pierna, en mitad de una casa perdida en el desierto, con la compañía de una enfermera y su mecanógrafa mientras escribe el guion definitivo y piensa en el pasado, codeándose con la flor y nata de la Metro, el magnate Hearts y su amante Marion Davis. Contado en un excepcional blanco y negro, fantástica la fotografía de Erik Messerschmidt, una prodigiosa ambientación y un ritmo brillante, apoyado en un montaje paralelo que nos conduce al pasado, con las letras escritas en pantalla como si fuesen parte de un guion. Su cadencia narrativa es magistral aunque quizás tenga exceso de presencia el personaje de Gary Oldman, absoluto protagonista y que, como único debe, llena tanto la pantalla que acaba por eclipsar un tanto a los secundarios, donde destacan la pareja formada por Charles Dance y Amanda Seyfried y Lily Collins como la abnegada asistente.
Eso sí, a pesar de sus virtudes, que son muchas, no creo que termine de calar en el público menos cinéfilo, pues Fincher exige al espectador en su estudio de una época y quien no esté familiarizado con el sistema de estudios y no conozca a los personajes que aparecen, que no tienen presentación ni explicación de quiénes son, es probable que se pierda en las casi dos horas y cuarto que dura “Mank”, uno de los platos fuertes y junto a «El juicio de los 7 de Chicago», la principal apuesta, de momento, para intentar conseguir por parte de Netflix el ansiado Oscar a la mejor película, que lleva rondando años seguidos con el “Roma” de Cuarón y «El irlandés» de Scorsese.
Eso sí, quede como quede nos congratulamos del regreso de uno de los nombres fundamentales del cine contemporáneo, un David Fincher que ofrece un ejercicio de amor al cine, de resultado notable y que todo se resume en unos créditos iniciales que simulan una producción de los cuarenta y un final, donde se nos explica que Herman Mankiewicz, tras la independencia de “Cidadano Kane”, no volvió a conseguir ninguna nominación al Oscar, muriendo once años después, fruto de su alcoholismo. Se les olvidó decir, que Orson Welles tampoco
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