Más que interesante esta primera temporada de «Mindhunter», una de las más arriesgadas propuestas de Netflix para esta temporada. Diez episodios que nos narran los inicios de las técnicas de investigación para descubrir asesinos en serie, término que se revela al final del último capítulo, ya que hasta entonces se denominan a este tipo de delicuentes como «asesinos secuenciales».
Su creador Joe Penhall, basándose en el libro homónimo, crea un argumento atrayente y bien hilado, al que el único pero que se puede poner es que sobre la mitad de la temporada pierde un tanto el interés al no conjuntar bien las sub-tramas y no dejar claro si es una serie con estructura conclusiva (donde los capítulos son más o menos indepedientes como la gran mayoría de la «sitcoms» o «House», por citar algunos ejemplos) o la acción es lineal y se sucede de forma progresiva en cada episodio. Aun así es de una calidad extraordinaria, con una puesta en escena brillante, con un perfecto estudio de los personajes, a los que se los dota de múltiples aristas y en los que vamos notando su evolución psicológica, al tratar a unos perturbados psicópatas que acceden a hablar desde su encierro en prisión, comenzando por el «parlanchin» Ed Kemper o el siniestro Richard Speck. Un mundo oscuro y denigrante donde se nota «la mano» de David Fincher, que dirige los dos primeros y los dos últimos y donde parece que su idea del «triunfo del mal» se va reflejando según avanza la historia, sumado a una extraordinaria ambientación de finales de los setenta a los que hay que sumar una fotografía oscura y tenebrista («marca de la casa fincheriana») en la línea de «Zodiac» o «La red social» que dota a la realización de un tono pesimista, un ambiente enrarecido y plomizo que refleja el estado de ánimo de los personajes ante tal investigación. A ello contribuye un reparto eficiente y bien escogido, con una pareja protagonista de carácter antagónico, que funciona en pantalla como Jonathan Groff y Holt Mc Callany y Anna Torv (inolvidable Olivia Dunham en «Fringe» https://rockthebestmusic.com/2017/05/fringe-al-limite.html) como especialista en este tipo de conductas y Hannah Gross como novia del protagonista. Dos mujeres más inteligentes que sus compañeros pero con el mismo «defícit» afectivo.
Divertida es la velada crítica a ciertos sectores dela progresía estadounidense, profesionales liberales acaudalados que consideran que trabajar para la policía o el FBI es un desdoro a su intelectualidad, considerándose mejores por sus logros académicos, aunque las fuerzas de la ley tampoco salen bien paradas, ya que la burocracia y en muchos casos la cadena de mando obstaculiza que esos estudios del comportamiento humano lleguen a «mejor puerto». Bien plasmado tanto en el guion como en las líneas de diálogo, creando seres con sustancia, para nada planos y con muchas «zonas grises» en su personalidad, lejos del maniqueísmo de buenos muy buenos y malos muy malos. Y encima con una magnífica banda sonora, tanto en la parte orquestal de Jason Hill como en la selección de canciones de la época como Peter Frampton, Toto, George Benson, Talking heads (¡que bien queda su «Psycho killer» al final del primer capítulo), Steve Miller Band, David Bowie, The sweet o Alice Cooper.
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