Ahora que las bolsas caen por la pandemia mundial del coronavirus, se estrena la segunda temporada de “Black Monday”, por lo que es buen momento para recordar su primera parte estrenada el pasado año (en España por Movistar). El título habla del desplome de Wall Street en octubre de 1987, el más fuerte desde el crack del 29. Un fenómeno que nunca se ha sabido por qué fue causado y donde se nos intenta explicar como un grupo de personas fuera del sistema terminaron por colapsar el parqué neoyorkino.
Y ahí es donde comienza, pues tras un detalle que se nos explicará al final de alguien, al que no muestran el rostro, arrojándose desde lo alto de un edificio sobre una limusina con un alfiler de corbata puesto, pasamos a la llegada a Wall Street de un joven para comenzar a trabajar como “bróker”, al tener un programa informático que se supone hará ganar mucho dinero en las acciones. Al final, el inexperto financiero acabará trabajando con un grupo de inadaptados comandados por Maurice Monroe, un tipo sin escrúpulos que solo piensa en el dinero, de gran verborrea y que se autodenomina como el “Moises negro” por su capacidad de convertir en millonario al que le sigue. Un grupo variopinto, donde destaca su socia Dawn Darcy, una mujer que lucha en un mundo dominado por hombres blancos, siendo mujer y negra y Keith Shankar, un “tiburón de los negocios”, con adicción a la cocaína y a engañar a su esposa con su amante homosexual, entre otros personajes, todos en la línea de desenfreno del Jordan Belfort de “El lobo de Wall Street”, tanto en el libro como en la espléndida cinta de Martin Scorsese. “Black Monday” no llega a los límites de excelencia del autor de la reciente «El irlandés» pero se ve con agrado, el guion es razonablemente interesante, bien ambientado e interpretado.
De nuevo, seguimos con el “revival” ochentero, con los cardados a lo afro, la vestimenta hortera de los “yuppies” de aquella época y gente cuya única motivación en la vida es ganar cuanto más dinero mejor, arruinando o aplastando a quien sea. Un coste que se solía pagar con el suicidio o la cárcel si no se conseguía el objetivo, pues la gran mayoría de las acciones eran ilícitas en un mundo tan competitivo y poco solidario. De hecho, en España tenemos el caso de mario Conde que pasó de convertirse en el referente de la gran mayoría de estudiantes universitarios de economía a un recluso más y un apestado de una élite al que en principio combatía (solo hay que recordar su obra “El sistema”). Un universo opaco, lleno de degeneración y estupefacientes, donde es imposible tener un rasgo de humanidad es el territorio donde transita la serie creada por Jordan Cahan y David Caspe, junto al duo Evan Goldberg y Seth Rogen, autores de comedias políticamente incorrectas con largometrajes como “Juerga hasta el fin” y “The interview” o la revelación de Amazon «The boys». Humor irregular, que funciona en la parte policíaca, intentando saber quién engaña a quién pero que naufraga en algunas tramas bastante infantiles, como las detectives que intentan que hable uno de los miembros destacados. Episodios de menos de media hora de duración que pasan a ritmo vertiginoso, con diálogos acelerados y, en múltiples ocasiones, soeces que en ocasiones son divertidos y en otros causan vergüenza ajena. Ejemplo de ello, es el final con uno de los Lehman brothers defecando en el imposible Lamborghini de Monroe.
Los actores sí están a la altura, lo suficientemente pasados e histriónicos para reflejar lo que el ritmo pide, interpretaciones que en más de un momento parece de dibujos animados, muy en la línea de “El lobo de Wall Street”, con un magnífico Don Cheadle, fuera de sus últimos registros marvelianos, acompañado de un acertado Andrew Rannels, Paul Scheer con un personaje que va ganando peso con el transcurso de la trama y, ente la mujeres, Regina hall con un rol que debería ofrecer más y Casey Wilson que funciona como la esposa arpía y caprichosa. Destacado es el doble papel de ken Marino como los incestuosos Larry y lenny Lehman y la aparición estelar de todo un Bruce Dern.
“Black Monday” tiene momentos y es una apuesta que por su duración y ritmo entretiene y ofrece algunos momentos interesantes pero que queda lejos de otras propuestas con más enjundia como, la antes referida, “El lobo de Wall Street” o “La gran apuesta” de Adam Mc Kay, que no necesitan recurrir a la escatología de forma tan “chusca” y “cuartelera”.
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