De la «santísima trinidad» de los directores japoneses (Kurosawa, Mizoguchi y Ozu), sobre todo los dos últimos, consiguieron una interesante colección de buenas películas, y algunas obras maestras, con historias sencillas, con pocos decorados y localizaciones como «Vivir», «Buenos días», «Cuentos de Tokio» o «La calle de la vergüenza». Cine, más o menos minimalista, apartado de las grandes superproducciones tipo «Ran», «Los siete samurais», «El intendente Sansho», «Cuentos de la luna pálida» o «La vida de Oharu» y donde lo que se contaba era casi tan importante que como se contaba (en el caso de «La calle de la vergüenza» se acabó con la prostitución legal en el país nipón).
Puede que esa falta de pretensiones en su puesta en escena nos lleve a enlazar a esos colosos del séptimo arte y su «ejecución trascendental» (en palabras de Paul Schrader y su imprescindible ensayo sobre Ozu, Dreyer y Bresson) con esta serie de Netflix que retoma otra célebre en ese lejano oriente, con sencillez narrativa, algunos defectos en las interpretaciones y unos episodios mejores que otros pero que combina con otras tantas virtudes que en tono ligero nos narra la importancia de tener alguien a nuestro lado, sea familia o amigos, y no quedarnos solos (algo que es curioso pero que la acerca a esa maravillosa primera temporada de «True detective» donde la moraleja era bastante similar).
Aquí tenemos un restaurante que abre de doce de la noche a siete de la mañana y donde la política del dueño es hacer cualquier plato que se le pida siempre y cuando tenga los ingredientes. Por allí y durante diez capítulos de poco más de veinte minutos cada uno, irán pasando una pléyade de personajes con problemas de afecto, de desamor, relaciones tóxicas o amores imposibles, narrado en clave de comedía dramática o tragicomedia, donde la pena y la nostalgia se mezclan con la sonrisa y ese tono costumbrista. Lo mejor de todo, es que funciona bien, con un «maestro» convertido en casi un guía espiritual para estos sujetos noctámbulos, entre plato y plato. Todos los episodios tienen su interés (no hay ninguno malo) pero nos quedamos con cuatro: la chuleta empanada, la tortilla con arroz, el estofado para uno y el final con los tallarines de nochevieja.
Serie perfecta la de Joji Matsuoka y Nobujiro Yamashita para ver seguida y deleitarnos con los platos y el tono decadente que aporta el «chef» Kaoru Kobayashi. Netflix no se ha equivocado al apostar por este mundo tan opuesto al nuestro occidental pero que tanto gusta desde hace décadas. En cine, desde que llegaron a los festivales los antes citados.. y luego los Naruse, Ichikawa, «Godzilla», Imamura, Oshima o Miyazaki, por citar solo unos ejemplos de una de las cinematografías más ricas en la historia del «séptimo arte».
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