Hasta ahora las dos películas de Hiromasa Yonebayasi habían sido hechas para los Estudios Ghibli, que tras la retirada del cine de Hayao Miyazaki había dejado tal vacío que nunca pudieron recuperarse, por lo que al final tuvieron que cerrar, clausurando la época más brillante de la animación japonesa. Esta pertenece a los nuevos Studios Ponoc, que parecen un remedo de los anteriormente citados y «Mary y la flor de la bruja» bebe de los clásicos Ghibli como las obras maestras «La princesa Mononoke» y «El viaje de Chihiro», junto a «Ponyo en el acantilado», «El castillo ambulante» o «Nicky, aprendiz de bruja». No puede negar Yonebayasi que su referente es Miyazaki, aunque su propuesta, a pesar de ser más que interesante, no llega a la imaginación y el talento visual de la joyas antes citadas.
Es cierto que «Mary y la flor de la bruja» tiene pasajes interesantes, las criaturas son lo suficientemente extravagantes para que prestemos atención y el argumento mezclando dos mundos, el real y el mágico, está conseguido y acaba resultando desconcertante, pues como sucede en Miyazaki, lo que al principio parece bueno, luego es malo o viceversa. La escuela de magos que al inicio nos puede recordar a la saga de Harry Potter acaba convertida en un «Alicia en el pais de las pesadillas», con «mad doctors», abominaciones genéticas y experimentos dignos del Dr. Moreau. Una idea esa de cambiar los roles a mitad de historia que la primera vez que vimos, es curioso no fue en un largometraje, fue en la ópera de Mozart «la flauta mágica», donde el malo, Sarastro, es más tarde el bueno y la buena, «la Reina de la Noche», es una arpía que intenta llevar a la perdición a Tamino y Papageno. La pega es que el guion acaba ofreciendo un discurso demasiado maniqueo según va avanzando y aunque no peque de infantilismo, deja con ganas de una propuesta algo más adulta. Amaga pero no golpea.
A ello hay que sumar que la técnica en el dibujo dista un trecho a las maravillas creadas por Miyazaki, donde cada fotograma era casi un cuadro. Aquí, ni mucho menos el resultado es malo pero no tan perfecto, por lo que la animación limitada, donde no todos los personajes o paisajes se mueven a la vez, pierde en comparación con la animación total, aunque la ventaja de esta forma de entender los dibujos animados es que se pueden hacer películas más largas que Disney, por ejemplo, ya que se necesitan menos planos para contar lo mismo. Y por lo tanto menos horas de trabajo de montaje y post producción.
Obra que nos hace pensar que los nuevos Studios Ponoc pueden crear grandes cintas en cuanto encuentren el genio adecuado, si vuelven a encontrar otro Miyazaki, y seguir la estela de Ghibli y esa forma de contar el cine que revolucionó la animación para siempre.
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