Me podeis acusar de lo que os de la gana porque me va a dar lo mismo, os lo puedo asegurar, pero lo que nadie me puede rebatir es que en Andalucía están surgiendo una serie de bandas dispuestas y preparadas para cambiar el estado de las cosas, para romper esquemas y fronteras malintencionadas a base de un derroche de talento solo comparable a la grandeza que atesora la historia y el espíritu del sur del sur. Desde el enclave oceánico algecireño comandado por Atavismo pasando por tenebrismo cofrade sevillano de Orthodox, este triángulo mágico se cierra en tierras del Califato por parte de los cordobeses Grajo, mostrando un diamante en bruto al que tranquilamente se le pueden ir añadiendo más puntas en forma de otras bandas que están alzando su puño y formar una estrella de tantas puntas como uno desee. Precisamente hasta mi amada Córdoba, tierra para perderse en su belleza ancestral caminando sin rumbo, y por supuesto sin dejar pasar la propuesta de Grajo.
Lo primero que te atrapa de este «Slowgod II» es su impresionante portada, vehicular de la oscuridad anidada en los surcos de este nuevo larga duración de Grajo, que siguen apretando los tornillos para no dejar espacios abiertos en su majestuosidad. La voz de Liz es la guia fundamental por este sonido donde el doom, el rock más atmosférico, el sludge, los devaneos psicodélicos… la buscan como guia en la niebla densa que respresenta su parte instrumental. Abre el disco los ocho largos minutos de «Altares», hipnótica como una cobra a punto de atacar, un bosque frondoso de sonidos pesados en los que la voz comanda la liturgia. «Queen cobra» muestra su faceta más rítmica, guitarras pesadas, batería contundente, aromas desérticos. «Malmuerta» es pura belleza, ritmo constante, preciosidad lírica, un jodida maravilla. «Er» no se queda atrás, de nuevo una banda en estado de gracia consagrado dejando fluir toda su grandeza.
«Horror and pleasure» vuelve a azotarnos con aires calientes de ascendencia desértica, corona de espinas stoner que arma un muro de sonido. El capítulo final lo pone la excelsa y excesiva en todos los aspectos, especialmente en majestuosidad, «Malstrom», otra muesca más del potencial de Grajo y de todo el poder ascendiente encerrado en su forma de componer. Grandísimo trabajo.
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