Narciso Ibáñez «Chicho» Serrador pasará a la historia gracias a sus míticos programas televisivos como Un, dos, tres o Historias para no dormir. Pero Chicho también dirigió películas de terror tan estimables como La residencia (1969) o ¿Quién puede matar a un niño? El argumento de ¿Quién puede matar a un niño? es bastante sencillo a la par que perturbador: Una pareja de extranjeros están de vacaciones por el sur de España y deciden ir a visitar la isla de Almanzora, una vez llegan allí se den cuenta que en la isla no hay ningún adulto, solamente niños.
Ibáñez Serrador demuestra con este film que su talento no estaba únicamente en la dirección de programas televisivos (formato que revolucionó) sino que también era un magnífico creador de atmósferas. En ¿Quién puede matar a un niño? va creando una atmósfera desasosegante que cada vez se nos hace más insoportable. Ibáñez Serrador crea escenas aterradoras partiendo inicialmente de situaciones cotidianas, el punto de vista infantil se vuelve aquí perverso. La pareja protagonista pasa de unas tranquilas vacaciones a verse envuelta en una terrible pesadilla. El pueblo abandonado se nos antoja inquietante desde el principio y Chicho demuestra su mano maestra en casi cada secuencia del film. Con una extrema economía de medios y con pocos actores Ibáñez Serrador crea una atípica película de terror. El film no está ambientado en el típico entorno tétrico o misterioso (nada de lúgubres castillos, cementerios o tormentas) sino que genera terror en las soleadas y desiertas calles de un pueblo andaluz. Casi todo ocurre a la luz del día, en verano, lo que le confiere al film una atmósfera muy peculiar.
¿Quién puede matar a un niño? se podría englobar dentro del subgénero de niños cabrones, siendo quizás, El pueblo de los malditos su mayor influencia. También puede tener algo que ver con The wicker man ya que ambas películas versan sobre extraños que van a parar a islas en las que no son bien recibidos. Pero ¿Quien puede matar a un niño? es casi la más terrorífica de las tres. Los niños nunca me han parecido tan odiosos como en esta película (no cuentan los del grupo musical Parchís). Es su aparente inocencia lo que los hace aún más crueles, para ellos todo es un juego sin consecuencias. ¿Sólo están jugando a matar o se están vengando de las atrocidades que los mayores les infligen?
Lo peor de la película es que ha envejecido mal, esos excesos con el zoom y el estilo televisivo se han quedado algo desfasados. Tampoco tienen mucho sentido las escenas iniciales del nodo con esas noticias sobre los conflictos del siglo XX y el sufrimiento causado a los más débiles: los niños. Quizás fueron escenas añadidas para aumentar el metraje o simplemente se añadieron para ir metiendo el miedo en el cuerpo al espectador. Sea como fuere, provocan un mal rollo innegable. A dicho mal rollo contribuye especialmente la música de Waldo De los Ríos, quien recrea una melodía tan simple como perversa. Un buen ejemplo de cómo una música puede crear un efecto demoledor en el espectador.
Interesante obra del cine de terror español.
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