No teníamos claro antes de ver la película qué es lo que podía deparar, ya que por un lado la cinta llevaba la firma de Guy Ritchie, un director irregular pero con talento visual y por otro lado el «trailer» visto en el cine anunciaba un despropósito monumental. Al final, una vez vista, no llega a ser del todo la segunda premisa pero se le acerca y Guy Ritchie sigue adelante con su errante filmografía, ya que desde los noventa intenta dotar a sus obras de un tono humorístico, bastante «macarra» y basado en un vertiginoso montaje que puede hacer gracia en «Lock & Stock», «Snatch: cerdos y diamantes» (tal vez, su mejor largometraje) o «Rocknrolla», historias de hampones y de bajos fondos y que ha extrapolado a mitos clásicos como sucedía en las dos partes de «Sherlock Holmes» o en su «Operación U.N.C.L.E», donde hay que reconocer que tomar el Londres victoriano o la Guerra Fría y crear una farsa en algunos momentos divertida, tiene su mérito. Ahora, sigue en esta línea con «El Rey Arturo: la leyenda de Excalibur», con diálogos ágiles y rápidos, respuestas y contraréplicas de «matón de futbolín» y un uso del montaje acelerado, a toda velocidad, acercándose a la realización de un videoclip de dos horas o un programa de entretenimiento humorístico. A ello hay que sumar la cantidad de efectos de sonido utilizados en la edición con los que dotar de ese dinamismo que es la seña de identidad en el británico. Eso sí, el problema radica en dejar su historia en manos de unos efectos visuales que acaban convertidos en los protagonistas de la función, y que para colmo no son lo buenos que deberían en una producción de esta envergadura, y en una ambientación que parece un «refrito» entre «El señor de los anillos», «Juego de tronos», «300»  y cualquier videojuego de aventuras en el medievo, con lo que al final el espectador asiste impertérrito a una serie de acciones que parecen encaminadas a superar niveles para enfrentarse al «villano final» en la última pantalla. Sí es cierto, que en sus dos primeros actos, esto queda matizado por algunos chisporroteantes diálogos que por lo menos nos mantienen entretenidos, pero todo «se viene abajo» con un desastroso tercer acto, no solo lleno de tópicos y lugares comunes, si no, lo que es peor, mal narrado y donde la puesta en escena es lamentable en unos escenarios generados por ordenador, sin ningún sentido y donde lo mismo nos encontramos en una habitación de castillo medieval, como en un pozo lleno de sirenas- pulpo que te llevan a una dimensión- isla rodeada de lo que en la predicción del tiempo llaman mar gruesa o una explosión espontánea de la torre del mal.

Mal. Muy mal. En el capítulo actoral, regular los dos protagonistas; el bueno Charlie Hunnan, lejos del Jax Teller de «Hijos de la anarquía», pero es que en esta serie su personaje tenía mucha más profundidad. Y el villano Jude Law, fuera de sitio y alejado de sus mejores trabajos. Los secundarios sí cumplen, y tanto Djimon Honsou, Aiden Gillen y Astrid Bergés- Frisbey como en un rol mínimo Eric Bana sirven de contrapunto al guion. Eso y la banda sonora de Daniel Pemberton es lo más salvable y consiguen que a pesar del suspenso general, la cosa no llegue a un «naufragio» tal como «Barridos por la marea», sin duda su mayor desastre hasta la fecha, aunque no se acerque ni por asomo a otras «historias artúricas» como el «Lancelot du Lac» de Robert Bresson, «Excalibur» de John Boorman o esa «broma genial» de los Monty Python titulada «Los caballeros de la mesa cuadrada… y sus locos seguidores», por citar algunas.

Rey Arturo: La leyenda de Excalibur – Guy Ritchie

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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