No sé cómo será el buzón de vuestra casa. El mío, quitando algún que otro disco que llegar regularmente, se nutre de publicidad y de cartas que te recuerdan que tu cuenta bancaria va mermando día a día, casi sin darte cuenta. Porque lo que son cartas, hace ya mucho que no recibo ninguna. Qué cosas, ¿verdad? Hace poco, mi hijo pequeño iba con el colegio de excursión a Correos. No sé si en el cole les explicaron que sus empleados son casi una especie en peligro de extinción. Esos tipos vestidos de amarillo, con sus motos o sus carros, forman parte del imaginario urbano de toda ciudad. Es cierto que Correos, acostumbrados a su época de monopolio, dan la impresión a veces de no haber sabido coger la diligencia donde viaja el signo cambiante de los tiempos porque, a veces, mandar cualquier cosa te sigue costando una pasta. Sí, vale que conlleva unos gastos, pero bueno, cada uno lo que mira es su bolsillo, y entre telarañas y algún agujero por el que se encaja el llavero con las llaves, aún resuena de vez en cuando alguna moneda.
Cada vez que el cartero llama a casa, tengo ese gusanillo, que será. Como compro mucho por Internet, pues a mi casa, el tipo de amarillo sigue viniendo con regularidad. Por suerte, casi nunca con algún certificado. La última vez, una multa por aparcar un momento en doble fila en la puerta de una farmacia. Y la mayoría de las veces, con algún disco que he pillado o que me envían. Hace poco, recibí una alegría. Si digámoslo así. Oriol, manager de La Banda Del Yuyu, me comentaba que la volvían a las andadas con disco nuevo, que estuviese atento al buzón, que por allí aparecería. No sé si a vosotros os pasa, pero hay bandas a las que les pillas un cariño especial, y no siempre tiene que ser porque crees un vínculo personal con alguno de sus miembros. Simplemente pasa, y a mi con estos tipos de Tarragona, amantes del rock clásico, me pasa.
Los gerundenses siguen a lo suyo: rock de toda la vida, con aires sureños y cantado en catalán. No estoy seguro de si eso les puede limitar, que puede que sí, pero es su elección y su camino, y eso es sagrado de cualquier manera. Ya ha pasado tiempo desde su anterior disco, que por cierto, también apareció en el blog, «Res per sempre», y como en aquel, lo primero que sientes es que estás ante unos tipos que aman lo que hacen, y eso, amigos míos, en estos tiempos vale millones.
Desde que abren con la canción que da nombre al disco, solo tienes que rendirte ante ese estribillo para darte cuenta de que aquí hay mucho más que otra banda más buscando su sitio. Me encanta ese rollo southern que tan poco parece darse por aquí, y que parece ser el tipo de rock que no se termina de reivindicar. Las guitarras de «Avui« te harán pensar en banderas confederadas y bares de carretera.
Ojo al riff de «Caure«, no lo vayáis a dejar pasar. Sonido hard rockero para la balada «Mercat d’hivern«, cuyo comienzo, al menos a mí, me recuerda a Scorpions, que les ha quedado realmente bien. Vuelve la potencia con la rockera «Viure (i deixar viure)«, dando paso a la última canción de un disco, que se hace demasiado corto por la intensidad que posee. «Jo les flors, tu els tambors» tiene sonido vintage en las guitarras, y dice adiós, o más bien hasta pronto, porque este disco va a sonar más de una vez, en mis altavoces.
Qué alegría que La Banda del Yuyu vuelvan a dar canciones para que disfrutemos de ellos.
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