A principios de agosto nos acercábamos por primera vez a The Strain para comentar el espectacular primer capítulo, donde Guillermo del Toro dejaba una vez más muestra de su talento al firmar uno piloto que rozaba la excelencia, en el que se encargaba de situar las diversas piezas de la enésima partida entre el bien y el mal en el tablero de juego. Ahora, una vez jugados los trece movimientos de la primera temporada, ya estamos en condiciones de comentar la jugada.
Y de jugada casi maestra se podría calificar esta primera partida en la que blancas y negras han acabado firmando tablas, aunque para ello hayan tenido que sacrificar muchas piezas, pero esa feroz lucha entre las tinieblas al mando del Master, junto a su lugarteniente Eichorst, evidentemente han jugado con las negras, y el batallón encargado de velar por la especie humana al mando de esa dupla formada por Goodweather y Setrakian, nos ha servido momentos destacables, casi impropios de una serie, y mucho más cercanos a la gran pantalla.
Evidentemente, es difícil, prácticamente imposible, conseguir mantener el mismo nivel a lo largo de toda una temporada, pero aun así, si bien Guillermo sólo ha dirigido el primero de todos, la serie consigue mantenerse en todo momento en un nivel realmente alto, y varios son los momentos que, evidentemente, sin llegar a alcanzar el nivel del primero, de nuevo rozan la excelencia, y para ello tiene mucho que ver que en The Strain se tiene claro que el clima malsano de la historia no se puede edulcorar, y el ejercito de las tinieblas comandado por The Master tiene que ser mostrado con toda su crudeza y hacer participes a los espectadores de los miedos y, por qué no decirlo, el asco y la desesperanza de ese reducido grupo que en una lucha desigual van a intentar ponerle las cosas difíciles al maestro de lo oscuro.
Pero como Guillermo es un maestro en estos menesteres, en medio de esa repulsión y de ese clima malsano, nos mezcla, y vaya de qué manera, a lo grande, la vieja historia de Eichorst y Setrakian en unos flashbacks auténticamente memorables; y es que estos dos viejos «camaradas» acaban convirtiéndose en lo mejor de esta primera temporada que recientemente ha tocado a su fin con un último capítulo grandioso, magistral, donde, una vez el casi derrotado Maestro, por casualidad, una vez el jaque ya parecía definitivo y la reina blanca parecía que iba a terminar definitivamente la partida, acaba por descubrir algo que a lo largo de los tiempos no podía ni siquiera imaginar. Y es ese descubrimiento el encargado de brindarnos en bandeja una segunda temporada que se nos presenta de lo más atractiva, ya que las piezas blancas, tras los restos de la batalla inicial, tendrán que recuperar fuerzas y buscar una estrategia nueva, ya que la anterior de nada les va a servir, aunque, y esperemos que con más asiduidad, volverán a tener la ayuda de los «rebeldes» a los que por desgracia el bueno de Guillermo nos ha servido con cuentagotas.
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