Hendrik Rover lleva ya una loable tira de años componiendo, interpretando y grabando canciones. Supongo que, como otros grandes, tiene cajones llenos de temas sobre el papel, así como cintas repletas de riffes y libretas hasta arriba de versos. Al frente de Los Deltonos, en solitario o con los recientes The Pilgrim Rose, no para. Ha llegado a mi correo electrónico un enlace a estos «Norte» y «Oeste» y me he obligado a ponerme al día con lo que es un caramelo americano de lírica española, algo poco común.
“Son cincuenta y cinco minutos en total. Un disco de dieciocho canciones asusta a priori y vi la posibilidad de separarlo estilísticamente entre la parte honky tonk y llamémosle ‘el resto’. Mi única intención era que el comprador pudiera disfrutarlos mas según su estado emocional, por ejemplo, ‘Oeste’ para el coche y ‘Norte’ para el sofá”
Grabados y producidos por él mismo en su estudio (Guitar Town, Cantabria), Rover nos da a escuchar una deliciosa obra artesanal llena de canciones de autor en las que los arreglos se han cuidado al máximo y las letras fluyen con naturalidad acuosa. Un léxico sencillo, común como las historias que se cuentan, ayudan a que las canciones transmitan esas vivencias a través de Hendrik, el protagonista absoluto. Todo ello sobre una base más country en Oeste, y una más descaradamente «americana» en Norte.
En el más dramático de los dos, mi favorito, se palpan ecos de los cantautores de la América profunda, así como del Neil Young del Harvest, la referencia más clara a la que he podido echar mano. Norte pasa volando, potenciado a base de estupendos y nítidos riffes acústicos, como los de «Invierno» o «Salvación», o deliciosos arpegios que suenan al Eastwood errante de «Honkytonk Man», como los de «El Capitan». Hay armónica y hay banjo en su justa medida, pero a fin de cuentas, las canciones están prácticamente desnudas, y la producción es exquisita. Suena frío, pero delicado. Ayuda, en una época donde nos empeñamos en merendar tiempo, que el disco dure media hora escasa.
En Oeste, sin embargo, encontramos más country, más western y más traqueteo. Contiene algunos temas especialmente tiernos, como el grandioso «La Astilla Nunca Cae (lejos del árbol)» (ya lo decía Pete Townshend, hazlo simple), el propio «Simple», de bellísimos arreglos de guitarra, o la tan nostálgica «Todo, Todo el Tiempo». Son canciones que le encajan a uno entre sus recuerdos, y que gracias al ritmo de bar fronterizo, se memorizan y disfrutan en escasas escuchas. Hendrik apuesta por abreviar, por hacerlo directo, desde su forma de cantar hasta los huesos de las canciones, para después arreglar y adornar con mano de artesano.
Se pueden escuchar por separado, pero si se disfruta de la primera canción, el resto entran una tras otra hasta llegar a 18 en total. No se venden por separado, por lo que la separación es meramente conceptual. El trasfondo y el estilo es casi común en su totalidad, por lo que depende de cada uno. La verdad es que el resultado es muy notable, y sobre todo, fresco.
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