Un mal escritor puede llegar a ser un buen crítico, por la misma razón que un pésimo vino también puede llegar a ser un buen vinagre.

François Mauriac

Hablemos de la crítica literaria nefasta.

En el implacable mundo de la literatura los autores tienen que abrirse camino del mejor modo posible. Nunca esperes apoyo por parte de tus semejantes, editoriales y revistas literarias. Todo lo contrario, la mayoría de las veces serás marginado recordándote lo mediocre de tu obra. Por norma, si tienes la suerte de trabajar con una editorial esta no se molestará en promocionarte en lo más mínimo. Dan por hecho que con publicar la novela y realizar una presentación todo ha terminado. Tres meses después, nadie te recuerda y mucho menos tu libro; el mismo que tardaste largos años en escribir realizando toda clase de sacrificios.

Muchos críticos literarios suelen ser escritores frustrados que no tienen talento, fuerza de voluntad o agallas para terminar un simple relato corto. Puede que por ello, aunque la obra que caiga en sus manos sea una genialidad, nunca satisfará sus expectativas que, todo hay que decirlo, siempre son extremadamente elevadas. Conozco el dilentantismo cultural de primera mano, lo he experimentado en mis propias carnes y debo reconocer que, para bien o para mal, es una fuente de inspiración a la hora de mantener los pies en la tierra. Mi filosofía como novelista es muy sencilla: hay que ser humilde, trabajador y perseverante. La autocrítica, para cualquier artista, es esencial. No para que te bloquee, todo lo contrario, para exigir lo mejor de ti mismo.

No hay nada peor que un autor fracasado. Carecen de inventiva, imaginación o criterio a la hora de valorar un manuscrito. De hecho, estos individuos que jamás han sido capaces de publicar una novela, arremeten con todas sus armas contra aquellos que lo han conseguido. Un sentimiento de frustración, celos, envidia y aborrecimiento hacia las letras los domina cada vez valoran a la competencia. Evidentemente, la única alternativa que tienen de resarcirse por su falta de talento es rebajando a su propio nivel todo lo que cae en sus manos. Su opinión no es agradable, valiosa ni constructiva. Por otra parte, no olvidemos a los que realmente tenían algo que contar pero, como se rindieron a mitad de camino, nunca lograron que su obra llegara al público. Viven con la pesada carga de no haber satisfecho sus ambiciones y ello los convierte en unos amargados. Los escritores no nacen, se crean a sí mismos durante décadas de trabajo duro, sufrimiento y devoción profesional. Jamás he creído en el mito de la genialidad literaria; para escribir una obra maestra es necesario fracasar en infinidad de ocasiones.

No hay mejor publicidad que la mala publicidad. Disfruto enormemente con las críticas negativas por un sencillo motivo: una alabanza no pica la curiosidad de los lectores tanto como un ataque frontal con toda la artillería posible. De hecho, el mismo crítico que ha destruido mi obra, ridiculizado a mis personajes, destripado la trama y reído en mi cara, ha trabajado gratis para mí y, encima, me promociona como basura infumable. Piensa que porque ha tenido la suerte (inexplicable) de fichar con una conocida editorial es el único que tiene talento, que su obra es superior a la de todos los demás, que dejará una huella imborrable en la historia del género. ¡Qué más quisiera él! Me fascina la pretensión con aspiraciones culturales. ¿No percibe que en el fondo me está haciendo un gran favor?

Hago hincapié en los que se vanaglorian de apoyar a los artistas emergentes y que, cuando reseñan sus obras, las destruyen sin ningún tipo de contemplaciones con la excusa de que son intragables. ¿Me he perdido algo? Me resulta una actitud hipócrita, deshonesta y retorcida. No se puede presumir de respeto y después demostrar arrogancia. Supongo que estos plumillas, al sentirse frustrados con la vida, se regocijan masacrando los sueños y aspiraciones ajenas. ¡Qué triste resulta que te escriban para decirte que no están interesados en reseñar tu libro y que, de buenas a primeras, aparezca una crítica aniquiladora! ¿Acaso esperaban que el autor (un humilde servidor) se la tomara en serio? Lamentable, por no decir patético, esforzarse tanto con algo que no agrada. En mi caso, cuando una novela no me interesa ni me molesto en llegar hasta la mitad. Existe demasiada buena literatura y poco tiempo para disfrutarla.

Aquellos que presumen de principios y de ser insobornables pecan de ser los primeros en cambiar de parecer cuando, a la hora de la verdad, existe una amistad o un cheque de por medio. Algunas revistas culturales son medios para que una serie de individuos mediocres tenga la oportunidad de expresarse. Sueñan que algún día, gracias a sus críticas, alcanzarán el Olimpo. Nada más lejos de la realidad. Por suerte, sobran advenedizos en esta profesión. Me recuerdan a los escritores que crean una editorial para publicar su propia obra porque, como no consiguen que nadie la tome en serio, no tienen otra alternativa para sacarla a la calle. Nunca te molestes en enviarles un manuscrito; todo es una vulgar plataforma para desarrollar sus egos exacerbados. Detestan a la competencia; no soportarían que alguien brillara más que ellos. Humo, palabrería, fuegos artificiales y fatuidad a mansalva. Triste, señores, pero cierto.

El autor ha editado su libro, vende (pocos o muchos) ejemplares, se labra una reputación y se dedica a hacer lo que más le gusta. ¿Seguro que el crítico de turno puede decir lo mismo? Tal como me han comentado en múltiples ocasiones: «No hay nada más gratificante que expresar mi opinión y, como es lógico, no encierre la verdad absoluta».

Autor:

Alexis Brito Delgado (Tenerife, 1980). Escritor, amante del cine y fanático de David Bowie, los Smiths, Iggy Pop, Nick Cave, Depeche Mode, la Velvet Underground, R.E.M. y The Verve, entre muchos otros. Autor de las novelas “Soldado de fortuna: Las aventuras de Konrad Stark” y “Gravity Grave”.

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