Con el prestigio otorgado con los premios al Mejor Guion y el Especial del Jurado conseguidos en el Festival de Sitges del pasado año nos llega esta interesante producción noruega dirigida por Joachim Trier, realizador que sorprendió hace años con la interesante «Oslo, 31 de agosto», un drama poco convencional sobre un hombre que intentaba dejar las drogas. Ahora vuelve a epatar a la audiencia con una historia sobre una joven no consciente de los poderes sobrenaturales que poseé que cada vez que siente algo causa desastres cada vez mayores y que se acrecientan al enamorarse de una compañera de universidad.
Una cinta que comienza con una secuencia espectacular con un padre y su pequeña avanzando por un lago helado hasta llegar a un bosque donde el progenitor se prepara para cazar un ciervo ante la mirada de la niña que no ve como el hombre deja de apuntar al animal para mover el rifle en dirección a la cabeza de su hija. Una presentación directa y que nos informa sin una sola palabra los problemas en esa familia, aunque una elipsis tras los créditos nos lleva al presente donde Thelma está estudiando y parece llevarse bien con sus padres, aunque pronto veremos que la joven no es consciente de su poder y cada vez que siente alguna emoción desencadena el caos pudiendo mover objetos y personas de sitio, sin recordar bien lo que ha hecho. Unos cuantos «flashbacks» a lo largo de la película, nos preparan a una importante desgracia ocurrida en el pasado que se mezcla con su recién descubierta homosexualidad con una compañera de clase, salpicada por la culpa ante un dios que castiga esa conducta y al que pregunta con desesperación por qué ella es así con esos poderes y no una persona normal. Un argumento, como se puede ver, lejos de los personajes de Marvel, en este caso tenemos a una superhéroina sin redención y ayuda, tanto humana como divina. Una joven que no puede canalizar sus sobrenaturales capacidades y que desde el inicio parece abocada a la tragedia, ya que no puede hacer nada para evitar lo que parece su desdichado sino. Y el ritmo que propone Trier para ello es frío, gélido como el clima donde se mueve, sobre todo el núcleo familiar lleno de parajes helados, lo que entronca con otra sorpresa como fue el «Déjame entrar» del sueco Tomas Alfredson con una puesta en escena parecida aunque con mejor resultado, pues «Thelma» tiene momentos de enorme calidad y otros con estética de «telefilm», como sucede con el guion del propio Trier y Eskil Vogt constrido con altibajos aunque el resultado final es atrayente y donde los buenos momentos superan a los más soporíferos y donde las casi dos horas se podrían haber reducido. Y es una pena, pues a pesar de ser un correcto largometraje, da la impresión que tenía recorrido para haber sido mejor, pues es cuanto menos original el mezclar el drama, teñido de religión y homosexualidad con tintes de terror y cine fantástico.
Lo que sí destaca es su reparto, sobre todo su protagonista Eili Harboe que crea un personaje rico en matices y nada sencillo, débil y fuerte, introvertido, con una carga y un peso interior difícil de soportar de clara tradición luterana, con ese silencio de dios que llevó hasta el paroxismo, el también escandinavo Ingmar Bergman, al que hay que sumar una preciosa fotografía, sobre todo los paisajes invernales de Jakob Ihre y la preciosa banda sonora de Ola Flottum, jugando con la cuerdas de la orquesta como si de un largo «adagio» se tratase y que nos sumerge en ese tono triste en el Trier quiere envolvernos, lejos de los superhéroes del «cómic americano» donde lo único que podría enlazar es en la frase de Spiderman: «-un gran poder conlleva una gran responsabilidad-«. Thelma no quiere ser así pero como en el cuento del escorpión y la rana «-no puede evitarlo-«, sus padres la temen, a nadie puede contar su problema y se refugia en un dios, que parece no escuchar, al que culpa de sus problemas y donde parece que no encaja su reciente descubrimiento del amor. Una propuesta recomendable y que demuestra el buen momento por el que pasan este tipo de cinematografías escandinavas como la noruega (en este caso), la danesa y la finesa y la sueca.
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