Si hay un lugar en el mundo donde disfrutar del cerdo ibérico ese es la Sierra de Aracena y Picos de Aroche en el norte de la provincia de Huelva. Aprovechando unas pequeñas vacaciones por la zona queríamos visitar un local cada vez más al alza, merced a la mano maestra que le otorga el chef Luismi López en su coqueto restaurante Arrieros, sito en el pequeño pueblo de Linares de la Sierra, cerca de Aracena, y que destaca por su Plaza Mayor en forma de plaza de toros, con tendidos y todo. Algo que merece la pena verse.
No lejos se encuentra este antiguo mesón con decoración rústica pero a su vez cómodo, con separación de mesas y trato esmerado en sala. Ofrecen carta pero decidimos probar uno de los tres menús degustación que ofrecen, en concreto el que tiene el evocador nombre de “Ruta del Jabugo”. Como el protagonista y el nexo del viaje gastronómico iba a ser el cerdo ibérico nos dejamos aconsejar con el vino, buscando una referencia de la zona. Adela Ruiz, su jefa de sala nos recomendó el Édalo, un tinto syrah de las Bodegas Contreras Ruiz con denominación de origen Condado de Huelva que cumplió el maridaje a los diferentes platos del ágape.
En el aperitivo nos ofrecieron unas “papas aliñás” de toda la vida pero cambiando el perejil por cilantro. Una curiosa variación que no desentonaba pero eclipsada ante una de las estrellas de la casa como es la sopa de tomate. Si no la más rica de las más buenas que hemos probado nunca. Sólo por eso merece la pena el viaje. Luismi López nos confesó que la variedad es el tomate rosa de la zona y que para conseguir tener la sopa todo el año compra a múltiples agricultores embotando el producto.
Tras el impresionante inicio no desmerecía el estupendo revuelto de morcilla, langostinos y aceite de vainilla, presentado en forma de molde y que a pesar de la contundencia de sabor que suele tener el embutido, quedaba matizado y sin perder la potencia se ligaba bien con el marisco. Un mar y montaña ejecutado a la perfección y que nos satisfizo, lo que nos es sencillo pues no somos grandes amantes de estas mezclas de carnes y pescados.
Si estos entrantes eran convincentes, los principales son antológicos comenzando con un inenarrable solomillo, salsa de setas y calabaza. Una delicia con la carne deshaciéndose en la boca, combinada por casi una crema de otra de las especialidades de la zona como son las setas, tanto tanas como gurumelos. Sabrosísimo. Tanto como la pluma de ibérico presentada en forma de falsa hamburguesa con boletus y siguiendo la broma del trampantojo la mermelada de piquillo simula kétchup. En estos dos platos se nota el dominio que tiene el Arrieros en las carnes pues estaban en su punto tanto de sabor, de temperatura y de sal y donde se demuestra esta cocina honesta que ya le ha brindado un Sol Repsol y un Bib Gourmand en la Michelín.
Los postres no desmerecen y tanto la mousse de limón y jengibre como la tarta de queso nos convencieron, sobre todo esta última pues su versión de la “cheese cake” es de las mejores que hemos probado y que servía de colofón a una excepcional comida.
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