A tan solo diez kilómetros de la ciudad de Badajoz se encuentra Elvas, pequeña localidad portuguesa aunque una de las más importantes de la región del Alentejo portugués. Un lugar con siglos de historia y un patrimonio importante donde destacan sus murallas, eje primordial del imponente castillo y su no menos colosal acueducto.

Enclaves por los que ya merece la pena la visita pero es que además Elvas posee restaurantes que suscitan interés en el viajero. Platos de la cocina alentejana y portuguesa en general que se hibridan con los vinos de la tierra, una de las más importantes en el país luso. Y fruto de ello podemos encontrar restaurantes tan señeros como la Marisquería El Cristo que desde hace más de cuarenta años ofrece calidad junto al Santuario Senhor Jesus da Piedade, regentado en la actualidad por Miguel Mendao.

Local enorme pero que siempre suele estar lleno por lo que es recomendable reservar o armarse de paciencia y esperar por los aledaños de su barra mientras se otea los “leviatanes” en forma de marisco que tienen en sus vitrinas. Podemos asegurar que vimos el langostino tigre más grande que hayamos visto jamás. Todo debido a que cuentan con su propio vivero donde pueden albergar toneladas de bivalvos, crustáceos o cefalópodos. Como se puede suponer, de gran calidad.
Regresando de un viaje de Lisboa, decidimos hacer un breve desvío para comprobar la excelencia de El Cristo, recomendada por amigos “gourmet”, cosa que agradecemos pues el ágape resultó espléndido y las cuatro personas que comimos allí salimos encantadas.

Fruto del calor del estío, refrescamos nuestras gargantas con un emblema cervecero portugués como es la Super Bock, tan ligera y fácil de beber. Al ir en coche solo pudimos beber una, alternando la comida con agua. Sucarta de vinos resulta interesante, así que en una próxima parada daremos cuenta de alguno de sus blancos, pues a pesar de tener carnes, las especialidades son marítimas.
Clásico de la gastronomía lusitana es el bacalao. Recomendamos el bacalao a bras y el bacalao con natas. El primero, también conocido como dorado, es una especie de revuelto con patatas, huevos, cebolla, las migas del bacalao y aceitunas negras, mientras que el segundo también lleva bacalao y patata pero se gratina con una bechamel. Tan rico como la moussaka o la lasaña. Podemos dar fe de que su sabor es excepcional.

En el capítulo de marisco, pedimos una de sus especialidades como es la “sapateira”. Le pedimos que nos preparasen el buey de mar y ante nosotros, y tras mostrárnoslo, apareció cocido y con la concha sirviendo de recipiente para la cabeza mezclada con mayonesa. Exquisito pero más sus patas, con una barbaridad de carne y un sabor pleno de textura compacta. De los más ricos que hemos comido nunca.

Como postre pedimos las lisboetas, una especie de trufas heladas bastante contundentes por contener almendras y chocolate y un maravilloso soufflé de claras de huevo llamado Molotof que en El Cristo acompañan con una rica salsa de naranja.

Final de envergadura para un más que recomendable restaurante. Es bullicioso, se llena siempre pero se come de categoría producto fresco.



















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