El hecho de que una banda como The Black Barbies pase por su ciudad debería ser considerado como un privilegio al alcance de todos, pues su mezcla de «swing», «soul», «funky», «jazz» y «rock» funciona bien en directo, resultando un concierto donde, pienso, es complicado que alguien se aburra o cualquier aficionado (más o menos) normal denigre las composiciones; bailables, divertidas, «buenrollistas» y que, incluso, las partes más complejas (técnicamente hablando) tampoco requieren un oído finísimo o unos conocimientos enciclopédicos. De esa manera se acerca el jazz a las masas… aunque no estamos seguros de que haya que acercar ningún estilo a ninguna persona sino que sea ella la que decida cual sea su preferencia.
El caso es que la visita del combo barcelonés a El Puerto de Santa María ha sido uno de los directos fuertes de este verano en Cádiz, ya que durante dos días consecutivos consiguieron que la Sala Milwaukee presentase un aforo difícil de ver durante el resto del año. Asistimos a su concierto del domingo 11 de agosto, donde nos informaron que fue un set list similar al del día anterior. Y una vez vistos, podemos afirmar que la gran mayoría del público (nos incluímos) salía con una sonrisa en la cara y encantados con la actuación de The Black Barbies, que durante una hora y veinte minutos aproximadamente desgranaron parte de su reciente trabajo titulado «Out of order», haciendo partícipes a los presentes, pidiendo palmas, jaleando a la parte trasera de la Milwaukee o haciendo que la abarrotada sala se moviese a ritmo de su música. Una actuación que comenzaba poco antes de las doce de la noche con la banda en escena y su vocalista Desiree Diouf de espaldas conduciendo a sus integrantes como si de una directora de orquesta se tratase. Entre el repertorio destacamos temas como el canto al superar problemas titulado «The barber man» o canciones como «That´s what the people say» o «No surprise» junto a unas versiones maravillosas, adaptadas a su estilo como el «One dance» del rapero Drake, el «Take on me» de los suecos A-Ha o el «Halo» de la diva Beyoncé. Calidad en las canciones propias y en las ajenas, merced a una puesta en escena cuidada y muy divertida, jugando con la sección de viento y la guitarra como si de una batalla se tratase, con una actitud (y aptitud) sobre el escenario colosal, haciendo partícipe al respetable de su «show» y buscando la comunión entre los de encima de las tablas y los de debajo.
La banda es de las de envergadura, sumando talentos para que el sonido sea perfecto y en este campo es misión complicada decir nada malo. Una base rítmica brillante con Guillem Arnedo a la batería y el gaditano José López al contrabajo, sumados a los metales de Noe Escolá al saxo y la napolitana Aurora Arenare al trombón, que además de su excelente labor con su instrumento ayudaba en los coros, incluso cantando una estrofa de la «Piccolissima serenata» de Renato Carosone, y ofreciendo sentimiento sobre el escenario pero dejando protagonismo a la Fender de Oriol Riart, un guitarrista magistral y «alma mater» de The Black Barbies junto a ese monstruo escénico llamado Desiree Diouf, mezcla italiana y senegalesa, con una voz a la altura de las mejores vocalistas de «soul» actuales y que dio un curso acelerado de como moverse y conectar con los presentes. Uno de esos nombres que seguro darán que hablar en un cercano futuro, como la banda que desprende energía, transmite optimismo y nos eleva a los complejos territorios de la buena música… o por lo menos hace que pasemos un rato entretenidos alejándonos del trabajo, la rutina diaria y de los malditos teleoperadores que intentan vendernos las bondades de sus productos ahora que empieza la nueva campaña.
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