¡Cuanto suelen gustar estas historias de perdedores y redención en Hollywood! Pues esto es lo que nos cuenta «¿Podrás perdonarme algún día?»; una mujer que tuvo algún pequeño éxito pasado como autora de biografías cae en la ruina merced a un bloqueo literario, al que hay que sumar su mal carácter, su alcoholismo y su nulo don de gentes del que solo podrá escapar vendiendo cartas falsificadas de gente famosa, consiguiendo mejorar su vida aunque sea de esa ilícita forma. Como se puede observar el argumento es atractivo e interesante consiguiendo un digno producto final. Una tragicomedia que funciona y que sus defectos quedan matizados por un guion bien hilado y unos actores en estado de gracia.
Y eso es sorprendente, pues Melissa Mc Carthy no es precisamente «santo de nuestra devoción», una actriz cómica que normalmente suele resultar «cargante» pero que aquí borda su papel como mujer con cierta tendencia a la misantropía, serios problemas de empatía y un acrecentado alcoholismo pero que a su vez es entrañable y el espectador puede identificarse con esta perdedora que solo encuentra el apoyo en otro «loser», un maduro inglés, traficante de «poca monta». Otro desecho social, un marginado por una sociedad que transita entre los coleccionistas
que pagan astronómicas sumas por cartas de fallecidos célebres y estos personajes que apenas pueden pagar el alquiler. Lo interpreta Richard E. Grant, un británico casi siempre secundario pero que aquí consigue el más que probable «papel de su carrera». Los dos han sido nominados al Globo de Oro y al Oscar, junto al guion de Nicole Holofcener y Jeff Whitty, adaptando las memorias de Lee Israel. Un «libreto» que a pesar de los bien definidos personajes principales y un alegre ritmo, sí que adolece de más de un altibajo, pues parece que al principio solo deben fastidiar o robar a gente rica o «estirada», «snobs» que merecen ser tratados así como los asistentes a la fiesta de su agente (donde se roba un caro abrigo) o al maleducado y déspota dueño de una librería pero que en un giro un tanto precipitado acabarán por estafar a cualquiera, aunque les hayan tratado bien, incluso a ellos mismos. Y es que así son estas historias de auge y caída, algunas con y otras sin redención. Lo que se agradece es que al superar el «tocar fondo», Lee sigue bebiendo y su conducta es similar y Jack Hock sigue convertido en un miserable, incluso peor. Y esa es una de las mayores virtudes de Marielle Heller, una realizadora sin apenas trascendencia hasta la fecha que sostiene su relato apoyándose en el libreto y los actores, con una puesta en escena simple pero eficaz, aunque desperdiciando un tanto a Nueva York, al que intenta integrar como un personaje más, con sus librerías y algún plano «bonito» de Manhattan o Central Park pero que no consigue convencer. Secuencias muy del gusto del cine independiente estadounidense, y sobre todo del rodado en la ciudad que «nunca duerme». No es arriesgado ni pasará a la historia pero cumple su misión sin problema en la dirección.
Así son las grandes urbes del planeta, con casi de todo al alcance pero casi todo caro. Un mundo donde la riqueza se mezcla con la pobreza y en el medio se encuentran estos tipos que pueden subir y bajar. A Lee la describen como una tenaz luchadora, a pesar de sus defectos, alguien con talento que puede superar sus malas rachas frente a Jack Hock que jamás repuntará y siempre será un perdedor. Lo que sucede es que en ciertos momentos estos caracteres, en principio opuestos, pueden unirse en la miseria aunque con el tiempo se separarán, pues quien desea superar sus problemas es posible que lo consiga si tiene las herramientas para hacerlo mientras que el que se perpetúa en la autocompasión y el victimismo rara vez puede conseguir más que dar pena e ir «tirando de prestado sin poder pagar», que cantaba Radio Futura. Se puede engañar a uno siempre, a muchos una vez pero no a todos siempre.
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