Por mucho que nos pese, España es un país (o lo que sea) en el que prima la picaresca. Desde los tiempos de El Lazarillo de Tormes o El buscón de Quevedo, este país ha sido terreno abonado para pillos y caraduras. Los tiempos han cambiado y estos personajes se han adaptado sorprendentemente bien a la vida moderna (ahora se les llama estafadores) e incluso se han introducido de forma notable en la política. Uno de estos pillos (ahora llamados corruptos) fue Luis Roldán, director de la Guardia Civil en tiempos de Felipe González y un firme candidato a ministro del interior. El destape de sus pillerías (él solito se las apañó para sustraer del erario público 1.500 millones de las antiguas pesetas) y su posterior fuga de la justicia propició la caída del por entonces ministro del interior, el ya fallecido Antonio Asunción, y convirtió a Luis Roldán en el prófugo más célebre de la historia de nuestra democracia. Amén de poner al gobierno socialista en serios apuros. En estas convulsas aguas es donde los farsantes mejor se desenvuelven, y ahí es donde se entra en juego la figura de Paco Paesa, el auténtico Hombre de las mil caras del título.
Hay personajes que bien merecen una película y Francisco Paesa es uno de ellos. Dado por muerto varias veces, nada mejor que tus enemigos te crean muerto para que te dejen en paz, Paesa es todo un personaje hecho a sí mismo a base de astucia e impostura a partes iguales. El film de Alberto Rodríguez (After, Grupo 7, La isla mínima) es un estimable thriller que intenta arrojar algo de luz sobre los hechos acontecidos hace más de 20 años. Alberto Rodríguez y Rafael Cobos elaboraron el guión teniendo como base el libro del periodista de investigación Manuel Cerdán, de la maraña de datos han conseguido plasmar lo esencial de la historia sin aturdir al espectador. Un ejemplo, se muestran las fotos que la revista Interviú publicó de Roldán con unas prostitutas pero no se dice que dichas fotos fueron entregadas gratis a Interviú por el empresario José María Ruíz Mateos (otro controvertido personaje que bien merece una película o toda una serie de HBO). Puede que nunca sepamos toda la verdad o parte de los hechos no sean del todo ciertos pero se agradece la osadía de rodar una historia de tal manera que entretenga tanto para los que recuerdan el revuelo que provocó esta historia como a los que no. El film es una entretenida descripción de una época, esos primeros años 90 en lo que la corrupción política saltó a las primeras planas, amén de un thriller más que eficiente. Rodríguez imprime a su película un ritmo endiablado que no decae en ningún momento, ahí reside su mayor virtud. Entretiene a pesar de que ya nos sepamos la historia.
A todo ello contribuye un Eduard Fernández en estado de gracia. Fernández es uno de los mejores actores de este país y aquí da otra lección magistral de economía de gestos y matices. Su Paesa es un timador con encanto, lo más peligrosos, siempre con las dosis justas de cinismo e ironía. Una vez más es un acierto huir de la imitación y la parodia, resultando un personaje creíble por muy increíble que fuera su historia. Me encanta esa frase de «Nadie dijo que hacerse rico saliera barato«.
No era fácil plasmar las andanzas de tan oscuro personaje en una película. Se corría el riesgo de caer en el ridículo o en el aburrimiento. Por suerte, Alberto Rodríguez evita ambos extremos y consigue llevar su proyecto a buen puerto. Para todo ello se sirve de la voz en off, un recurso muy delicado que aquí funciona a la perfección gracias a la labor de un José Coronado que cada vez me gusta más como actor. Nunca es tarde si la dicha es buena. Coronado ya empezó a dar muestras de ser mucho más que un buen físico hace más de una década con La vida de nadie interpretando un personaje con ciertas similitudes con Paesa.
Dentro del excelente apartado técnico debo destacar la espléndida fotografía Alex Catalán y la banda sonora de Julio de la Rosa que se ajusta como un guante a las imágenes. Lo único negativo puede ser que la calva de Carlos Santos cante un poco en los planos cortos.
Han pasado más de 20 años pero los caraduras siguen campando a sus anchas en este país nuestro.
0 comentarios