Un nuevo colaborador de RockTheBestMusic, Alex Palahniuk, del blog Our Gods Are Dead y habitual comentarista de esta casa, se estrena con nosotros compartiendo un artículo ya publicado allá que no tiene desperdicio alguno.
Por aquí se ha hablado en abundancia de Peter Gabriel, pues otro de nuestros colabores es un gran fanático del músico, quien hasta nos relató un concierto en tierras extranjeras. Está muy dentro de lugar pues, este detallado y fundamentado repaso a su discografía.
A continuación, la primera entrega.
Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco; y ése era todo su patrimonio. Con esa frase empezaba Rafael Sabatini su libro más aclamado, Scaramouche. Es cierto que en todos los genios siempre hay como una impostura, una capacidad innata de crear polémica para luego alimentar el mito. Lo bueno de éstos -si es que se le puede añadir, precisamente, ese adverbio- es que ayudan a iluminar vidas. ¿Lo malo? En la incesante búsqueda de querer mediatizarlo todo, como sucede en las relaciones sociales o de pareja, cuando un elemento es suprimido o alterado sustancialmente, se produce el fraude y, por ende, la insatisfacción.
La mitomania en el rock es excesiva, y cada vez aumenta más. De repente, muchachos que no han tenido la oportunidad de escuchar la música de Joy Division o Nirvana en su contexto, hablan con una suficiencia sobre Cobain o Curtis pasmosa, así como la interpretación de sus letras que a uno lo dejan totalmente muerto. Uno no sabe si es que era idiota cuando era más joven, o es que las nuevas generaciones saben ya demasiado. Y lo dice el autor de este blog, un chico de veinticuatro años. Hace un tiempo conocí a un muchacho que decía haberse escuchado gran parte de la discografía de Frank Zappa -para quien no sitúe la obra del genio de Baltimore, cuando murió, se le atribuyeron, nada más y nada menos que setenta discos-, y yo me pregunté si habría vivido, sería feliz y disfrutaría la música o, si por el contrario, sólo era un impostor; si en su afán por querer ser diferente, se había creado un personaje y construía su identidad a través de aquél.
Cuando has pasado en tu vida por momentos críticos, te vuelves terriblemente duro, que no insensible, pero sí aprendes a administrar mejor tu tiempo y, especialmente, a quién se lo dedicas. Un nuevo universo se abre, otro se cierra, y en medio de esos dos polos, se encuentra la incesante búsqueda de un equilibrio que te vuelve insano en ocasiones. Aquel chico se encontraba así, seguramente; lo que pasa es que es muy dfícil que miremos tras la máscara y nos aventuremos a conocer. Con los genios sucede lo mismo, podemos hablar mil veces, alimentar toda una serie de rumores -¿absurdos?- que, al final, sólo saben ellos, a ciencia cierta qué es lo que ha sucedido, porque ni siquiera los que les acompañan lo saben. Una de las grandes desdichas del ser humano es la de convivir años y años con una persona y no conocerla nunca. Los hombres saltan continuamente de un espacio a otro sin darse cuenta, y son tantas las vidas que albergamos en nuestro interior que, abarcarlas todas, cuesta.
Peter Gabriel es un ejemplo de la frase con la que concluía el último párrafo. Se veía desbordado, desde que era joven por el desdoblamiento de personalidad escénico y en el personaje que el propio Sabatini creó. Él es un genio tal como lo era Lennon, Hendrix, Jones, Joplin o Morrison, con la salvedad de que no está muerto. Ahora que está de moda morirse y, a ser posible, hacerlo con mal gusto, parece que haber aguantado las embestidas del tiempo te convierte en un carcamal y en alguien sin tener nada que decir. Afortunadamente, con el genio de Surrey no sucede eso. Alucino cuando hay idiotas que creen que un mundo de paz como el que anhelaban Lennon y Morrison, y millones de chicos se ponen sus camisetas y copian sus frases en Instagram o en Twitter o lo peor de todo: se las creen y no conocen «Biko», «Sledgehammer», «Family Snapshot», «San Jacinto» o «Don´t Give Up». Lo mismo sucede con los ciudadanos de un lugar llamado mundo, tan cultos y cosmpolitas ellos. Por no hablar del ciudadano de a pié, especialmente los de mi generación -la del 90, y no hablemos de las posteriores-, que por no saber, no saben ni quién era Cervantes, y son pocos los que conocen a Genesis. Y qué triste, porque se pierden, entre otras muchas maravillas como su ópera prima en solitario: el espectacular Peter Gabriel I –Car en alusión a la portada-, el debut del gran camaleón del rock junto con David Bowie.
Bien, situémonos. En posts anteriores habíamos hablado de Genesis y Foxtrot y de cómo asaltaron la escena británica. En el mismo año 70, el progresivo eran Pink Floyd y King Crimson; y ellos empezaron a revertir la situación no sólo por una música compleja y grandiosa, sino por un concepto y una escenificación de escandalosas proporciones. Para cuando ya habían salido Nursery Crime y Selling The England By The Pound eran ya estrellas de la misma magnitud que el combo liderado por Waters y Gilmour. Y cuando firmaron The Lamb Lies Down On Broadway, o lo que es lo mismo: el mejor disco de rock progresivo de la historia y uno de los diez mejores álbumes de los setenta, aquello ya se hizo irrespirable. La democracia en el grupo fue evaporándose, y, en medio de todo esto, dos egos: el de Phil Collins y el de Peter, que chocaban continuamente. La solución era perentoria y, quizás, cortante, pero era necesaria: salir del grupo.
Peter se fue cuando, precisamente, Genesis estaba marcando una generación, pero comprendió que más que la fama, había que valorar los ideales propios, y él no iba a socavar los suyos para que todo el mundo entendiese el concepto de su propuesta. Fue honesto, demasiado, quizá, porque hubo fans que no le entendieron: lo fácil habría sido fingir, extender la mano para recibir cheques, sentarse en una butaca y que tu manager te diga que tu disco es triple platino en USA. No: lo que verdaderamente hace grande a un artista y a una persona es la capacidad de inventarse continuamente y saber que los días se consumen y se escurren como arena entre los dedos, y que la vida, a fin de cuentas, sólo es superarse a uno mismo, y que cuando una ilusión está intacta, tanto el cuerpo como la mente están activas.
Como era normal, estaba dolido. No entendió por qué renunciar a un sueño que perseguía desde la adolescencia, en esa época en la que, junto con con Rutherford y Banks, cuando ensayaban en el instituto, anhelaban ser grandes, dejándose el alma para realizarse como músicos y llegar a labrarse un nombre. Cogió sus maletas, se fue a Surrey, y allí se puso a meditar en el siguiente paso. Lo que sí que tenía claro era una cosa: no iba a ser Peter Gabriel, el ex-cantante de Genesis, sino Peter Gabriel el chamán, el brujo, el único protagonista de su vida. Los tiempos de los disfraces de emperador romano y extraterrestre quedarían atrás. Pero, sin embargo, Car iba a ser, desde una óptica totalmente distinta, el equivalente sinfónico de Station To Station de David Bowie: el reflejo de un músico que se sentía asfixiado en una banda y de un entorno cada vez más hostil y que, en solitario, buscaba la huida hacia delante, la autorrealización en medio del caos. Y la portada del álbum, con el propio artista, adormecido en el interior de un Lancia Flavia de los setenta, con ese rostro mortecino resquebrajándose poco a poco, reflejaba a la perfección la deriva de una vida consagrada al esfuerzo y que trajo consigo la desunión de aquellos músicos a quienes quería y el ascenso incontestable de un Phil Collins que buscaba hacer un rock mucho más ligero, distanciándose, poco a poco, del sonido progresivo así como los elementos del folclore británico que la propia flauta de Peter proporcionaba.
Cuando salió de la banda, aduciendo problemas creativos, sólo contó la verdad a medias: la admiración por parte de sus compañeros se tradujo en envidia cuando éste escribió la mayoría de las letras y música en ese descomunal The Lamb Lies Down On Broadway. Aquello, unido con el nacimiento de su hija, la negativa del propio vocalista a salir de gira y seguir grabando para atender sus obligaciones como cónyuge y padre, precipitaron su salida. Cansado ya del negocio, las giras, managers, regalías, representantes legales y, sobre todo, de Phil Collins, decidió irse y dejar su vida en punto muerto.
Bastante discutible el artículo, sobre todo ese ataque a Phil Collins.
El tiempo ha venido a demostrar que no era así, Collins ha sido de los pocos nexos que han unido a Gabriel con Genesis a posteriori, y podría equivocarme, pero lo dudo, el único con que el que ha vuelto a trabajar en estudio. Quizá deberías mirar más hacia Banks (Problemas posteriores con Hackett, problemas con Ray Wilson, etc.).
Igualmente culpar a Rutherford y Banks del giro a ese «Rock más ligero» que comentas, es absolutamente falaz, otra cosa es la carrera en solitario que un artista haya desarrollado (iniciada 4-5 años posterior a la salida de Gabriel), que guarda bastantes semejanzas con la evolución de Rutherford también, y…¡Sí! de Peter Gabriel.
Pero bueno, que he encontrado este articulo pasados los años y supongo que ni lo leerás, y no he querido desarrollar mucho mi comentario, pero si es necesario regreso y lo justifico todo con citas biográficas y académicas.