Parece que desde hace un tiempo está de moda realizar “spin off” de célebres villanos pero sin la necesidad de presentar al héroe principal, cosa que resulta algo raro. Y así podemos seguir las evoluciones de Venom sin Spiderman, del Joker sin Batman y ahora del Pingüino sin el murciélago de Gotham (aunque hay que reconocer que al final, por lo menos, aparece la señal en el cielo para llamar a Bruce Wayne).
“El pingüino” se enmarca dentro del universo creado por DC, a partir de la película “The Batman”, trabajo de Matt Reeves donde Robert Pattinson tenía el papel principal y como antagonista subterráneo aparecía un Colin Farrell irreconocible por el maquillaje que le convertía en Oz Cobb. Aquí en ocho episodios nos narran las evoluciones del sujeto para convertirse en el líder de la mafia. Como pasar de ser un “don nadie” a apoderarse del crimen organizado aunque en ese “viaje del antihéroe” tenga que eliminar cualquier vestigio de humanidad.
Un Gotham presentado, como sucedía en el “Joker” de Todd Phillips y en el “The Batman” de Reeves, como la ciudad de Nueva York y sus barrios conflictivos como el Bronx. Además el ser una familia italiana la que domina el tráfico de drogas y los negocios ilícitos, le otorgan un punto de similitud con “Los Soprano” que recordamos que se ambientaba en la cercana Nueva Jersey, junto a algunas actitudes y reacciones que le entroncan con la obra maestra televisiva de David Chase y Terence Winter.
Su creadora Lauren Le Franc, autora también del guion, ofrece un gran trabajo en la creación de los dos protagonistas pues Oz Cobb se convierte en un ser “maquiavélico” que pierde cualquier tipo de moral por conseguir sus objetivos. Un psicópata sin empatía que aprovecha su discapacidad cual “Ricardo III” para su propio beneficio y una Sofia Falcone marcada por el odio y la venganza contra su familia. Dos inhumanas personas para las que el fin justifica los medios, por muy brutales que estos sean, incluyendo asesinar a su propia familia.
Para ello, espectaculares las interpretaciones de Colin Farrell, escondido bajo múltiples capas de maquillaje pero que a pesar de no poder ser reconocido por el espectador (salvo por la voz) borda su despiadado personaje, más extremo si cabe que el de su último papel por «Almas en pena en Inisherin», y Cristin Milioti, cuyos enormes ojos nos cautivaron en el aquel capítulo homenaje a Star Trek de la cuarta temporada de «Black Mirror» o en “Palm Springs” de Max Barbakow. Ellos encabezan un reparto que en líneas generales funciona bastante bien.
Quizás el único debe a la propuesta es algo de irregularidad en los capítulos centrales con diálogos y situaciones que no están a la altura de los mejores momentos en esa atmósfera oscura y lluviosa que nos propone la fotografía y la competente dirección de Craig Zobel, gran acierto que sea el único responsable tras las cámaras en los ocho capítulos, ya que desde la divertida «La caza» es un director al alza.
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