Es estupendo poder ver un espectáculo donde se le trate al público como ser inteligente, alguien con capacidad para discernir sin necesidad de explicárselo todo. Más si es una obra de teatro, con la magia del directo, de la cercanía entre representantes y representados, de actores y espectadores. El mundo como voluntad y representación que escribiera Schopenhauer.
Vivencias que se pudieron disfrutar en “Becquer y Quevedo. Amor y muerte”, un atípico recital donde un inmenso Pedro Casablanc ofrece más de treinta textos de los dos inmortales autores. El sevillano y el madrileño, el barroco y el romanticismo unidos, como comentaba al inicio, un Casablanc que juega con los poemas y con las palabras a capricho, musicalizando los versos de los dos poetas en su grave voz.
En la hora de duración nos conduce a un paseo por los que los dos genios de las letras hablan del amor y de la muerte, con subidas y bajadas en la entonación, atreviéndose en ritmos como el rap en una simbiosis perfecta entre profundidad y comedia, con momentos delirantes como el estilo musical antes descrito o la extraordinaria (y divertidísima) fusión entre “Volverán las oscuras golondrinas” y “Érase un hombre a una nariz pegada” hasta llegar al final con “Miré los muros de la patria mía”.
Una obra que se disfruta de principio a fin y que se siente como necesario volver a ver pues esa exigencia de la que escribíamos al inicio de esta reseña hace que seguro se nos pasasen algunos interesantes pasajes, ya que a pesar de parecer una improvisación “Becquer y Quevedo. Amor y muerte” no es fruto de ella y se ve un guion que seguro va mutando en cada representación, por lo que compone una dramaturgia interesante. Muy interesante.
Podemos disfrutar de este monólogo intimista, con Casablanc como única voz, vestido con una camiseta negra con el título de la obra y unas luces frías que nos introducen poco a poco en contexto, con la innegable ayuda de guitarra en directo. Unas melodías compuestas por Jorge Rivera que mediante la cuerda pulsada de su Fender y Gibson Les Paul envuelve y crea la atmósfera perfecta para que todos podamos salir con una sonrisa de satisfacción.
Todo eso es lo que se vivió en una calurosa tarde de verano en el Teatro Moderno de Chiclana de la Frontera después de haber triunfado en plazas tan exigentes y complicadas como el Corral de Comedias de Alcalá de Henares o el del Festival de Teatro Clásico de Almagro.
Ahora que en estos tiempos de velocidad y prisa apenas hay tiempo para la reflexión, recomendamos esta pieza, válida tanto para adultos como para jóvenes. Y es que no hay que perder una costumbre tan saludable como la de asistir a obras teatrales. Más si son del calibre de esta.
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