Comienza una nueva temporada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y en éste caso su inicio no es con una obra del “género chico” sino con una ópera. Nada menos que el “Pepita Jiménez de Isaac Albéniz, con libreto de Francis Burdett- Coutts, basándose en un clásico de la literatura española del siglo XIX como es la novela de Juan Valera.

Obra estrenada en el mismo recinto en 1964 y que lleva versión, tanto del libreto como de la música del insigne Pablo Sorozábal (pues el original estaba escrito en inglés y dividida en uno o dos actos), éste sí maestro de la zarzuela. Una ópera corta de hora y cuarto sin descanso pero que tiene el buen tono con el que Albéniz cimento su fama como compositor y que nos llega ahora en tres actos.
Una tragedia amorosa que en algunos momentos (por ejemplo el aria de Pepita en el primer acto) nos puede recordar a la ópera italiana (Puccini) y con una muerte de amor final, digna de la del “Tristán e Isolda” de Wagner. Un amor imposible entre una viuda, pretendida por varias personas pero que se enamora de un joven seminarista que lse debate entre su amor a Dios y a la mujer protagonista. Un hecho marcado por el destino y donde los personajes no pueden elegir, nucleo central que separa a la tragedia del drama.

Y además, coronado por un nuevo montaje del Teatro de la Zarzuela, con la dirección escénica del gran Giancarlo Del Monaco, plena de carnalidad y sensualidad, con una escenografía interesante de Daniel Blanco con un superpuesto de escaleras mecánicas, simulando un bloque de viviendas, con el añadido de ser escenario circular. Muy cuidado y efectista aunque no tanto como aquella memorable “La Boheme” de Puccini estrenada en el Real en 1998, la primera temporada de Jesús López Cobos a la batuta de la Orquesta Sinfónica de Madrid.

En esta producción, la dirección musical recae en Guillermo García Calvo, titular desde el 2019 del Teatro de la Zarzuela de Madrid. Su labor es impecable, llevando con buen tono y a la velocidad adecuada a la Orquesta de la Comunidad de Madrid, con coro titular del Teatro de la Zarzuela, dirigido por Antonio Fauró.
Y en el reparto destaca la soprano Ángeles Blancas y el tenor Leonardo Caimi, cuyos protagonistas tienen química y sus voces poseen la “coloratura” y “tono” necesarios para llevar la empresa a buen término.

Un montaje visualmente bello, tanto como la partitura de Albéniz y lo que nos ofrece García Calvo en un teatro tan bonito, señero y con tanta solera como es la Zarzuela de Madrid.




















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