Los coches forman parte ya arraigada del mobiliario urbano. Por las noches, cuando todos los gatos son pardos, la gran mayoría de automóviles reposan en línea hasta la mañana siguiente. Los días señalados de la Motorada, máquinas de acero buscan no perder el equilibrio entre dos ruedas durante todo el fin de semana, colapsando la ciudad con el estruendoso sonido que escapa libre de sus tubos de escape. Esa noche de viernes, algunos buscábamos otro tipo de “ruido”, uno que no lo produce la combustión de la gasolina sino ese que revestido de remedio contra el tedio libera una guitarra eléctrica. No demasiada gente se daba cita en La Guarida del Ángel, donde Rafa Lobo sigue peleando contracorriente contra las zancadillas del destino – ¡ánimo, jefazo!. Condicionada tal vez la asistencia de personal por la oferta programada estos días por parte municipal en el centro de la ciudad. Llegamos a la sala. Saludos y abrazos. “Más vale poco y bueno que mucho y malo”, dice el refrán. ¡De eso nada!. Cierto es que los grupos necesitan de los suyos, de los que normalmente les transmiten su cariño y aliento, pero más necesitan que su música llegue a cuanta más gente mejor, no nos llevemos a engaños con pretendidas verdades de héroes de barrio.
Los Farelli saltan a escena. Hace calor, mucho, pero no importa si la dicha es buena. Estos forajidos son lo mejor en lo suyo, que también es lo mío, y tal vez lo tuyo que estás leyendo esto. Pete, Joe, Fat Tino y Mike hoy vienen con la armónica de Rafa Cristasol. La Famiglia al completo, ¡y como suenan!. Sudor a mares, ¡enciende el aire!. Pete Farelli como maestro de ceremonias, el sentimiento es mutuo entre la gente y el grupo, se nota, se siente. «Pateando culos», «Omertá», «Dieciséis», «La espera»… van cayendo una tras otra sus canciones, nuestras canciones, esas que conocemos tan bien que dejamos que nuestros pies sigan su ritmo sin pensar en ello. Cae mi canción favorita de la banda, «No es nada personal» en la que se acuerdan mientras la presentan de este que escribe esta crónica. ¡Emoción!. Se lo dije luego a Mike Farelli, yo de Los Farelli «pa» siempre. El rock and roll hecho verbo. Se pasa demasiado rápido el rato que ocupan el escenario de La Guarida del Ángel. Los Farelli son especiales, y especialistas en provocarte un subidón mejor que cualquier droga que puedas probar. Ah, y en ponérselo muy complicado a la banda que toque detrás.
Tiempo para unas cervezas y saltan a escena Salvaje Lola. Los vi este pasado verano en el No Sin Música y ya me convencieron de su valía. Poseen una sección rítmica que raya un nivel asombroso y eso les aporta una solidez en escena que saben como aprovechar.La guitarra de Guillermo y su personal voz. Camino andado y mucho más por recorrer. Suenan las canciones de su único disco y también presentan algunas que formaran parte de un nuevo trabajo. Dicen que la cabra siempre tira al monte, así que no voy a ocultar que disfruto más del grupo cuando muestran su cara más eléctrica, cuando su power pop insufla el ambiente con la guitarra de Guillermo en pleno apogeo. Las teclas crean un sonido especial. Canciones como «Esta ciudad» o «Ardiendo» han nacido para sonar en directo, piezas ganadoras, estribillos para corear hasta quedar afónico. Los nuevos temas apuntan a una versión mas melódica, o al menos eso parece. El concierto de nuevo toma la rampa de salida con un final abrumador en el que nos ponen las pilas y en el que nos montamos en una montaña rusa con una bajada vertiginosa que enciende al personal. Salvaje Lola ponen punto y final a una noche de rock, amigos, cervezas pero sobre todo de grandes canciones.
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