Desconozco si la huelga de guionistas les afectó pero esta tercera temporada de The bear se ha dedicado a no contar nada. La trama apenas avanza y hay episodios de auténtico relleno. Perfectamente rodado y montado, cierto, pero relleno. En The Bear la forma siempre ha primado sobre el fondo y en esta tercera temporada ha llegado a su máxima expresión. Sirva como ejemplo el primer episodio: el protagonista está casi una hora rememorando lo ocurrido en las anteriores temporadas. Por mucho que lo haga con el tema instrumental Together de Nine inch nails de fondo, la serie cae en una peligrosa deriva hacia el tedio de la que ya no se repone en casi ningún momento de esta tercera temporada. Puede que hayan optado por la introspección, vale, pero hay maneras y maneras de hacerlo.
La trama no avanza y la sensación de estafa se empieza a gestar en el espectador. Es más, ciertos flashbacks resultan más un fastidio que apuntes que nos ayuden a comprender el presente. Un desastre. Sólo me gustó el episodio en el que se narra cómo Tina acabó trabajando en el restaurante familiar. Tampoco me parece elogiable ese diálogo entre madre e hija en el paritorio. Todo resulta tan veraz como aburrido. Ni las tramas se resuelven ni los personajes evolucionan en una temporada que no va a medio gas sino que se enfría peligrosamente ante nuestros ojos. Ni siquiera ese costumbrismo white trash consigue calentar este duro filete ya cocinado que lleva tres días en la nevera.
Espero y deseo que esta tercera temporada sea un paso atrás para tomar impulso y en la cuarta nos vuelva a fascinar como en las dos primeras.
0 comentarios